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S A S5-^í'.9¿
Batbartí HoUege liStats
FROM THE FUND
PROFESSORSHIP OF
LATIN-AMERICAN HISTORY AND
ECONOMICS
EsTAGLISHBD I9I3
r
COMPENDIO
I)K
POR
iJosé Haría iamacBo
(PARA US ESCUELAS PE LA RIPUBUCAl
^««„^lr ^
LA PAZ
TIPOGRAFÍA COMERCIAL
1896.
'^■-^^ Col]..e Library
^Pr. 6, 1915
^rcteeeoraiiip í-q^
I
>
.^
HISÍORIA DE BOÍ.iriA
NOCIONES PRÉLÍMlNARtS
Aspecto general del país, — Origen de
su nombre. ^-^'THstoria geológica. —
Periodxjs históricos*
Aspecto general del paíSi— Bolivia
ocupa una de las regiones más medite-
rráneas de la América meridional, y sn su-
perficie, que abraza una extensión de rau-
tho más de un millón y medio de kilóme*
tros cuadrados, se halla dividida por gran-
des líneas de montañas y de rios, que le
dan un aspecto mny vario y singular, en
que la naturaleza se ostenta con toda su
magnificencia, luciendo los más bellos pa-
noramas de la creación.
Por su situación intertropical y por su
special conformación topográfica, el país
oza do todos los climas, desde las ríj'i-
— 2 --
lías alturas hasta los llanos más anlieti*
tes; es poseedor, en cantidad abundante^
de los más variados productos mineraló*
gicos; su flora es una de las mcás ricas y
mejor caracterizadas con plantas particn*
lares de gran mérito, y pueden hallar vi-
tta y desari^ollo en su territx^rio, todas las
industrias que conciba la humana inteli-
gencia.
ORiaBN DK su NOMBRE»— En la anti-
güedad no ha tenido un nombre propio
que lo hubiese designado. Posteriormen-
te, cuando los ejércitos kheshüas invadie-
ron el territorio y lo conquistaron, ló dis-
tinguieron con la denominatííón de Colla-
suyu, por hallarse la nación do los Collas
i\ la cabecera de estos pueblos» JDurante
ios primeros aíios de la domiiiaCióti GSpa>»
fíola se le conoció por Charcas\ después
por Alto- Perú; y sólo eti 1825, cuaiulo st)
constituyó en República independiente,
tomó el nombre de BoUvia, como un ho-
menaje político tributado al esforzado pa-
triota süd-americano el Libertador Simón
Bolívar.
Historia geológica. — Las observa-
ciones geolófíficas, atribuven al continen»
te americano una edad si no más antigua
que la de los otros continentes, por lo me-
nos CDutempOránea, y reconocen que isnel
— 3 ~
territorio boliviano, en lo que ahora es la
Altiplanicie, existió im jjjran mar interior,
cuyos restos principales constituyen los
lagos Titicaca y Poopó, la considerable la-
guna de Arapa y las ciénagas de Coipasa.
Por consecuencia de grandes movimien-
tos geológicos, se vaciaron esas aguas ha-
cia las vertientcb del Atlántico, formando
principalmente los varios afluentes del rio
Beni y no quedando sino los lagos cita-
dos y una inmensa llanura cubierta hasta
ahora de eflorescencias salinas y que por
este motivo se llama lago ó pampa de la
saL
Períodos históricos, — La historia de
Bolivia puede dividirse en seis épocas: I *
época: la dominación aymara; 2." época:
la dominación kheshua; 3,* época: la con-
quista española; 4.* época: la dominación
española; 5.* época: la guerra de la inde-
pendencia; 6,** época: la República.
Esta última época puede también sub-
dividirse hasta 1864, á que alcanza la
presente narración, en tres períodos: 1.®^
período: desde la fundación de la Repú-
blica hasta la victoria de Inga vi (1825—
1841); 2.® período: desde la victoria de
Ingavi hasta la dictadura Linares (1841 —
857); 3.®' período: desde la dictadura Li-
-^res hasta el sexenio (1857 — 1864).
PRIMERA ÉPOCA
Los Aymarás
CAPÍTULO I
Primeros habitantes. — Monumentos
prehistóricos, — Tihuanacu,
Primeros habitantes. /—No está ave-
riguando aún el origen de los primeros
pobladores de este suelo: unos los consi-
deran autóctonos, esto es, originarios del
país mismo, j otros, procedentes del Asia.
Ninguna de estas hipótesis se halla ple-
namente esclarecida, y sí solo que la pre-
eencia del hombre en América, y sobre to-
do, en lo que es hoy Bolivia, data de una
época tan remoca como la que se cuenta
en el otro continente, y que es la raza
aymara^ la mas antigua de las razas ame-
ricanas.
Monumentos prehistóricos.— En tor-
no del lago Titicaca, la laguna sagrada de
los aymarás, y en sus vecindades, apare-
cen los vestigios más antiguos del hom-
bre americano. Allí se ven las construc-
ciones dó piedra más rudimentarias, como
las primitivas pitearas, las chacas y las
— 5 —
ehullpas, que al decir de los arqueólogos,
se escapan por su antigüedad á todo cál-
culo cronológico.
LasjOMcams, ó fortalezas, son peque-
ñas colinas rodeadas desde su base por
líneas concéntricas de piedras gruesas que
las dividen en zonas. Servían áe asilo y de
defensa. — Las chacas^ así llamadas ac-
tualmente por su analogía con ios puen-
te», coronaban por lo general la cumbre
<le las pucaras, y eran recintos formados
de grandes piedras paradas, cubiertas con
una ó varias lozas. Tenían su destino de
templo ó altar. — Las chidljMS son co-
lumnas funerarias de tieiTa ó piedras en
<;uyo iliterior se guardaba á los muertos.
Estas construcciones, que con el tiem-
po recibieron una perfección artística, son
«iciopeas. Los lüíeshuas las atribuían á
hombres de talla jigantesca, á los hatun-
runas. Con ser obras peculiares de la
raza aymara, presentan, sin embargo,
grandes analogías con otras construccio-
nes del viejo continente: asi la pucará se
parece á la larissa de los pelasgos, las
chacas á los dólmenes ó menhires de los
celtas, y las chuUpas tienen á la vez el
carácter de las torres pelásgicas y do las
Mpojeas ejipcias.
TlHUANACü.r- Una tradición refiere
— 6. —
que Tihuanacu fué erijido en una sola
noehe por una mano invisible, y otra le-
yenda añade, que las estatuas que allí sq
ven, fueron un tiempo sus habitantes,
convertidos en piedras por un extraño pe-
regrino á quien maltratataron porque qui-
so poner freno á sus desórdenes y vicios.
Es allí donde se ostentan en su mayor ex-
plendor los monumentos de la más avan-
zada eivilizaeión de los aymai^s.
La historia de Tihixanáeu, nos es com"
pletamente desconocida. Los arqueólo-
gos no han podido descifi'ar hasta ahora
los misterios que encierra es» inmensa
aglomeración de cohunnas, pórticos, es-
tatuas y esculturas, que ofrecen á, la pri-
mera vista el aspecto de un vasto taller
abandonado de improviso ó el de un al-
macén de materiales destinados para la
más jigantesca y magestuosa de las cons-
trucciones humanas. Todo lo que se puo-
t^e conJQjturar es, que Tihuanacu fué 1»
metrópoli aymara, que su nombre primii-
tivo pudo ser Chucdhua ó Ajapana^ y que
los UrtiSy raza hoy dia envilecida y casi
extinguida, no fueron extraños á los fas^
^os de ese pueblo.
Fastc
MlTOl
sintígim
inundo, (
- transñ)ri
de los pr
con lina ^
Íes regí 01
ios hoDihi
para sú si
mnndos.
ni o y regii
Jas cosas
nuevo ser
Pasado
nu cayó t)l
tlole nn gi
las ti niel)]
qite se sa
cielo, y sa
JiiU'Kaha
derable de
l)re el muí
guió al s
— 8 —
Hiocha, llamado por otro nombre Tuapdcd
y también Arnahua^ quien se dirijió ha--
cia el norte, obrando maravillas en su
tránsito, bajando montes, creciendo llanos,
liaciendo brotar agua de las rocas y sem-
brando, sobre todo, en el corazón buma-
no, sentimientos de piedad, de orden y de
trabajo. Comprendiendo que el oTo y la
plata eran una fuente de corrupción, des-
terró esos metales al seno de las más al-'
tas montañas y á las regiones inhospita-
larias. %
Olvidadas con el tiempo las doctrinas
de Ticci*huira-khocbajSe presentó Taapoj
ó Tuniipa; pero ya el sentimiento huma-
no se hallaba empedernido, de manera
que, á pesar de sus esfuerzos y de la se^
veridad con que qei'Citaba su misión, na
pudo reformar las costumbres. Recorrió
ffran paite del mundo; en Cancha hizo
llover fuego del cielo, en Tihuanacu con--
virtió á los hombres en piedras; pero en
la isla de Iniulcaka, fué empalado por los
isleños y arrojado en una balsa al azar de
los vientos y las olas. La balsa se des-
lizó hacia el snd, y cuando tocó tierra en
Chaca-marca, ésta se abrió dando lugar á
que las aguas corriesen, y sobre ellas fué
navegando la endeble embarcación hasta
llegar á otro lago, el.de Futipti (Poopó),
1
— 9 —
datíie desapareció para siempre, quedan'
do tan sólo el canal que habia abierto, el
cual es hoj el rio Desaguadero.
Tal es, en sus rasgos principales aun^
que confusos, )a mitología de los antiguos
aymarás, la que basta cierto punto es la
descripción alegórica de las primeras eda-
des del mundo americano: el dios Khunu^
(la nieve) representa la era glacial, Pa-
chacamaj las fuerzas restauradoras de la
naturaleza, Ticci-huir a ^¡chocha las revolu'
clones geológicas de la época terciaria y
Taapaj e\ esfuerzo y las contradicciones
humanas en el camino de la civilización y
el progreso.
FU£BLOS AYMARÁS.— Los aymarás so
extendían por toda la hoya del lago Titi-
caca, donde se hallaban sus poblaciones
más considerables, y por la Altiplanicie y
las quebradas hasta las llanuras del Orien-
te y del Chaco. Se hallaban divididos en
gran número de naciones, siendo las má»
célebres las de los Collas, Umasuyus^ Pa-
cajisy Uriis^ Laricajis, Carankas, Parias y
Charcas.
Chünchos y CHiRiHirANOS.— Las lla-
nuras del Oriente y del Chaco estaban po-
bladas por dos grandes tribus salvajes,
rrantes y cazadoras: los chünchos y chú
ihuanoSf de cuyo origen nada se sabe.
— 10 —
Pastos históricos.— De la vida polí-
tica de los aymarás sólo se conservaa va-
gos recuerdos de una lucha secular sus-
tentada entre la dinastía de los ^^m (va-
rones fuertes) y la de los Sapallas (únicos
señores) guerra cruda é incesante que no
terminó sino al advenimiento de la domi-
nación khesshua.
CAPÍTULO III
Gobierno y religión, — Civilización y
costumbres, — Idiomas,
Gobierno y religión.— Los aymarás
vivían s<»metidos á la autoridad de los
maUcus (jefes supremos) y Iq^ hilacatas
(mayorales), y se rejían por sus costum-
bres.
Creían en la existencia de Dios, á quien
llamaban PacJuicamaj, que es sinónimo de
Eterno, Suponían que se mostraba á los
ojos de los hombres en todos los objetos
de la naturaleza, de donde resultó el cul-
to de éstos, dejenerando así la religión es-
piritual que profesaban en el más comple-
to fetiquismo.
Creían también en la existencia del al-
ma (ajayu) y en su inmortalidad, en el
espíritu malo (Auka), en la resurrección
— 11 —
de la carne y eu el premio y castigo eter-
nos.
Conocían la oración, la confesión y la
penitencia, y solían ofrecer sacrificios
(challas). Sus templos se llamaban hua-
cas. Tenían su sacerdocio: los ministros
del espíritu malo se llamaban laiJcas; los
confesores ichuris ó ichuiris, los sacrifíca-
dores huillcas y los adivinos yatiris.
El oráculo y santuario más celebrado
era la peña Inii-kaka (peña del feol), nom-
bre que se ha generalizado á la isla y al
lago en la expresión adulterada de Titi-
caca.
Los cadáveres eran sagrados, y sus
tumbas eran honradas con cánticos y
ofrendan de comida y bebida.
Civilización y costumbres. — Cada
nación se distinguía de las demás eu el
vestido y principalmente en los adornos de
la cabeza, uso que ha prevalecido hasta
nuestros días. Tenían nociones bien avan-
zadas del arte militar: solían construir
fortalezas [pucaras] y conocían la lanza,
la honda y la flecha, fuera de otras armas
arrojadizas. Su principal industria era
la agricultura: criaban grandes rebafíos
de llamas y cultivaban bien sus campos.
Gl comercio se reducía á un limitado cam-
bio de productos, sirviendo de medio los
— 12 •-
cereal os (juira, zara) y tenian noción es de
la escritura geroglífica (kelkafía) .
Idiomas. — Rl aymara fué el idioma de
estos pueblos, y es reputado por los filólo-
gos que lo han estudiado como una de las
lenguas matrices más antiguas, más ricas
y completas del mundo.
Los numerosos dialectos de los cliun-
clios y cliirihuanos, difíciles de caracteri-
zarlos, parecen pertenecer al tipo común
del huarani y el fncana.
Dominación khesshoa
CAPÍTULO I
El imperio caisqueno, — Origen de loé
Incas. — Succesor^s de Manco-Kha*
paj.
El imperio cüzqueSo,— No lejos de
io6 aiymftras^ iiacia el noroeste, habin em-
pezado jMbrmarse^ desde los comienzos
del sígío XI> un pueblo regido por prin-
cipios de gobiernos sabios y admirables^
bajo Ja dirección de prineipes piadosos 7
expertos en los negocios de la paz 7 de la
guerra : era ^ Oíizco .
ORfGBNDtfi LOS IN0A8.— De todas las
tradiciones qae se refieren al origen del
imperio cnzqaefio y de sns monarcas^ que
tomaron el nombrede Incas, ninguna ha
•canÉírsdomáB la iraajinación, que la traer
fnitida por el historiador inca Garcilaso
de la Yéga eti sus célebres cComentarios
Bea^M>.
B^fieiPé'éste, que el Sol, poder vivifica-
)r y fedniidaiite del mnndo, al contem-
ar-la ^iofegrádación humana se conmovió.
— 14 ~
y <l"®> P^"^^ redimirla, bajó del cielo á do»
de sus hijos, Manco-Khapc^x Mama- Ojllo,
haciéndolos aparecer ea la isla Inti-kaka,
donde después del diluvio de Kunu ha-
bía extendido sus primeros rayos. Esta
misteriosa pareja, que eran herpiano y
hermana y al mismo tiempo marido y
mujer, atravesaron las llanuras septen-
trionales del lago, llevando consigo una
barretilla de oro que al hundirse fácilmen-
te en la tierra, debía indicarles el lugar
donde hablan de fijar su residencia. Fue-
ron pues probándola en el camino, y por
largo espacio el terreno se les mostró du-
ro; mas, á poco de haber entrado en el va-
lle del Cuzco (Khoskho) )a cuña penetró
^in esfuerzo y desapareció para siempre.
Los celestiales ^lensajerQS convocaron en-
tonces á las gentes del lugar; Manco-Kha-
paj instruyó á los varones en las artes de
la agricultura; Mama- Ojllo enseñó á las
mujeres el hilado y el tejido, y de este
modo, bajp una vida patriarcal, de paz y
4e trabajo, echaron los cimientos del vasto
y poderotio imperio de los Incas*
Esta tradición, como toda mitolojía,
dentro de la falsedad de forma encierra en
cierto modo la verdad de la idea: revela
sencillamente que la civilización cuzque-
^a es de pfígen ayipara y que ella se ha
— IS ^
iniiubado eu la meseta andina ó la lioyn
del Titicaca. I^ual revelación nos hace
la lengua khest'haa^ que resulta ser un
niioraa secundarlo, derivado del aymaVa*
Y en cnanto á la procedencia aymara del
primer inca ó de loa fundadores del impe*
rio, las investigaciones etimológicas pue*
«len coníirmnvla acaso sin mucho esfuerzo.
Así Mancü que no tiene significado eñ
khesshua, más parece itna adulteración de
Alallcti, con que los aymnras designaban á
sus jeffíS su piemos.
SUCOESOHKS DM MaNüO- KHAPA J. — Hay
una gran discrepancia en los autores an-
tiguos con re8pe<íto á los anules Cuzque*
fios y :i la serio de incas que ocuparon el
trono; peix) todo¡s están conformes en dar
el nombre de Mtiuco-Khapaj y asignat-lo
procedencia aymara al fundador ae esa
monarquía, en presentar á Haira-Khocha-
Jaca como & guonoro y conquistador in-
signe, y en atribuir á Pachácutej-lnca la
invención de la mayoi parte de sus ins-
tituciones políticas, civiles y sobretodo re-
ligiosas con que consolidó el imperio y
afirmó vigorosamente la dominación kbes-
sima.
Desde mediados del sitjlo XV, la bisto*
lia es más segura, y desde esa é])oca bas-
ta la conquista española, brillaron los rci-
*-^ 16 —^
ÉTaJos de principes muy ilnstrea, caata
Tupaj-Inca-Yupanqui, 11 uayQa-KhapajV
Huáscar y Atahuallpa.
Ordlaariamente, desde MancO'Khapaj
hasta A tabuallpa se cuentan trece incas ^
á saber: Zinchi'Rucca^ Llocke-Yupanqui^
Mayta-Kbapaj, Khapaj-Yupanqui, Inca-i
Rucca^ Yahuar-Huackaj, H uira-K^ocha^
Inca, Pachacutej^Inca, Inca-Yiipanqui,
Tupaj-Inca-Yupanqui, Huayna^É^hapajr
Huáscar y Atahtiallpa.
CAPITULO II
Conquista de las aymarás. -^El Colla-'
suyu, -^Tupaj-Inca-Yupanqui ilus"
tra el santuario de Inti^kaka, —
Huayna-Khapaj prosigue las obras
de su padre.— ^Huayna-Khapaj re-
corre el CoUasuyu, — Estado del
imperio á la muerte de Huayna-
Khapaj. — ^Presajios de la venida de
los españoles.
Conquista bk lo® aymarás. — Las pri-
meras naciones que conquistaron tos incas
fueron las aymarás. Bstas se sometieron
de grado ó por fuerza á las huestes cuz-
quedas, las que de su parte procuraban
— 17 —
«
atemperar en lo posible los rigores do ía
guerra. Los incas se nntinciaban como
hijos del Sol, enviados por él para espar-
cir los l)eneficios de la civilización; y, des-
pleg,ando una política suave j pacífioai,
sagaz y contemporizadora, lograron redu-
cir á los aymarás á su autoridad y re-
fundirlos en la inmensa familia khes-
shua, que con tanto acierto venían gober-
nando.
La guerra secular de los kharis y sa-
pallas, terminó con la intervención del in-
ca, quien sirvió de juez mediador y acabó
por sujetailos á su imperio.
El Collasuyu. — lios incas designaron
con el nombre de Collasuj/u todos los paí-
ses aymarás, los que vinieron á fbrmar una
de las cuatro partes en que fué dividido
su imperio, el cual sin embargo, no tuvo
una denominación especial. El nombre de
Tahuatin-svi/u es invención española.
Tüpaj-Inca-Yupanqüi ilustra el
SANTUARIO DE lNTI-KAKA,^Atraido por
la famade Inti-kaka y por la gran devo-
ción que le consagraban los aymarás,
Tupaj-Inca-Yupanqni fué allí en rome-
ría. La presencia del inca tii las aguas
del Titicaca fué aefialada con sucesos
extraordinarios, de modo que se acre-
2
— 18 ~
centó la fó ddl monarca, quien se pro-
puso embellecer esa cuna de sus mayo-
res y procurarle toda la pompa y majes-
tad conveniente para el culto.
Mnndo pues edificar un templo suntuo-
so dedicado al Sol y que fué el más rico
del imperio; estableció una casa de esco-
jidas (ajlla-hiiasijf templos pura el trueno
y el relánipíigo, un monasterio para niños
nobles, y un palacio para su residencia.
La peña fué revestida con planchas de oro
y platíi, y con cortinas de riquísima tola
{komp¿)j y en el camino, para llegar á ella,
levantó tres portadas tapizadas con plu-
mas de keniis ó tominejos. Fíizo cons-
truir, además, grandes tampus li hospede-
rías para recibir á los peregrinos, é insti-
tuyó la isla inmediata como santuario de
la luna, la coya ó esposa del Sol, por lo
que se llamó desde entonces Coya-huaita
(Isla-Coya) hoy Ooati, y se levantaron en
ella templos y otros edificios análogos á
los de Inti-kaka.
Para la custodia de estas islas sagradas,
fundóla población de Cupa-khahuanaimU
rador de la piedra preciosa) y la pobló con
familias escojidas pertenecientes á cua-
renta y dos provincias de las más ilustres
del imperio. .
Tupaj-Inca-Yupanqui ayunó un año
— lU —
entero, absteniéndose de carne y ají, pura
acreditar su devoción y romería.
HuaYNA-KhaPAJ PUORIOüB liASOBRAB
I>B SU PADRE. — Tupaj-Inca-Ynpanqni
dejó á su primojónito y heredero Huayna-
Khapaj al cuidado de las islas. Esto
principe puso á una de sus bijas, en el
ajUa-huasi en calidad de mamacuna ó
abadesa, y conapletó los trabajos de su
padre dándoles mayor esplendor.
Instruido en los misterios de la teogo-
nia de los aymarás, pensó en la existencia
de un ser superior al Sol, y se propuso
sostituir al culto de éste con el del dios
Yaiiri (el que todo lo sabe); pero en balde
invocó á la nueva deidad que se mantuvo
sorda á sus plegarias y sacrificios.
Huayna-Khapaj recorre el Colla-
SÜYÜ. — Cuando Huayna-Khapaj ocupó
el trono, recorrió el imperio siguiendo en
esto la costumbre de sus mayores, y se de-
tuvo largo tiempo en el Collasuyu. Or-
ganizó la explotación del rico asiento mi-
nero de Porco que había conquistado su
padre, y en Ghuqui-apu, pueblo principal
de los Facajis, celebró la gran fíesta del
Raymi, En Tihuanacu le nació su hijo
MancOj célebre más tarde por la denodada
npaña que sostuvo contra los españo-
— 20 —
KSTAÜO DEL IMPERIO Á LA MUERTE DE
Hüayna-Khapaj.— Este príncipe, el más
ilustre (le cuantos gobernaron el imperio
del Cuzco, llevado de su afecto por su hi-
jo Atahuallpa, habido en la bella Pacha^
princesa quiteña, determinó á su muer-
te que éste -fiuedase con el reino de Quito,
y Huáscar, su legítimo heredero con el
resto del imperio. Tal disposición dio en
breve margen á las rivalidades entre am-
bos monarcas, y en su consecuencia, á una
desastrosa guerra civil, en laque Huáscar
llevó la peor prirte, suceso que coincidió
con la venida do los españoles y que fa-
cilitó el triunfo de éstos.
Presagios de la vrnida de los espa-
ñoles.- Cuatro ó cinco años antes de la
conquista, declararon ios ¡/atíris^ kumisjai"
kcis y auguiSy profetas de Cupa-khahuana,
que venía gente nueva por el mar, blanca,
barbada y valerosa, pues por espacio de
algunos meses habían visto á media no-
che un fuego extraño en el cielo que afec-
taba la forma de una pirámide.
Ou.ando Atahuallpa derrotó á Huáscar,
solo el apu Challco, que también era pro-
feta, no tomó parte en el contento de lo i
suyos, flr;Y qnél» le prefjuntó sorprendi-
<lo el inca <r<;no te regocijas como los de-
más.í^» — «Señor», repuso con tristeza el
— 21 —
apii, (íhe observado anoche los astros, y
he visto qae tu seguirás bien pronto 1»
muerte de tu hermano».
Precisamente, en esos días, el piloto
Bartolomé Rnis se acercaba á Tumbez,
conducleudo á Piaarro y sus soldados.
«APlTULO III
Instituciones, — Gobierno y administra-
ci ón . — Idioma.
Instituciones. — Ijos incas mantuvie-
ron laá leyes y costumbres de los ayma-
rás, en cuanto no se ©ponían á las suyas.
Desús instituciones merecen especial men-
ción: la ley agraria, las fiestas civiles y
las fiestas religiosas.
No existía la propiedad. Tjas tierras
de cultivo se dividían en tres porciones
que el Llajia-camuyu indicaba: para el
8ol, para el pueblo y para el inca. El
pueblo concurría á labrarlas en común, de
preferencia las del ?ol, destinadas á sus-
tentar el cnlto, luego las que correspon-
dían á los desvalidos y á los soldados en
tiempo de campaña, seguidamente las su-
yas, y por último las del inca en que en-
tonaban cánticos con el estribillo de ¡ha"
— 22 —
lláálla! que es como decir ¡vítor! ó ¡hu-
rra!
Las fiestas ó distribuciones civiles te-
nían lugar en cada mes, siendo las prin-
cipales : el llallinacu, qneconsistiaen ejer-
cicios militares, carreras de niños de tre-
ce á catorce afios de edad y danzas mar-
ciales de las tropas; el huarachicu, en que
se horadaban las orejas de los vencedores
del llallinacu, en señal de nobleza y va-
lentía j se les vestía con kuarctSy calzo-
nes, quedando así, armados caballeros; y-
el quicuchicu, que era el desposorio de to-
das las mujeres que habían llegado á la
edad nubil. Todas estas fiestas se hacían
con grandes ceremonias, danzas, libacio-
nes y sacri fíelos, presidiéndolas los cama^
yus y los aííquis 6 ancianos.
Las fiestas religiosas principales eran
cuatro: la Khapaj-Retymi, la Situa^ la
Khusquij-raymi y la ñuaraku, y se ce-
lebraban eu los cuatro periodos solares;
los solsticios y los equinoccios; pero la
más notable de entre ellas era la Khapaj-
Raymi ó simplemente Raymi, que tenía
lugar en el solsticio de invierno, y se la ce-
lebraba en honor del Sol^ del rayo y del
trueno.
OOBIBRNO Y ADMINISTRACIÓN. — Para
el gobierno y administración del CoUasu-
— 23 —
yvL, se hallaba constituido en la Capital
del Ouzco uu consejo supremo preeidido
por un personaje de la sangre real que se
comunicaba directamente con el inca.
A la cabeza de cada provincia ó suyu
lijabia un gobernador, también del linaje
de los incas,' encargado de dar al consejo
la cuenta anual del movimiento político y
administrativo de su gol)ernación.
£1 pueblo estaba dividido en cuerpos
de diez, cincuenta^ ciento, quinientos, mil
y diez mil hombres, con sus jefes respec*
tivos, llamados Gamaffus. El jefe de diez
mil se llamaba Un^. La organización del
ejército ee hallaba suJBCa á la misma di-
visión; j el general se llamaba Apu.
Los Tucuy-ricujs estaban encargados de
fiscalizar secretaínente á las autoridades
y al pueblo.
La estadística, la contabilidad fiscal y
los registros civiles, eran llevados por un
cuerpo de contadores reales llamados
QuippU'CamayuSy quienes se valían de los
guippus, unos manojos de cordones anu-
dados de tamaños y colores diversos que
reemplazaban á la escritura y cuya inven-
ción la atribuía el qnippu camayu Catari
''e Khocha-p<ampa á illa, favorito de
aita-Khapaj.
Los hilacatas y ir alie us conservaban su
— 24 —
«atoridud como señores tribataríos del ín-»
ea.
Idiomas.— El idioma oñcial era el Rhes*"
sbua» una de las lenguas más dulces, ar-
moniosas y expresiva» de la América. Los
ineas pretendieron hacerla oHligatoria pa-*
ra todoB los pueblos de su dominio, y ann
cuando la resistencia de los aymarás á ol-^
vidar la suya fuese obstinada^ aquellos al-
canzaron su empeño en muchas provin-"
cias, <;omo se nota en lo» actuales depar-*
tamentos de Cbnquisaea, Oruro, Potosí y
Gochabamba.
TERCERA ÉPOCA
La conquista española
CAPÍTULO I
Descubrimiento de la América, — El
Perú, — Expediciones de Pizarra, —
Captura y muerte de Atahuallpa,
Descubrimiento de la América. —
Hasta filies del siglo XV, la América era
desconocida para los europeos. La descu-
brió entonces el marino genovés don üris-
toval Colón, con la protección de la reina
do España doña Isabel la Católica. Es-
te audaz navegante surcó las aguas del
Atlántico y llegó á la isla Huanahani ó
San Salvador en la madrugada del 12 de
Octubre de 1492, realizando así el más
trascendental acontecimiento de los últi-
mos siglos. En exploraciones posterio-
res tocó con el continente.
El Perú. — La empresa de Colón abrió
para España una época de audaces expe-
diciones marítimas v terrestres. Vasco
Nuñez de Balboa descubrió el mar del
Sud ú Océano Pacífico (1518), fundó la
ciudad de Panará y fue el primero que
— 26 —
tuvo noticias del vasto imperio de los in-
cas, llamado después por los españoles,
Perúf donde, según se decía, abundaban el
oro y la plata tanto como en otras partes
el hierro.
EXPUDICÍONES PE PlZARRO. — Dos sol-
dados aventureros, obstinados y aguerri*
dos, Francisco Pizano y Diego Almagro,
vecinos de Panamá, asociados del cura do
la ciudad don Hernando de Luque, deter-
minaron apoderarse de tierra tan maravi-
llosa; y con este fin, celebraron un com-
promiso, soíiún el cual Pizarro y Almagro
contribuirían con su esfuerzo personal, y
Luque con veinte mil pesos en barras de
oro, que tomó prestados (1526).
Kn la primera expedición los dos aven-
tureros, corrieron grandes riesgos y pena-
lidades. Viéndose sin recursos, quedó P¡-
zarro en la isla del Gallo con parte de la
gente y Almagro regresó con la otra por
socorros á Panamá. El gobernador, á
quien algunos soldados de Pizarro habían
rev^elado su desesperante situación, diri-
giéndole esta expresiva cuarteta, que se
hizo después muy popular: «Pues, señor
ifobernador, — mírelo bien por entero, — que
allá va el recogedor, — y acá queda el car-
nicero», — no sólo negó los recursos, sino
que mandó dos buques para que transpor-
— 27 —
tasen sin tardanza á Panamá, á los infeli-
ces qne habían quedüdo en la isla.
Cuando el comisionado intimó la orden
á Pizarro, éste, por toda respuesta, trazó
con su espada una línea en la arena, y
volviéndose al sur, dijo: «Camaradas y
amigos, por aquí se va al Perú á ser ricos,
por allá se va á Panamá á ser pobres; es-
coja el que sea buen castellano lo que más
bien \q tuviere)». Dicho esto, pasó la raya.
• Sólo trece hombres le siguieron.
Con esta pequeña cuanto decidida ban-
da, perseveró en su empresa, hasta que re-,
cibió algunos socorros y pudo llegar á
l'umpis (Tumbez) donde se cercioró de las
fabulosas riquezas de los peruanos.
Tornó entonces Pizarro á Panamá en
demanda de mayores auxilios, y no en-
contrándolos allí emprendió viaje á Espa-
ña, de acuerdo con sus socios, para solici-
tar la protección del rey (1628).
El rey lo atendió con una suma iusig.
niñeante para la magnitud de la empresa;
pero el audaz aventurero no se desalentó,
y sin pérdida de tiempo, regresó á Pana-
má acompañado de cuatro hermanos que
tenía; completó allí el equipo de la expe-
dición, que constaba de eres navios, cien-
to ochenta hombres y veintisiete caballos
y se dio á la vela (1532). En Pmm
— 28 —
recibió el refuerzo de dos bajeles j otros
recursos, conducidos por Hernando de So-
to. Con estos elementos desembarc<5 en
Tumpis, y penetró en el pais, dirigiéndo-
se resueltamente á Kasii-marca (Caja-
marca j.
Captura y muerte del inca.^ — Cuan-
do ios españoles llegaron á Kasa-marca,
el inca Atahualipa con toda su corte, su
ejército y los habitantes de la ciudad, se
hallaba á una legua de distancia tomando
baños. Pizarro le mandó una embajada,
á la que Atahualipa recibió con muestras
de complacencia, ofreciendo ir al siguien-
te día á visitar al jefe de esos seres miste-
riosos que no podían ser Bino mensajeros
de Dios.
Por las relaciones de la embajada, com-
prendió Pizarro que solo á traición podría
apoderarse de la persona del inca, y arre-
gló su plan en este sentido. Cuando
Atahualipa se presentó en Kasamarca,
conducido en una anda de oro por sus
subditos más nobles y seguido de una co-
mitiva de cinco á seis mil hombj'es des-
armados, sólo el padre dominico fray Vi-
cente Val verde salió á recibirlo en la pla-
za con un crucifijo y un breviario en las
manos; los demás españoles se hallaban
emboscados esperando unn. señal de su jefe.
— 29 ~
El padre Yal verde se adelantó al mo^
«arca j le ín4;imó qae acatara la religión
«atólica y se declarara subdito del rej de
Espala. Atahuallpa rechazó la proposi-
ción con altanería, arrojando lejos de si el
breviario. Afuste acto corrió Valverde,
gritando á ios españoles: «¡Salid, salid,
estáis tardando^ que 70 os absuelvo!»
Pizan*o ajitó nna bandera blanea y so-
nó un tiro. Aparecieron entonces los em-
boscados y se precipitaron sobre los in-
dios haciendo «na espantosa carnicería.
En el momento en que algunos sables de
la caballería se «narbolaban para descar-
gar sus golpes sobi'e el inca, Pizarro se
interpuso con ei brazo extendido, excla-
mando: <tQiiien estime sti vida, guárdese
úe tocar al incaD; y fué herido en la mano,
única herida que sacaron los españoles en
ia jornada {^Noviembre 16 de 1582).
Una vez preso Atahuallpa, ofreció por
su rescate llenar de oro la pieza en que
estaba hasta la altura á que alcanzaba su
mano, puesto él de pie« El conquistador
iiceptó la oferta, pidiendo que llenara .tam-
bién dos veces de plato «1 «uarto inmedia-
to, condiciones que se formalizaron por
escritura publica. Cuando se hallaba reuni-
da gran parte de lo ofrecid©, los españoles
uocedieron á la partija. Almagro ll^ó
— 30 —
en esta circunstancia, y tocó del reparte
El total distribuido ascendió á más de vein*
tidos millones de nuestra moneda actual^
deducida la quinta parte para k. coron»
áe España»
Como les fuera pesado y peligroso se-
guir custodiando á &vt real pi-isionero, re-
solvieron darle muerte» Acusado entre^
otras cosa», de disipador de las rentas d&
su pai&, de idólatra y polígamo» el desgra-
ciado monarca fué sentenciado á ser que-
mado vivo, pena que se hisfo conmutar por
la de garrote á condición de dejar6e bau-
tizar [Agosto^ 29 de lj533}. Pizarro vis-
tió, hipócritamente, luto por su víctima.
Los invasores piosiguieron la conquista
sin mayor dificultad, llegando á apoderar-
se del Cuzco, la opulenta capital del im-
perio-
CAPÍTULO II
Prhner espcmol en el Collasuyu. — Ex-
pedición de Almagro, — Expedicio-
nes á los chunches, — Gonzalo Fiza-
TTO conquista el Collasuyu, — Fun-
dación de Chuquisaca, — Francisco-
Pizarro en Ghuqui-apu,
Primer español en el Cgllasuyg. r-
El primer español que recorrió la provin-
— 31 —
iMíi (le Cbncuito y atravesó el Desagnade-^
i'o. Fué el religioso dominico, fray Tomás
de San Martra, que más tarde llegó á ser
<¡\ primer obispo de Chuqaisaca.
ExPKDicióN DE Almagro. — Para ir á la
conquista de Chile, escogió Alrangio la vía
d^l Oollasuyu, A este fin oríjanizó su van-
guardia al mando de Juan de Saavedra y
<:ompuesta de algunos castellanos y de iin
gran número do indios conduxjidos por
Paullu-Tupaj, hermano de Huáscar y ei
Huillca-humi ó gran sacerdote del impe-
lió. A las ciento treinta leguas del Cuz-
co, fundó Saavedra el pueblo de Paria, la
más antigua población española del Colla-
suyu (1535). Allí se le incorporó Alma-
gro, para pasar luego á Tupiza, y en se-
guida á Chile, fin Tupiza se le desertó
el Huillca-humi que regresó al Cuzco á su-
blevar el imperio contra los invasores, he-
cho que tan rudos trabajos les dio y en
que se realzó tanto la simpática figura del
valeroso Manco Inca.
Los collasuyus no opusieron ninguna
resistencia á los expedicionarios de Alma*
gro, por consideraciones á Paullu-Tupaj,
aliado de éstos. Supo Almagro que ha-
bía glandes vett\s do plata en Charcas, y
«US compañeros le indicaron la convenien-
i a de quedarse allí; pero él repuso: «Ks
— 32 —
poca tierra para tanta gente honraJas.
Mas tarde, hablando con Aionso Alvaru'
do, decía arrepentido: « l*or sólo el servi-
cio del rey y de mí» amigoá^ no he pobla^
do los Ohareas».
EXPEDICIONKS Á LOS CHONOHOS. <-De8-
pués del gran lerantamiento. de Manco *
Inca y de la guerra citíI en que se vieron
envueltos Pizanro y Almagro, )a que ter-
minó con la ejecución de éste, Hernando
Pizarro, hermano de Francisco, organizó
la exploración y conquista de Ámbaya
país de los chunches ó mt(/{<« (Mojos), cu-
yas riquezas ponderaban mucho los pe-
ruanos. Dos expediciones consecutivas,
la de Pedro de Oandia^ j la del capitán,
Pedro Anzures, más comunmente conoci-
do por Peranzures, fracasaron lastimosa-
mente, con gran pérdida de gente, de di-
nero y de caballos.
G0NZA.L0 Pizarro conquista kl Co-
LLASUyu. r- Convencidos ios hermanos
Hernando y Gonzalo Pizarro de la rique-
za del üoliasuyu, emprendieron personal-
mente su reducción. A poco regresó Her-
nando al Cuzco, continuando solo Gonza-
lo con la empresa.
Anoticiados los collasuyus de la inva-
sión, cortaron e) puente del Desaguade-
ro, Las provincias de Consata, Phncu-
— 33 ~
Ha (Pocoña) Chichas y otras .^e coiifecíe*
raron hajo las órdenes del valiente apa
Tiorinaceo, señor de Consata, j levanta-
ron un ejército de cuarenta mil hombres.
Gonzalo Pizarro sólo tenía sesenta.
Con grandes trabajos pudieron recons-
truir el puente los españoles, y después de
sostener algunos combates de poca signi-
ficación, llegaron á ios valles de Khochü'
pampa, donde Tiorinaceo les presentó ba-
talla. Apesar de sus esfuerzos los indios
fueron derrotados.
Gonzalo Pizarro recibió un refuerzo que
le mandó Hernando, y se situó en Anda-
marca, donde Tioricaceo le pidió la paz^
De allí pasó á Chuquúchaca, población
principal de los charcas.
Los charcas aco:r.et¡eron á su vez á los
españoles y los sitiaron con tal energía
que éstos se tuvieron por perdidos; pero
tales prodigios de valor ejecutaron en su
desesperación que al fin lograron vencer.
Referíase que el apóstol Santiago, patrón
de España, se presentó en lo más fuerte
de la refriega para decidir la contienda con
su espada.
t'on la \ictoria de Oíniquichaca, quedó
sometido el Collasuyu á los españoles.
Fundación deOrüquisaca. —Francisco
a
— 34 —
dispiiíio que las fueiziie de Gonza-
i»en u1 nmiitlo lie Peranznres, Á
iciomondó Li fundación de imticiii*
fuci'ft Ciibezit lie estas provínciati.
ei'igió la villa de Uhiiquisaca en
[> eilio en que existia I» poMauiÓii
i (153i)). Lliiiiiái-onlii después sus
\ja-riafa por su ÍDiiiodinrióii ni
niñero de Poi-co; y fué [mbladn por
jípales españoles que habían ve-
Peiii.
íiaCO PlZAaROKM Ohuquiapl'. —
II de atender ¡mncdiatnmente los
de Charcas, Friincísco Pízihtoví-
i Ohuqniapu, dontlo pennaneoin
días. A sil ruclta fue aseBÍnado
poi' los parciales de Almat'!'»
IJAI'lTULO III
'.enamae de Barcelona; subie-
nda Gómalo Pharro. — Suce-
'. Ckuquisaca, — Centeno y Car-
■ "guerra de talones." — Comba-
I'ocona. — Misión de Gasea;
no reorfftaiiza sus fuerzas.—
'¿a de Huarina: Jin de la eu-
ñón.
¡HJBNANZAS DB BaíIC)1I,0NA; 81!-
ÍN DR OoNKALO PiZAlíItO.— IjOs
— 35 —
couquistadores se apoderaron no sólo de
las tierras, sino fambién de los indios, á
titulo de doctrinarlos en la religión. Ks-
ta apropiación se llamó «encomienda».
Xios inauditos abusos que los (r encomen-
deros^ cometían, llamaron la atención del
emperador Carlos V, quien dictó en Bar-
celona, á influjos del filántropo fray Bar-
tolomé de las Casas, unas célebres orde-
nanzas encauiinadas á reprimirlos ('1 542).
Encargó su ejecución á don Bla?5co Nu-
ñez de Vela, á quien lo invistió con el tí-
tulo de Virrey del Peni.
Estas ordenanzas causaron profundo
disgusto á los conquistadores, y todos di-
rijieron sus miradas á Gonzalo Pizairo
quien trabajaba sus minas de Porco. Pi-
zarro, después de alguna vacilación, ce-
dió á sus instigadores y se arrojó en bra-
zos de la rebelión. Cuando llegó á Lima
todo el Perú era suyo.
Sucesos de ÜHUQLfiSACA.r— Los veci-
nos de Cbuquisaca, poco entusiastas por
la causa de Pízarro, so reaccionaron, ape-
nas éste dejó el país. Pizarro envió en-
tonces en calidad de gobernador á don
Francisco Almendras, hombre de carácter
>rpey sanguinario, por lo que provocó una
ueva reacción encabezada por don Diego
Centeno y en la que Almendras fué muerto.
— •36 —
3 Toro, tejiiuiitc ile PízHi'ro, inar-
•a, Centeno, quien, apeaar de &us
tuvo que dispersar sn ¡^enie y
e en übichas, acechando al^unii<
inra volver sobre las anuas, co-
;o eu efecto, »l retiro de Toio.
NO Y CaRBaJíL; «ODERKA Dlí
». — Gonzalo Pizarvo eoiaisionó Á
leisco (Jarbajal, el inÁs experto
ipitanes, prira que pusiese en or-
cofas de Chuquieaca, Oai-bajat
taiiamente llamado el ndenioüio
Yiidtiso, pasaba entouees de los
nBos, pero teuía todo ol vigor j
lad de lajuventiid.eíacruel, ven-
motdat, y era entre los moldados
>ea el más expeiiiuenutdo en la
10 hnbia piisido j'a el UesagiiU'
ndo Hupo qiio tenÍK á m frente á
. Menos entendido y menos re-
ne éste y viéndose con fuerzas in-
optó por la retirada,
jal empezó á picarle la letagnar-
e el Desaguadero basta Chayan-
iteno no le llevaba sino con una
lantera que su perseguidor no po-
ir. bln Cbayanta, mediante UDa
aniobra, conlfa marchó Centeno
cción al Cuaco; pero Carbajal, otra
-— 37 —
vez cerca de ól, fué siguiéndolo, hasta que
«.quél tuvo que die.persar sus fuerzas más
4vllá de Arequi^ia. Esta campaña, nota-
h\e por sus uai4 peripecias y «n que los
«uemi^ros se poulau á la vista todos los
días sin poder irse á las manos, se ha lla-
mado en la historia, ia ((guerra de talo-
iQesi>.
Combare be Poconá, — Lope de Men-
<loza, teniente de Centeno, se retiró á Pa-
tona á organizar nuevas fuerzas. Garba-
jal no tardó en pwiórsele á su frente. El
-choque fué inevitable. Pelearon de no-
*<3he j la suerte favoreció á Carbajal. Des-
bandada la gente de Mendoza, el «rdemo-
•nio de los Andes», pasó á Chuquisaca y
Potosí, que ya era un pueblo de conside-
Tación, castigó cruelmente á 4os enemigos
<le Pizarro, y regi-esó después á Lima á
^reunirse con «u caudillo.
Misión de Gasca:; Centeno reorga-
niza sus fuerzas. — Anoticiado el empe-
rador Carlos V de la sublevación de Piza-
rro, envió al licenciado don Pedro de la
Gasca en ealídad de gobernador para que
pusiese en paz a»l Perú, La presencia de
Oasca, las craeldaddfe de Carbajal y lade-
t>ilidad de carácter de Pizarro, enajenaron
4 éste todos sus prestigios, y sus partida*
ios empezaron á desbandarse, Diego Cen-
teuti reoi'gaaizó siig fuerzua, ae aiuduró
audazmente del Cuzco y se dirijióá Char-
En tal situaoióu, Pizarro se vio preci-
Bailo ¿ abandonar Lima para hacerse fuer-
te en el sud; pero como CenUiuo le tenia
cerrado el paso, lo propuso que le dejara
retirai-ae á Chile ú otra («giÓQ leja-
na. Centeno, seguro de acabar imju el
rebelde, no accedió, marchó i, su eucuen-
■ tro, y eu Huarina se avistaron ambos ejér-
Batallade HoAaiHi) fin dk la su-
blevación. — -Todas las probabilidades
del triunfo se hallaban á favor de Cente-
no, que contaba con cerca de mil hombres,
mientras que la fuerza de Pizarro no lle-
gaba á quinientos; pero la táctica y peri-
cia de Carbajal que dirijió ol combate su-
peró al número, y Centeno fué derrotjido
(Octubre 20 de 1547). lísta batalla fué
una de las más reñidas y sangrientas de
'-- "-.ubo en esos tiempos.
i buena estrella de Pizarro EÓlo
¡liado momentáneamente. Gas-
¡ó poco después en Sajsab'iana,
cambió para siempre el parti-
i Fizarroa, Hechos prisioneros
y Carbajal, fusron ajusticiados
-^ 39 —
CAPÍTULO IV
Deécuhrimieniv de Potosí: — Funda-
ción de La Paz. — Eocpedidón de
Nufto de Chavez.— Alzamiento de
don Sebastián de Castilla. — Muerte
de Castilla; misión de Alvar ado,-^-
Caracteres de la conquista española.
— Introducción del catolicismo.
Descubrimiento de Potosí. r-Coinci-
tlió con la rebelión de Pizarro el descubrí»,
miento de las minas de Potosí, que tuvo
lugar un día jueves á mediados de Enero
de 1545, por el indio Huallka, natural
de Cbumbivillcas, de oficio traginero en el
asiento mineral de Porco. * Huallka, co-
municó su descubrimiento á otro indio lla-
mado H uanca, natural de Jauja, con quien
poco después tuvo una desavenencia, la
que ocasionó que H uanca revelase el se-
creto de esta fortuna á su amo el capitán
don Juan de Villarroel. Este tomó pose-
sión del cerro y comenzó á explotarlo en
compañía de don Diego Centeno. Las
vetas más famosas fueron la «RicaD, la
«Descubridora de Centeno» y la «Mendie-
taJD.
Pronto se pobló F*otosí de españoles,
— 40 -^
{legando á ser ki tí lia de más uotíibran-^
dia quería existido en América, y su ce-
tro el más eoDsideVHble emporio de rique-
sas del mundo.
Fundación db- La Pa2.— De&piiés de
la batalla de SajsaBiiana, €hiBea eneargó
al capitán Alonso d« Mendoza la fuuda^
eión de una ciudad en et vaüc de Chuqni-'
apu^ en memoria de (a paz que Tmblan nl^
eanzado los disturbios del Perór Gasea,
recordando una frase de Táeito, recomen-
dó á Mendoza que estableciese la nueva
población ccon mayor número de buenas
costumbres que de leye»>. Mendoza prin^
cipió la fundación el 20 de Octubre de
1548, primer aniversario de la batalla de
Huarina, dándole el nombre de «Nuestra
Señora de La Paz», pero por mucho tiem^
po sólo se la llamó el «{Pneblo NuevoD.
Una de las causas principales que de-
terminó la elección del Talle de Chuqui-
apu para la edificación de la ciudad, fué
sn posición céntrica entie el Cuzco, Are-
quipa y Chuquisaca.
Expedición de Nüflo de Cha vez. —
En 1548 tuvo lugar la expedición más fa-
mosa de esos tiempos, después de la veri-
ficada por Orellana en el río Amazonas^
Don Nuflo de Chavez, partió con tropas
de8d« el río Paraguay hacia Charcas,
_ 41 -•
Atravesó la región Hel Cbnco eii ioáxt su
vasta extensión, avanzó hasta el Cuzco
donde platicó con Gapca, y volvió despucd
por la misma ruta, sin ninguna novedad.
Alzahii<;nto du don Skbastján de
Castilla. — Apesar del tino administrati-
vo de Gasea y de la severidad de su
gobierno, no se extinguió el espíritu de
revuelta en los castellanos. Vasco de Godi-
nes y Egas de Gu'/.mán, soldados belico-
sos, empezaron á conspirar, instigfnudo al
general don l'edro de Hinojosa, correji-
dor de Cluirchs y uno de los Ivonibres más
ricos de su tiempo á quct los presidiera;
pero viendo su irresolución, eligieron por
jefe á don Sebastián do Csistüla, scgun:lcn
del conde de la Gomera, joven codicioso y
disipado, fiílto do carácter y por lo mismo
j por los prestigios de su nombra, el más
adecuado para servir á sus miras.
La conjuración estalló en Cbuquisaca
en la madrugada del 6 de Mayo de 1553.
Penetraron los conjurados en la casa de
Hinojosa, le dieron una muerte cruel y sa-
lieron luego á la plaza gritando: €; Viva
el Rey, muerto es el tirano».
Egas de Guzmán que se había situado
en Potosí, secundó inmedintaraenteel mo-
vimiento de Cbuquisaca.
Castilla se proclamó capitán general y
— 42 —
justiciH inayor y envió una expedición so,
bre La i az, al propio tieirpo que Efías de
(ruzmmi destacó ofm sobre la misnuí ciu-
dad; pero, puestas en contacto en el ca,
•nino ambas expedicionás se reaccionaron
plegandose a las fuerzas del correjidor do'
liíi Paz, mariscal don Alonso de A I varado
Muerte m Castilla; mlsión in: AlI
VARAi)o.-~l'(,reste j oíros sucesos cnn-
dio la anarquía en Uhuquisaca. (bastilla
que era impotente pnra fiominarla, perdió
la adhesión de sus cómplices, y e\ \ntvU
gante Vnsco Oodincs acabo por coserlo á
estocadas exponiendo en seíruida su ca-
dáver en la plaza (Mayo 11 de 1558). A
la reacción do OhuquísMca siguió la de Po.
tosí, j Egas do Guzmán corrió la misma
suerte que Castilla.
^^utretHuto, el mariscal Alvaradó había
sido comisionado por la Audiencia de Li.
ma para restablecer el orden en Charcas,
Alvaradoqjerciósu misión semblando el
espanto en Potosí y Ohuquisaca, al pun-
todo hacerse llamar el «Nerón» por los
mismos suyos. No dio cuartel á nadie,
lor el espacio de cuatro meses se succe-
dieron las ejecuciones y otros castigos y
no se suspendió esta época de terror RÍno
a la noticia de la sublevación de Hernán-
dez Girón en el Cuzco, á donde icarchó
— 43 —
con siKS fuerzas, cabiéndole la mala suer-
te de ser denotado en Chyqni-'inca, con-
traste que le afectó tanto, que á poco mu*
rió de pesadumlno. La sublevación de
(jrirón sucumbió sin enibaríjo en Pucará,
y con este hecho quedó asentada la pa;^
entre los conquistadores.
Cakactkres de la conquista espa-
ííOIiA. r-íia empresa de subyugar la pode-
rasa nación#peruana por nn puñado tle va-
lientes, será siempre un titulo de inmar-
cesible gloria para los que la acometieron;
pero tan brutalmente explotaron después
su triunfo que toda la admiración que des-
piertan sushazañas, queda osbcurecida por
el sentimiento de aversión que inspiran
las crueldades del vencedor y por el sen-
timiento de lástima que inspiran los mar
tirios del yencido. Los españoles solo
querían oro, y á este, fin sacrificaron el
porvenir de los pueblos conquistados y
lue^^Q el suyo propio, matándose entre
ellos, en odiosa disputa, por arrebatarse
los ensanj^rentados despojos de su vícti-
ma. El poeta español Quintana ha que-
rido disculparlos diciendo:
«8u atroz codicia, su implacable zana.
Crimen fueron del tiempo, no de Espafia».
Introdüccíón del catolicismo. — Los
_ 44 —
coju|Uist:n lotes tiíijoton la religióíi cató-
lica en la punta ile ia espada. Con po«
quísiinas excepciones, toda la cohorte de
frailes que seguíii á los soldados españo-
les en sn>í aventuras, trató de conquistar
almas para el cielo por los mismos medios
de violencia con que aquéllos ganaban
tierl-H8 para su soberano. Bst^ sistema,
con el (jüe no se tocaba el corazón de los
naturales, ni se encendía W llama de la
fé, solo produjo cristianos por temor ó poi
cálculo, y ha dejado una herencia de tra-
bajo arduo y perseverante para los que,
posteriormente, asumieron el papel de ver-
daderos apóstoles evangélicos.
►
CÍIARIA ÉPOCA
El
CAPITULO I
ttéghnen coloniaL — Creación de la
Audiencia de Charcas.'-^Grobiemo
de don Francisco de Toledo^-^Pote-
8% 1/ la "Mita'\ — FúndaxÁón de
Cochahamba, — Id, de Tarijai-^Id,
de Santa Cruz de la Sierra, — Id, de
ühuro.-^^Erección de obispados,
RÉGIMEN ÜOLONIAt/. — Pasado el perío-
tlo (le disturbios, que constituye la épocn
final de la conquista, España se contra-
jo á la organización de sus colonias, que
'había ile poseerlas por el espucio de tres
Biglos (1583r-1824).
Un tribunal supremo constituido en His-
pana con el título de Consto de Indias,
atendía los asuntos de las colonias. A
este consejo se debe la € Recopilación <le
Indias», código de leyes que rigió en la
América española.
Las colonias se dividieron en virreyna-
tos y en capitanías generales y audiencias
— 46 —
anexas á los virrey »atoá. Cada circuns-
cripción teiTÍtopiai ó provincia, estaba go-
bernada por un eorreji<loi«.
Creación de la Audiencia dk Char-
GAS.~En 15&9 9eerígi6 I» Audiencia de
Charcas con asiento en Chuquisnca y de-
pendiente del virFoy dé Lirní), y fué su
primer presidente (fon Pedro Ramirez der
Quiñones. Se extendía 8« jurisdicción (t
la provincia del Tocumán, al Paraguay á
todo lo que ahora comprende el depar-
tamento peruano de Puno; y el cabildo de
Chuquisaca gozaba de la& miomas preemi-
nencias que el de SevRla,
Gobierno de don Francisco, de To-
ÉEDO.-%De los treinta y seis virreyes del
Perú, á cuya autoridad se halló sujeta la
Audiencia de Charcas^ el que más dies-
tramente administró el país fué don Fran-
eisco de Toledo, de los condes de Oropeza
(1569 — 1581). Recorrió el territorio du-
dante dos años; procnu^lgó en Chuquisaca
ks «Ordenanzas de Mineríai); finido las
eiudades de CoíAabamba y Tarija; dictó
ieyes para los indios sobre la base de las
leyes khesahuas; fij<í lo» tributos; divi-
dió el país en provincias; dejó asentado el
derecho del «Patronato»; regularizó laad-
ministraoión; Aoüscentó la hacienda y es-
tableció la piiz firmemente.
d
— 47 —
ToTOSÍ Y LA «Mita».— » Las fabulosas
f)rodnccione8 del cerro de Potosí, al que
íun cronista llama (ímónstruo de riquezai),
^atrajeron toda la ateneión de los gobier-
aios coloniales. Don Fthucísco de Téle-
nlo com prendí ei>d o que en sus rendinaien-
ítos estribaba la vida rentística de la Me-
trópoli, empeáadu- entonoes en costosísi-
iniis gueiTas, ideo el raedio de fomentar
^n explotación proporcionando trabajado-
res á los mineroe, y creó la mita.
Mita quiere decir, turno. Toledo em-
|)adronó cci«a <ie ochenta mU indios re*
|)artidos en distintas poblaciones hasta
Jas ciento cincuenta leguas de Potosí, y
.señaló de esta nmea la séptima parte co-
mo la cuota anual de u^bajadores que
debían asietirál labor^©o-de las minas. Se-
gún este sistema, entibando el indio á ser
tributario dc&d« 3os dlezioclio -años hasta
los cincuentíí, tenía que emplear cinco
aiños de mita y 'en Jos cinco, dieziseis
meses de trabajo.
Tal institución, que se mantuvo duran-
te todo el coloniaje, «atisó la pérdida de
-cérea de ocho mij Iones de indios, que pe-
recieron víctiaias 4.1 el trat;ajo y de la in-
temperie.
Fundación de Cochabímba.— El vi-
icy Toledo comisionó af «apilan don Ge-
— 48 —
ráüimoile Osorio, Ih fiinJucióii i
liad en los ImvmoBos valles J<
pampa, In que se llevó á cabo
deKanata (1570). Mns, com.
no fuese aparente, la A.iiiliencis
cas dio nueva comisión á dos
Barba de Padilla, quien echo
tos de la ciudad eii el punto doi
mente se halla Cochubamba, c
bre de Villa de Oropem, en h
virrey (Enero 1." de 1574). 1
tiempo se llamó. aei, hasta q
su nombre primitivo.
Fündací6n db Tahua.;-
de Tanja fué fundada en el
que 1,1 da Cochabamba, por d
Fuenles f Julio 1 de Í574). I
fio el vírr,:; Toledo para la ed
esta ciudad y la de Tupiza, c(
contener las invasiones de loa
riliuanOB
Fundación db Santa Cí
Sierra. — Don Lorenzo Suare
roa fundó en 1595, con autoi
virrey don Hurtado de Mendi
dad de San liOrenzo de la Fi
se hizo capital de la provine!
Cruz de la .-'ierra, tomando en
te nombre.
Fundación db Orubo,— i
t'.uencia do lu pios|
las luinas <lei gri
Vru, en los llanos
PAdill» ruiiJó ni p
Tilla (le San Feli
qiieilaiio eou el no
Erección dk (
do de Chiiqiiisnea
]5&1, y fué sil prí]
de San Martín.
Oruz, máa coniui
lie Mizque tí la 1
160¿. E\ obispal
en 1(109. En ese
Ja Platn ascendió
su primer (irzobit!
fray Lilis López de
. elTacL.mán,Pai»
cap:
üeiiu ccíones. — O
Vascongados.
Alonso de l'c
mestizos. — Id.
— Conjuraciói
diencia de Cki
virreinato de
RkDUCC IONES.-
— oO —
ViiBtas regiones habitadas por las tribus sal<*
vajea de los chunchosy e hirihu anos, preo-
cupó coiistaütomeHteá los eápañoleSi Des*
df^ 1561 hasta 1566 expedicionaron succc*
sivaraente á descubrir y colonizar el terri-
torio de Mujus, poblado por ios chunches,
los capitanes Juan de Nieto, Antonio de
Gastos, Diego Alemán, Juan Alvarez
Maldonado y Gómez de Tordoyaj sin que
ninguno hiii»ioso podido lograr su intento.
Posteriornienie, desde 1015 hasta 1638,
don Pedro de la fígui y ürquiza, <5 Egús-
quiza, se consa^^ró á esa conquista, y gas-
tó de su peculio más de doscientos mil pe*
sos, sin ningún fruto.
El capitán don Andrés de Manzo, em-
prendió en 1556 la reducción délos chiri-
huanos. ' Rstablccíó las poblaciones do la
I barranca y de la Nueva Rioja; peix) los
indioi! se le Fublevaron, arrazaron las po-
blaciones y le dieron muerte. Su com-
pañero el célebre don Nuflo de Cha vez cc-
rrió idéntico Hn.
Íjü reducción de los chunches y chiri-
huanos llegó á hacerse, pues, una empre-
sa imposible, y todo cu«nto se avanzó en
adelante fué debido a las misiones de re-
ligiosos, agustinos, jesuítas y francisca-
nos, que á costa de sagacidad y pacien-
cia sometieron un buen número de tri-
rmá
— 51 —
hus salvajes. Las Doisiones jesuítas, so-
bretodo, establecidas con empeño y sabi-
daría, alcalizaron un alto grado de pro-
greso, digno de tan extraordinaria coiigre«
gación.
GUBRRAS DE V1CUÑA8 Y VaSCONGA-
Di)S. — A la par de sus riquezas ofreció
Potosí, desde su descubrimiento, escánda-
los y disturbios incesantes. Como los
vascongados hubiesen llegado á apoderar-
se de casi todos los destinos públicos y á
adquirir grandes riquezas, despertaron la
emulación de los demás españoles, los
ouales, unidos á los criollos, les declara-
ron guerra siu cuartel. Ufesabau, como dis-
tintivo, sombreros de luna de vicuña, de
donde les vino el nombre de Vieuñas, y los
vascongados adoptaron por divisa un pa-
ñuelo blanco á guisa de toquilla.
La lucba fué tenaz, encarnizada, con
asesinatos, robos y otros crímenes, sin que
la autoridad pudiese impedirla, á pesar de
su diligencia. Ella duró más de cien años,
costó un gran número de víctimas, hubo
batallas formales, se gastaron muchos mi-
llones y fué harta en episodios y lances
heroicos. Se aplacó desde 1624— en que
el general de los Vicuñas, don Francisco
del Gustillo, casó ¿su hija única, doña
Eugenia, con don Pedro Oyauume, hijo
— 52 ^
del geueral de los Vascongados, don Fran*-
cisco, llevándole setecientos mil pesos de
dote, — hasta 1636, en que recrudeció,
prolongándose por el espacio de cuarenta
años más .
Conspiración de Alonso de Yañez. r-
Por el año de 1612, un hidalgo, don Alon-
so de YañeZy organizaba una seria cons-
piración en Potosí para desconocer la au-
toridad real. Tuvieron conocimiento dé
sus trabajos el Prior de San Agustín j
otro fraile, los que denunciaron el hecho;
y Tañez y sus compañeros pagaron su
intento con sus cabezas.
Sublevación de mestizos. — Los mes-
tizos ó cholos de La Paz, encabezados por
Antonio Gallardo, alias el PhüincQ se
sublevaron el 1.** de Diciembre de 1661,
dando muerte al correjidor don Oristóval
Cañedo y varios oficiales y entregándose
al robo y otros excesos. Parecía tomar
las trazas de una guerra social, cuando el
alcalde de la ciudad, don Agustín Zega^
rra de las Roelas contuvo con energía el
tumulto, castigó severamente á los prin-
cipales cabecillas y recobró la plata y al-
hajas saqueadas. Gallardo pudo salir de
La Paz con alguna fuerza, y se dirijió á
Puno, donde murió en el asalto que dio á
esa ciudad.
— 53 —
Stjsleyaoión bb Alejo GaiiAtatud.-^
OoQ el propósito de impedir que lo3 indi*
^enas coHtri bajen tes se eximiesea de sa
obligación alegando sei mestizos, el yirrey
Marqués de Castel fuerte, ordenó en 1730,
«na nueva revisita de tributos. La veri-
íicaba en los valles de Ooeliabamba don
Manuel Benero y Balero, cuando se es-
parció la voz de que en el empadrona-
miento-debían ser incluidos los mestizos.
Este rumor que las autoridades trata-
ron de desvanecer, impresionó fuertemen-
te al veeindario^ y un platero, Alejo Cala-
tavud, hombre de carácter, se puso á la
cabeza de los cholos y se hizo dueik> de
la dudad á la voz de «¡Viva el rey, y
ma^a el raai gobieino». (Noviembre 29
de 1780).
El alcalde don Juan Matías de Q:«r«
dogui quiso restaurar el orden con cua-
renta españoles armados; pero los suble-
vados lo rechazaron matándole dieziocho
hombres. El Visitador se esforzó por sin-
cerar el objeto de su misión, pero sin éxi-
to. Entonees intervino el clero, y no sien-
do aúü bastantes sus influencias, se reunió
el Cabildo. Galatayud le impuso que se
"ometiera á tus determinaciones y decla-
ó que sólo ios criollos ejerciesen cargos
DÜblicos. En esta virtud y á indicación
~ 54 —
•ny*, fueron nombrados alealdee» don Jo-
sé Mariscal y don Francisco Rodríguez
Garrasoo. tSalatayud tenía á la saaón doe
mil hombres. Pero Rodríguez Carrasco
nsó de perfidia con él y lo hizo preso, des»
baratando de este modo la insQrreceión
que iba tomando cada día más cuerpo. Bl
valeroso caudillo sufrió^ pues, ia pena de
garrote (Enero 31 de '1781) »Sn cadáver
fué hecho coartos, se colgó en la horca
uno de sus brazos con un bastón en la ma«
DO, j su cabeza fué remitida á Chnqu ¡sa-
ca. Carrasco hizo ahorcar, además, á.ios
principales compañeros de Oalacayud, y
llegó el número de víctimas á veintiocho,
&ONJURACIÓIÍ DB VkIíA. — En 1739, al-
gunos vecinos de Oruro, presididos pf>r
don Juan de Vela de Córdova, se conjura-
ron con el propósito de cortar los abusos
de autoridad de que era víctima el pne<^
blo, y i^dactaron un «[manifiesto de agrá*
vios» para liacerlo circular en los demás
eorrejimientos; pero Bernardo de Üjeda,
que se encontraban en el secreto, denun-
ció el he<cho ante el correjídor don Mar-
tin de Espétete, quien aprehendió á los
conjurados y les hizo sufrir la pena capi-
tal. El traidor Ojeda recibió en premio
de su perfidia, el cargo de Protector de in-
dios.
^ 55 —
Alonso de Yañes, Antonio Q-alla^^do,
A lejo (Jalatayuil y Juan de Vela de Cór-
ilova> pueíien ser considerados como los
pt-eciireores de la independencia.
La Audiencia db Charcas m ihcior-
PORA AL VIKRKYNATO DB BUENOS Al-
RBS. — Constituido el virreynatodo Buenos
Aires ©n 8 do Agosto de 1776, I» real cé-
dula de efla* fecha mando que fuesen in*
corporadoB'á él todas las provincias suje*»
tas á la Audieucta de Chareas, segregan-
dolas del virreinato de Lima. Csta sepa*
rncióu se efectuó sin ningún eml>arazo y
sin causar graves entorpecitniontos á la
iMlmi Distrae ton .
CAPÍTULO III
Él gran alzamiento de indios^ los Ca^
taris. — Sucesos de Orw^o; Sebastián
Pagador, — Sublevación de Julián
Apasa; cerco de La Paz. — Cerco de
Sorata,—^Fin del gran alzamiento;
Suplicio de Tupaj Catari.
El GRAN AfiZAMIENTO J)K INDIOS; LOR
CATARlS.->Tonjá8 Catari, in<l¡o principal
de Macha^ no habiendo encontrado justi*
cia ni en Potosí ni en Buenos Aires, has-
. 56 —
(a doDde fué á (fnejsrse contra los v
manes que eufrieva del goberDaiIor de
«omunidades den BIm Bernal,. resol v¡(
canzai'la de brb manoe; y propagó con
te ña que babia obtenido del rey la n
ja de los tribntoíi. Gl eorrejidor
JoaquiD de Aloe, lo remitió pre^o á P
tit EntoBcea sus bermanos, Dámae
Nicoláa Oatari, ee tamnkuaron en Ms
y degollaron á Bernal, y poco de8|
eiiaado se formaba en Pecoata el pa<
para la mita de Potoei, prendieron á ,
y otro» espafioles f'Agoato IS de 17
Sólo pude escapaFelcnra Arzadum, qi
se dirijió á Obaqnisaca para eangear I
bertad del eorrejidor con la de Toman
tari.
Una vez libre Catan, ae pufo á la
beza de los insurreetos y propagó el c
miento por los pueblos de Charcas, (
ro, Cocbabamba y La Paz, La Aué
eia despachó faerzas para prender h
tari. El capitán Manael AcnBa, al i
te áe ina partida, lo consiguió; pero
mo los inilioa pe precipitasen sobre él ;
B«yos para saJTar á sa candilto, fueroi
■aedíatamente mnertoB Cntari y «u st
tario, acción que los TÍctimartos pag:
á seguida con sus ridas (GRere- 9
1781);
Dámnso y Nicolás ■ 'atavi asumieron cí
niíindo: rechíizaron A 4íis fuerzas del co*
mandante Ignacio Floie?, ocuparon los
pueblos de Pitantora, Quilaquila y Potó-
lo, j cercaro» Chuquisaca con docu mil
indios.
Todo el vecindario se puso en amias,
llegando al nümevo de cuatro mil los com-
batientes, que atacaron en dos ocasiones ú
los sitiadores, matándoles mas de qui-
nientos indios.
Kn esto, la Audiencia ofreció el premio
de dos mil pesos por la cnhezu de cada
nno de los Cataris. lios venales indios
<le Pocoata entregaron preso ¡i Dámaso,
que fué ajusticiado (Abril 7). Los indios
de Aullabas movidos por el mismo incen-
tivo hicieron lo propio con Nicolás que
corrÍ3 idéntico fin (Mayo 7).
SüCKSOS 1>K OliUHO; StíB.ASTJÁN PaGA-
J)OR.r-Rntretíinto, Ims autoridades de Oru-
ro, auienazadas por los indios de sus pro-
vihcins, jiaiíían acuartelado trescientos
hombres del pueblo para su resguardo. Es-
tos, lejos de di^ponerse á la íiefensa, so al-
borotaron á ia voz de Sebastián Pagador,
mestizo popular é intrépido (|uo los exitó
á la sublevación protestando contra las
autoridades europeas (Febrero 10), Las
autoridades tuvieron quo asilarse en una
. 58 —
lik pinza del R'3gac¡
3IILC uLiicitdn y luo^
ido tití ellu casi todc
scapando npenaa el ■
idos á Oi-iiro lo» in
iniientos, pioBÍ^nieri
ción, qne no se cont
irrejldoi' do Cootlab
ilobüB logró batirlos
le y Tapiicaií y peí
KVACrÚN riK Julián
Paz ^La siiblevaoi
blit sido seguida en
endiente de los inca
iel Tupa,í-A.[narii, qi
piones á aquél'os, li
itadas por Julián A]
de Ayouyo.
tode (¡i'an cai-ácter ;
in. ¿xplotniíilu liis
aru, Be invistió del
l'erún, tomó el noo
se asesoró del meati
Chiiqnimaniani, «lat
5 un cronista, y dio
a. (Marzo, 1781}.-
k'.wiú., mil iiKlio.^d
— 59 —
ber ocupado Puno ooii ventajn, cercó La
Paz, que la defendía el bngndier don Se-
bastián de Seguróla. El asedio fué obs-
tinado, encarnizado, con invasiones fre-
cuentes á la ciudad, con incendios de ca-
sas, matanzas y combates cuotidianos. La
defensa, á su vez, era enérgica, desespe-
rada y bien dirigida. Dos divisiones, la
una de quinientos hombres mandada por
G avino Quevedo y la otra de mil manda-
da por Ayarza, y que habían partido de
Oochabamba y Oruro en auxilio de La
Paz, fueron batidas por los indios. Des-
esperaba ya la ciudad con ciento nueve
días de asedio, en que era presa, además,
del hambre y de la peste y en que Tupaj-
Oatari le había tomado cinco cañones y
otros elementos, cuando una fuerza de dos
mil hombres, mandada por la Audiencia
y dirigida por el comandante Iguacio Flo-
res, an-emetió á los indios y, rompiendo el
cerco, se abrió paso á la ciudad (Julio 1.®)
Este oportuno socorro reanimó el espí-
ritu dé los sitiados; pero nuevas embesti-
das de Tupaj-Oatari y nuevas ventajas
por él alcanzadas, pusféranlos otra vez en
situación apretada, y como cundiese la
lesmoralización en la gente de Flores, és-
i se vio precisado á retirarse á Oruro en
lemanda de mayores refuerzos, con loque
— i){) _
fetí restableció el cerco, que se prolongó
por setenta y tres días más.
Cerco de Sorata, — Entretanto la su-
blevación de Tupaj-Amaru en el Cuzco se
había extinguido, sufriendo este caudillo
uuo de los suplicios más bárbaros de que
hace mención la historia; y un pariente
suyo, l)ie<{0 (Jristóval, se había retirado
con el resto de sus tropas á las provincias
de La Paz. En ellas reforzó su hueste,
y con catorce mil hombres puso sitio á
Soraia, que servía de refugio á los blan-
cos y sus caudales. No pudiendo tomar
la población por las armas, represó las
aguas que caeii del lUampu, y rompiendo
después el dique las precipitó sobre las
trincheras. Jja inundación fué formida-
ble; duró por el espacio de cinco días, ate-
rrorizó á los habitantes que dejaron de
atender á su defensa, y Tupaj-Amaru
aprovechó del pánico para devastar el
pueblo y hacer cerca de veinte rail vícti-
mas.
Fin del gran alzamiento; suplicio
DE Tüpaj-Gatari. — El segundo cerco de
La Paz lo sostenía una mujer famosa, la
Bartohna Sisa, esposa ó concubina de Tu-
paj-Catari, quien corrió muchas peripe-
cias durante esta campaña.
Con el ejemplo de í^orata, los sitiadores
— 61 —
represaron á su vez en Achachí-kala, el
río Olinqui-apu, pero el dique reventó ano-
tes de tiempo cargando con los trabajado-
res. Sin embargo, la ifiundación fué im«-
petuo&a, llegó á subir en partes á veinte
varas, rebasando por los tres puentes de
piedra que entonces tenia la ciudad y des-
truyendo totalmente el de San Francisco
y mnchas casas de la ribera (Octubre 12).
Para bien de La Paz, pasados cinco días,
llegó el teniente coronel don José Rese-
guin con un ejército de siete mil hombres,
después de haber derrotado ea Yaco á los
caudillos Muyu-Puraea j Khespi, y puso
en dispersión á los sitiíidores.
Tupaj-Catari capturado por una traición
ea Ohinchaya, fué llevado á Peñas, don-
de lo sentenciaron á morir en la misma
forma que Tupaj-Araaru: atado vivo por
pies y manos á las cinchas de cuatro ca-
ballos quo debían partir por direcciones
opuestas, fué destrozado en medio de ho-
nibles padecimientos ^Noviembre 5^. Su
cabeza fué llevada á La Paz, y el tronco
y miembros se colocaron en las entradas
del alto de esta misma ciudad.
Este fué el último episodio de la desr
esperada guerra de razas, que ensangren-
tó el suelo alto-peruano durante los anos
1780 y 1781, y que costó más de cuaren-
— üá —
tn mil víotiuMiB á lo8 espaBoleB y un n
mero mucho mayor á loe ioilioe. Otn> h
bría aillo el resultHtlo de semejante co
tienda, si los indiOB haoeD causa eomi
con los criolloa, ai tratnn con menoa re
cor á loa eapftÍDlea y ai íhtoohu los iol
raffis de todos los amerícandf'; pero ni
gueira con tul espíritu se iba prepuram
en ol coraión de los hombres y ood el
debía inaugiirarae el siglo XIX.
■ OAPÍTÜLO IV
li^es que tuvo España durante el c
loniaje. — Política colonial. — Laut
versidadde Chuquisaca. — Atto-fr
ruanos notables. — División territ-
rial.
Beybb Que tuto EbpaSa durante
COLONIAJE.— En los 291 nfioa que
América fué coloaia de Bspaña, se suct
dieron en ésta diez reyes, que fuere
Carlos [ ó l<!mpcrador Carlos V de Alots
nia, Felipe II, Felipe III. Felipe I
Carlos II, Felipe V, Fernando VI, Car
III, Carlos IV, José Bonaparte y Feí-nt
do VII. Mientras gobernó José Boi
parte, la legitima autoridad de l^spaña •
taba representada por una corporaci
que se llamó «Consejo de Regenciaü, q
— 63 —
estableció mi resiiteticiá en la islu de Leót)
< Cádiz) y con la Cual se entendían todas
las autoriíUuies coloniales^
Política colon i al. — La política de
España no fué propicia ni protíreso y b¡e*
nostar de sus colonias, Em prohibido to»
do comercio con los extranjeros : no se po*
día cultivar plantas que se cosechaban en
la metrópoli: la gobi indiistria df'cldida^
mente fomentada era la minería: sólo los
españoles ó los hijos de ellos podían ejer-
cer cargos públicos: los correjidores te-
nían el privilegio de vender mercaderías á
los indios de sn jurisdicción; la instruc*'
ción estaba limitada y desatendida, y eran
considerables las gabelas que pesaban so>
bre el pueblo, principalmente sobre los in-
dígenas. Aparte de esto, las autoridades
que venían de Españn más á especular
que á' ejercer con probidad las funciones
de 8n gobierno, hacían aún más odiosa la
dominación déla península. No faltaron,
sin embargo, honrosas exc* pelones, y pue-
de decirse en justicia, que prescindiendo
de las ideíis restrictivas con que los go-
biernos (le España regían sus colonias, el
sentimiento de estos lué benigno para los
americanos.
Al iniciarse la guerra de la independen-
cia, el Alto-Perú qno había sido ol raa-
— 64 —
yor contribuyente de los tesoros reale?^
presentaba un grado inferior de prosperF-
dad respecto de las demás colonias v po-
día hacer el inventario más extenso de los
sufrimientos de la esclayitrnt
La Universidad de Chüqüisaca —
f)e las pocas instituciones creadas por el
gobierno colonial, merece citarse la Uni-
versidad de Sau Francisco Javier de Ohu^
quisaca, el más renombrado eeiítro inte-
lectual do ia Améiica á e»yas aulas acu-
día la juventud dtesde Quito, Lima y Buenos
Aires, 7 que le hizo merecer á Cbnquisaea
el título de ía Atenas (americana. Fué
fundada en 1623, y gozaba de lo» mismos
honores y prerrogativas que la de Sala-
manca.
Alto-perüanos notables. — El Alto-
Perú fué fecundo en pioducir hombres
eminentes por su saber y sus virtudes.
Entre los que brillaron pov sus conoci-
mientos Kterarios, podemos citar al P. A7t^
knío de la Oálaneha, el ir.ás elegaR-te y
discreto cronista de ¡«u siglo (1584/— 16*54),
al erudito P. Germimo de Acebedo, y ád©n
Ga»par de Escalona y Agüero, autor deí
«Gazofihicío, e+.c»^(1647) célebre tratado
feacendario y administrati o, tendido como
autoridad para deslii;d.M' !& cuestiones
¥[\xe se suscitalxvn.
— bo —
Tfirabién merecen paiticnlai nicnciÓD:
fraj Bernardino de Cárdenaa^ vnrón de
rara virtud, de 'quien se cuentan mnchoe*
milagros, obispo célebre del Paraguay, i\v
Santa Cruz y La Paz, y que alcanzó <lc
la .Santa Sede la concesión para Aujórica
tle poderso celebrar tres mirlas en el día de
Difuntos; el can^Sniojo Alonso Corvera de
Zúraie^ que introdujo la costumbre <le que
en el día de Quasimodo se lleve el viáti-
co á los enfermos, y fray Miguel de Aguí'
rre, que gozó de valimiento en la corte
de Felij^ IV y en Roma.
A muchos otros más podríamos citar,
como á d®n Modrigo de Orosco^ marqués de
Mortara, que mandó en jefe el ejército es-
pañol en el Rosellón, batiendo á los fran-
ceses (1044), y qne lué virrey en las gue-
rra» de Cataluña, debiéndose á él todas
las ventajas que España pudo alcanzar
en el tratado de los Pirineos,
División tkriutoiiial. — Antes de ini-
ciarse la guerra de la independencia, el
Alto-Perú. se hallaba dividido por una or-
denanza en cuatro provincias^ re<íidas por
gobernadores-intendentes, á saber: Char-
ca fi^ La Paz, Potosí y Sania Cruz. Kl
gobernador intendente de Charcas, era á
la vez presidente <le la Real Audiencia,
5
— Gil —
Ijiia pioviucias estaban su bd i vi di das
1 'irlidoK y gobarnndHS ^or subdelegados
• L"* teiTÍtorioe lie M^i y Chiquiios
¡lendí.tn inmediatHinente ile le Audienc
el ilisirito de Cochabamba p^rtenecti
SantA Cruz; el de Tarija ;i Potoef, y
provincia de Lii Paa ao exlendía á
partidos, hoy iienianon, de Lampa, Ofti
baya j Azángaro: {Ordenanza de Edi
28 de 1782).
QUINTA ÉPOCA
Guerra de la independencia
CAPÍTULO I
Antecedentes. — Insurrección de Chu-
qu'saca, — Pronunciamiento de La
Paz, — 'Los Protomártires,
Antecedentes. — La España que ha-
bía maDÍfestado ña nc» mente sus KÍmpa-
tías por la causa de la emancipución nor-
te-americana, presintió que sus colonias
seguirían muy pronto el ejemplo de las
inglesas; pero cuando se apercibió del pe-
ligro, se bailaba envuelta en la anarquía,
su territorio se encontraba ocupado por
los ejércitos de Napoleón, y los partitlos
creados por esta sibuación sólo pretendían
bascar la adheniou de América para sus
particulares iutereires.
Un bajo-peruano, tan intrigante como
pérfido, don José Manuel de Goyeneclie,
se prestó á servir de agente de todos ellos;
y triplemente inteligenciado con los lu-
gartenientes de Napoleón, con la Junta de
iSevilIa y con la infanta doña Carlota del
Brazil, insinuó en Chuquisaca las preten-
clones de doña Carlota.
LvsUliREOCl'JW DK OHUQÜISA.CA.— Los
trabajos de Goyeneohe ocaáionaron un
desacuerdo entre las autoridades. El piie-.
blo se puso del lado de la Audienciü, con-,
traria á aquella propaganda que el Presi-.
dente Pizarro parecía aceptar, y se tumul-
tuó apresando al presidente (Mayo 25 do
1809).
Este movimiento en que jugaron un
simpático papel los hermanos Zudañez,
tlió majgen á que algunos honabres de
Cluiquisaca, de corazón fuerte é ideas
avanzadas, lo tornasen en preludio de una
revolución; y al impulso de esta mira se
desparramaron poi el virreynato á propa-
gar como apjstoles la buena nueva, el
principio de libertad, que habían llegado á
amar al absorver los efluvios de la filoso-»
fía y de la revolución francesas. Mout
teagudo fué á Potosí, Alaérreca y Pulido
á Cochabamba, Miohel y Mercado á La
Paz y Moreno á Buenos Aires.
Pronunciamiento de La Paz.^-B1
pueblo de La Paz se manifestó antesi de
los sesenta días, ejecutando una revolu-
ción popular, definida y resuelta, El día
1 G :ie Julio asaltó el cuartel de veteranos,
prendió á sus oficiales, pidió en seguida
cabildo abierto, depuso en él al goberna-
dor Dávila, al obispo La Santa y otras au-
— 69 --
coridades, hizo elección de nuevos cargos,
ubolió las deudas físeales, quemó en la
plaza los documentos que las acreditaban,
y creó, días después, una junfa de gobier^
no, llamada Tuitiva^ presidida por don Pe-
idro Domingo Murillo, quien fué reconoci-
do, á la vez, como jefe de armas. A po-
co se disolvió la junta para dar más ner-
vio y rapidez á la acción militar.
Esta revolución de grandísima trascen-
<lencia, primer grito de emancipación lan^
izado en el continente, promoviéronla unos
pocos varones, audaces y exaltados, entre
Cosque descollaban, MnriHo, popular y
enérgico, y los Lanzas (Gregorio y Victo-
rio), las cabezas más sólidamente imbuidas
en los principios de ia libertad.
Los Protomírtires. — El virrey del
Perú, temeroso de que la chispa revolu-
cionaria cundiese en sus dominios, se apre-
suró á sofocar el movimiento de La Paz,
destacando con este fin, un ejército de
cinco mil hombres al mando de Goy ene-
che. Murillo se preparó á la resistencia
con oehoeientos patriotas.
En esto se dejaron sentir los trabajos
reaccionarios de los realistas hábilmente
fomentados por Goyencche, lo que obligó
á Murillo á hacer salir sus tropav« á las al-
turas de Chacaltaya, no quedando él sino
— 70 —
«ou dos Gompa&ias. Pero ka rt
talló con estas, encabezada por doa J
Pedro de Indabura, segando jefe del
tallón de milicias, quien apresó & Uu
j alzó cinco horcas para loe revolnoii
ríos, alcanzando á colgar en una de (
á don Pedro BodrSguez (Octobra
Anotioiadaa de este suceso las tn
acampadas en Cbacaltaya, descendier<
la ciudad sin péidida de tiempo, tonu
BUS trincheras en «nya ¿efensa murió
dabiiru, ool¡{aroa el cadáver de éste e
misma horca que airnó á Rodií^nez,
tablecieron el onlen da cosas j tornan
ea campamento juntamente con Muri
Diez dias después, ot ejército de Goyi
che acometió á ias fuerzas patriotas f
destrozó en breve tiempo ("Octubre 1
El jefb realista entró vencedor ea
Paz.
Los dispersos do Obacaltaya, cond
dos por Victoi'io Lanza y el gallego (
tro, se retiraron á Ynogas. l'na fu
división destacada por Goyeneche al u
do (le don Domingo Triatán, los derroh
Irupana (Noviembre 11). Lanza y (
tro, que cayeron en manos del rencei
pagaron con sus cabezas su amor á li
berlad .
Las partidas realistas pi'endieron á
|>i*nit;i pales cabecillas de la revolucióu^ y
el 29 de Knero de 1810, sufrieron la últi*
tna pena Pedro Domingo Muriilo, Basilio
Oatacora, Buenaventura Bueno^ Melchor
Jiménez, Mariano Graneros^ Juan Anto*
nio Figuei'oa, Apolinar Jaén, Gregorio
Lanza y Juan Bautista Sagárnngü, cuyas
memorias han pasado á la posteridad con
el glorioso ditstado de los « Protomártires
de la independencias^
Murillo al subir á la horca, se irguió
«con arrogancia y exclamo, dirigiéndose al
pueblo, que lo contemplaba conmovido:
«la tea que dqjo encendida, nadie la po-
dm apagara .
Reto y profesia á la vez estas palabra?,
tnvieron.su resonancia en el corazón de
los americanos, y antes de cuatro meses,
Buenos Aires, la capital del virreynato, de-
nocó la autoridad real y envió su primer
ejército auxiliar para la libertad de lt>8 al-
to-peruanos (Mayo 25).
CAPÍTULO II
Revolución de Cochabamba; victoria
de Aroma, -^--Primer ejército auoci-
liar argentino, — Las hordas de Pu-
ma-Khahua,
Revolución de Cochabamba; victo^
— :2 —
íiÍÁ DE Abomí* — Kn Ifi revolueÍDff de
Buenos Aires habían tomado parte princi-
pal muchos personajes alto-peraanos, eo-
chabambinos y cbiiquisaqueños los niáp,
á cujos influjos se debió que sir junta gu-»
l)ernativa atendiese de preferencia la cau-
sa de la libertad en el Aíto-Perü.
Cochabamba se apresuró a secundar el
naovimiento <?e Buenos Aires, reconocien-
do la autoridad de aquella capital y ar-
mando numerosas o;uerrillas (Septiembre
14 de 1810). Presidieron esa revolución
don Francisco del Rivero, don Esteban
Arze y don Melchor Guzmán Quiíón, ayu-
dados de la fogosa palabra del sacerdote
tribuno don Juan Bautista Oquendo.
Pocos días después se sublevó el pue-
blo de Oí uro encabezado por don Tomás
Barrón con miras idénticns á las de los
patriotas cochabambinos.
Don Esteban Arze, con la fuerza que
pudo organizar en Cochabamba, se dirigió
á Oruro; allí engrosó sus filas y luego
abrió campaña sobre La Paz. El gober-
nador Ramírez destacó contra él una di-
visión al mando de don Fermín Piérola.
Cuando las dos fuerzas se avistaron en
los llanos de Aroma, Arze proclamó á sus
soldados: «Valerosos cochabambinos, á
vuestras makanas el enemigo tiembla» ; y
(**
3
esos bravos gueirilltíro.«, armados en sti
mayor parte de palo» ó makanas^ ai rolla-
ron á la tropa realista y la destrozaron
completamente (Noviembre 14).
Pkimrh ejékcito auxiliar argenti-
no. — ^Kntre tanto el ejército de Buenos
Aires, que venía al mando de ,C»Btell¡,
Balea rce y Oiaz Velez, había obtenido
una victoria en Suipacha contra las fuer-
zas que le opuso el presidente de la Au-
diencia don V^icente Nieto (Novic^mbre 7).
Kste triunfo ocasionó el levantamiento
de] pueblo potosino q^ie redujo á prisión
á 8U «gobernador Paula iSanz [Noviembre
10.1
CasteUi, usando de represalias, respon-
dió á las crueldades con que Goyenecbe
quiso reprimir el pronunciamiento de íja
Paz, haciendo fusilar á Nieto, Sanz, Cer-
do va y otros; avanzó en triunfo hasta La
l*az, y «campó en seguida en Hu«qui.
Potosí le había dado cuantiosos donati-
vos, bochaban, ba le envió una división de
caballería fuerte de dos milhombres, y en
Jja Í*az se le había plegado gran número
de patriotas. Lejos de utilizar estos ele-
mentos, se entretuvo en entablar negocia-
ciones con él virrey del Perú, A basca I, in-
vitáuílole á soluciones pacíficas, que el
virrey no podía acoptnr, y concluyó por
— r4 —
pmponerle un armisticio. El virley que
había asumido el mflndo del Alto- Perú,
declarando que dios auiericanos habiati
nacido para ser esclavos», y que hsibía si*
tnado un ejército de más de «cia mil hom-
bres en la margen derecha del Desagua*
dero, á óidenes de Ooyeneche, aceptó el
armisticio, de que aprovechó pérfidamen*
te Goy encelle, pues antes del vencimiento
del plazo estipulado, rompió con la fé del
pacto, sorprendió al ejército d« Castelli y
lo destrozó (Junio 20 ile 1811;.
Sólo Dia¿ Veloz pudo rehacer una di-
visión de ochocientos hombres, con la que -
se dirigió á l*oto.sí y después á Uochabum*
ha, adonde el patriota Rivero había logra-
do conducir los restos desU caballería dis*
persa da en Huaqui. Pero sobre esfas fuer*
zas cayó otra vez (íoyeneche en las llanu*
ras de Sipesipe, alcanzando un nuevo
triunfo (Agosto 15).
Díaz Velez se vio precisado á retirarse
al sud en pos de nuevos elementos; y Go*
yeneche fué en su persecución. Por dos
ocasiones alorunas escaramusas del animo-
80 Diaz Velez obtuvieron ventajas signi-
ficativas sobre las fuerzas del jefe realis-
ta; pero en Suipacha, la suerte se le de-
claró ocia vez adversa y fué derrotado de-
finitivamente ("Enero 12 de 1812^.
^
— 75 —
Laís HOUl)AS DE PuMA-KHAHLrA. — No
satisfecho el virrey ilel Perú con los es-
tragos que causaban i«s fuerzas de (jove-
neche, lanzó una liunla de cuatro mil in-
dios sobre Omasoyos, Sicasica y Caran-
gad, acaudillados por Mateo Puma-Kha-
hua y ei cacique de (Chincheros, Choque-
huanca, los que salieron del Cuzco causan-
do toda suerte de horroies y poniendo sitio
á La Paz, en la que se reprodujeron las
escenas del asedio de 1781.
CAPÍTULO III
Nueva sublevación de Cochabamba. —
Segundo ejército auxiliar argenti-
no,- — Saqueo de Cochabamba, — Ba-
tallas de Villcapujio, At/uma y la
Florida,
Nueva sübllyación dk Cochabam-
ba. — Apenas Goyeneche dejó Cochabam-
ba para ir en seguimiento de Diaz Velez,
ocupó la ciudad don Esteban Arze á la
cabeza de una fuerza organizada en los
valles de Cüza. Rl pueblo se le plegó y
organizó una junta de gobierno presidida
por don Mariano Antezana (líoviembro
1811)
J^il infatigable Arze se dirigió entonces
— 70 —
60Í>re Orurj con tres mil homlnes, do lion-
de fué rechaziiílo por la guarnición qno
inandulja González de Socasa. Kn so 1*6-
tirada topó cerc.t de Huamtni con una
compañía de granaderos del Cuzco, <le la
que no escaparon con vida sino dos tam-
bores. Luego se ple<i:ó á utia división pa-
triota organizada en Mizque con ánimo de
atacar Chuquisaca, pero las fuei*za8 de es-
ta ciuda;i desbarataron las suyas en Hua-
lUpaya.
' Segundo ejbkcito auxilia» argbn-
TINO. — Los desastres sufiidos por el pri-
mor ejército auxiliar desalentaron á la
Junta do Gobierno de Buenos Aires; mas,
como necesitaba resguardar sus fronteras
organizó un nuevo ejército á órdenes del
general don Manuel Belgrano, pero con
la instrucción de no pasar a las provin-
cias del Alto- Perú.
Goyoneche destacó contra los argenti-
nos una división de tres mil hombres al
mande del general Pío Tristán, reserván-
dose él cuatro mil hombres para expedi-
cionar sobro Cochabamba.
El ejército de Tristán experimentó des-
do tin principio fuertes reveses. Su van-
guardia de quinientos hombres fué batida
por la de Belgrano que comandaba el es-
forzado Díaz Velez, en el Rio de las Pie-
i i
citas. Luego, el grueso mismo de sus tro-
ptia fué arrollado en el l'iÁCHmán^ quedan-
do mil hombres fuera de «embate (Sep-
tiembre 24 de 1-812). Pudo restaurar su
descalabro con las tropas tie refresco que
recibió de Goyeneche; mas, en la Tabla'
da ds Salta, sufrió de nuevo una derrota,
en esta ocasión cabal y completa (Febre-
ro 17 de 181 B). Tristán firmó una oapi-
tiibroión con Belgrano, estipulando que se
retiraría con todos los honores de la gue-
rra y quü uo volverían él ni sus tropas á
tomar las armas, pacto que fué violado á
pretexto de que los convenios con los in-
suijéntes no eran obligatorios.
SAtjUKO DE OocHABAMBA. — Goyeneche
que supo en Potosí los primeros descala-
bros de Tristán, apresuró su campaña so-
bre Oochabamba, proclamando á 6us sol-
dados «que los hacía dueños de vidas y
hHciendasi> é incendiando á su paso los
pueblos de Quirquiavi y Sacaca.
Oochabamba no contaba sino con qui-
nientos hombres mal armados de entre ios
icaafro rail de que constaban sus tropas.
Con ^tas se situó Arze en las alturas de
Pocona.^ y en el punto del Queñual libró
combate con un éxito adverso á la can«a
de la independencia (Mayo 22).
£1 ejército de Goyeneche penetró venr
— 78 —
cedor en la ciudad^ j estimulado por su
jefe, aprovechó de un pequeño desorden
promovido por la plebe, para desbandarse
y saquear las casas, cometiendo asesina-
tOí< y otros crímenes por el espacio de tres
dias (Mayo 27), Al cabo de estos se es-
tableció un tribunal militar para castigar
á los patriotas. £1 gobernador Antezaua,
y con él un gran número de personas dis-
tinguidas^ murieron en manos del verdu-
go-
Después de dejar entregada Ooohabam-
ba al poder discrecional de los feroces
Lombera é Imas, ]*econcentró Goyenecbe
sus fuerzas en Oruro^ desde donde obtuvo
su retiro del servicio y su reemplazo con
el general Joaquín Pezuela.
Batallas de Villcapüj.o, Ayüma y
LA Florida. — El ejército auxiliar argen-
tino estimulado con sus victorias y refor-
zado con las numerosas adhesiones de vo-
luntarios alto-peruanos, avanzó sobre Po-
tosí y siguió después con dirección á Oru-
ro.
Pezuela le salió al encuentro con el ejér-
cito que había concentrado su antecesor,
más un batallón del Real de Lima y diez
cañones que trajo consigo.
Ambos ejércitos se afrontaron en VtU
capujio. Las fuerzas de Belgrano arre
— 79 —
liaron succesivamente la izquierda y el
centro del enemigo, poniendo en fuga á la
reserva y con ella al mismo Pezuela^ quien
escapó hasta Condo^ distante cuatro le-
onas. Parecía completo el triunfo, cuan-
do apareció por retaguardia del ejército
patriota un escuadrón de caballería rcalis'-
ta, mandado por el jefe salteüo Saturnino
Castro, qne lo puso en gran desconcierto,
obligándolo á retirarse desastrosamente
(Octubre 1.^ de 1813). Quedaron en el
campo novecientos cadáveres y dos mil
heridos.
Belgi'ano y Diaz Velez pudieron reunir
gran parte de los dispersos ; recibieron ade»
más dos escuadrones de Vallegrande y
otros contingentes de Ohuquisaca, Potosí
y Cochabamba, y tentaron otra vez la
suerte en el cantpo de Ayuma, la que les
fué nuevamente adversa [Noviembre 14
de 1818].
Don Juan Antonio Alvarez de Arena-
les, recogiendo los restos de los vencidOvS
en Ayuma, se hizo fuerte en Vallegrande.
Fezuela envió contra él al coronel Manuel
Joaquín Blanco con una división . Des-
pués de algunas felices-escararausas cayó
Arenales sobre Blanco en loe campos de
Florida, y una victoria espléndida co-
no sus esfuerzos [Mayo 12 de 1814].
Pero estQ reaaltHdo no aloanftó ik recous-
tttttir el ejército auxiliar, que estaba des-
hecho*
CAPÍTULO ÍV
La ff tierra de loa guerrillei^os, — Acon-
tecimientos^ de La Paz. — Tet^cer ejár^
cito auanliar argentino.
La GUBKRA DK los GüERRIfií.RROH.rr-
GatretaiHo, la idea levoluoionarja se iia«
bía hecho fuerte en el corazón de lo^.alí'q*'
per,aano9, á quienes no. habían podido aco^
bardar los martirios ni desalentar lud der
rrotas. En la diñcultad de oi^ganizar.
ejórcit«^9 habían formado valientes parti-
das de guerrilleros, sin otro destino quc: el
de hostigar al enemigo por todos los me-
dios, arrostrando las más. peligrosas aven-
turas.
El coronel don José Miguel Larissa enar-
boló en las quebradas de Ayopaya é In-
quisiyi al estandarte de la independencia.
Otro tanto hicieron don Ramón Rojas e»
Tárija, don José Vicente Oaraargo en Cin-
t¡, don Manuel Ascencio Padilla en l(k
Laguna, don Isrnacio Warnes en Santa
Cruz, y Zarate y Betanzos en Porco,
Alarmado con esta actitud PezueLí
— 81
qtte se encontraba en Salta, movió su cam*
po BÍtuáiídolo en Siiipacba, y envió des*
tacamentos sobre Tarija y Cínti, los que
fueron destruiíloH por los paliiotas Rojas
Jr ''amargo.
Este contratiempo y la aproximación de
un tercer ejército auxiliar argentino, de-
terminaron á Pezuela á reconcentrar en
Oruro sus fuerzas de Potosí, Chuquisaca
y Cochabamba, lo que sirvió p«ra que los
<j;uen illeros acometiesen con más vigor sus
hostilidades: Lanza ocupó Obayanta^ Ca^
margo se apoderó (1^1 pueblo :le San Pe-
dro, Arenales tomó (^oebabamba, Zarate
y Betauzos invadieron Potosí, y Waines
informado de que los restos de la división
Blanco derrotada en la Florida, se babían
n^plegado á Chiquitos, marchó sobre ellos
V los batió en Sania Bárbara (Noviembre
27 de 1815;.
Acontecimientos de í.a Paz,— Por
aquél entonces la revolución había pene-
trado por fin en el Bajo-* Perú, y aquel Ma-
teo Puma-khahua que devastó con sus
liordas las provincias alto-peruanas, lutbía
invocado la causa de la libertad en el Cuz*
co y desprendido sobre La Paz una divi-
sión al mando del coronel Mariano Pine-
lo, que tenía por consultor al célebre cu*
6
— 82 —
Va tuoiiiimno don Ildefonso Muñetiai^.
Despuéá d« batir la guarnición realista
del De8agua<!ero, Finólo atacó Ia8 trin-»
cheras do la cindad, defendidas por el go^
l)ernador niarqnéa de Valde- Hoyos, y en»
tro en la plaza> haciendo prisioneros al
marqués, á varios jefes y oñciales y como
ochenta vecinos (Septiembre 24 de 1814).
Valde*' Hoyos, en previsión de Una de-*
rrota, había minado con varios büi riles de
p<)lvora el edificio de las Oajas, donde la
casualidad hizo que fuera encerrado él con
parto de sus compañeros. Prendida co*»
mo se hallaba la mecha, tuvo tiempo do
advertir el peligro á los vencedores, los
que la cortaron, transportando luego los
barriles al cuartel, l'n accidente impre*
visto iutiamü allí la pólvora, y se produjo
la explosión, quo sepultó bajo los escom*
bros dül ediíicio á la tropa y otros pre-
sos que en él hab:B (^Septiembre 28/
Tal siniestro atrajo al pueblo á la plaza,
y una voz clamó: «¡traición. »
mina de los realistas!» El pueblo infla-
mado de furor y presa del vértigo no oyó
mást se precipitó á la prisión de Valde-
lloyoS) a quien lo sacrificó con crueldad, y
se arrojó después por calles y casas ha-
ciendo una horrible man tanza de realistas.
Este espantoso desborde popular s»óIo se
^
— ^'¿ —
contuvo á la noticia de la aproximación do
fuerzas coatrarias. Temiendo á éstas, se
retiró Pinelo al Desaguadero para engro-
sar sus tropas con las milicias de Tuno, y
volvió sobre íiii Va/., En las inmediacio-
ues de Chacaltaya fué batid® por la divi-
sión de Ramírez que iba á debelar la re-
volución del Cuzco (Noviembre 2 de
1814). Ramírez entró en la ciudad, don-
de ejerció toda suerte de retaliaciones por
los sucesos del 28 de .septiembre.
No satisfecbo con ellas, dos años des-
pués, el general Pezuela, cuando ascendió
á virrey, comisionó al coronel Mariano
Ricafort el castigo ejemplar de La Paz.
Bicafort, á la cabeza de tre» batallones
ejecutó la onlen con indecible rigor. Al
llegar á la ciudad dijo: a: No lie de dejar
en La Paz más tesoros que lágrimas». Fu-
siló por la espalda á veintiún presos, im-
puso una contribución de setecientos mil
pesos, hizo flajelar y pasear desnudos á uu
gran número de patriotas, sin exceptuar
de estas afrentas á las señoras, y empleó
en estas bárbaras crueldades parte del mes
de Noviembre y todo el mes de Diciembre
de 1816.
Tercer ejército auxiliar argenti-
no. — El tercer ejército auxiliar vino á ór-»
denes del general José Rondeau, y halló
•— 84 —
franco el paso hasta Potosí, merced á la
actitud de los ¡guerrilleros. Habiendo si-
do batida su vangnnrdia en Ventaime-
din (Octubre 20 de 1815), se retiró á Co-
chabainba. Tenia á la sazón seis mil hom-
bres. Pezuela que contaba con un nú-
mero inferior, le siguió hasta los llanos de
Viloma^ donde ambos ejércitos se fueron á
laH manos. La batalla fué reñida, j las
ti-opas de Rondeau cedieron e! campo, per-
diendo más de mil quinientos hombres en-
tre tl uertos j heridos j como u iros ocho-
cientos prisioneros, en tanto que Pezuela
sólo tuvo cien muertos (noviembre 29 de
1815).
Destruido este tercer ejército que por sus
extorsiones dejó en el pais odiosísimos re-
cuerdos, como los había dejado el primer
ejército auxiliar, Pezuela se instaló en üo-
chabamba, ejerciendo todo el rigor de su
zana sobre los vencidos: estableció tribu-
nales de purificación que enviaron muchas
YÍctimas al patíbulo, impuso contribucio-
nes de guerra, decretó confiscaciones y eje-
cutó otros desafueros y violencias con que
colmó la exacerbación de los patriotas.
Desde entonces, <cla guerra tomó el aspec-
to de una explosión; pintarla en sus deta-
lles, dice un historia<lor, sería contar y fi-
jar en su dirección los proyectiles que
1
J
~ 85 —
aiTastia uu su violencia la erupción de un
▼olcfo».
CAPÍTULO V
Xjiis guerrillas de Padilla. — Las gue-
rtUtaa de Lanza. — Las guerrillas de
Wames.'-^Otras guerril¿a»¿--^DiptA-
todos alto-peruanos en el congreso
del Tucumán,
Las GUBRRILLAS DB PADILLA.«»PadÍ-
Ua, el caudillo de la Laguna, asaltó la
^aYnictón de Presto (Eiiero 14 de 1816)
y atacó gloriosamente la guarnición de
Chuquisaca por dos días ( Febrero I O y
11). El presidente de la Audiencia gene-
rtkl Tacón, ganoso de destrocarlo, lo per-
siguió en Yamparaez con ochocientos hom-
bre. El guerrillero se le hizo impalpa-
ble»» Tacón hubo de contentarse con in-
cendiar algunas poblaciones, pas&r á de-
güello á gran número de personas y tor-
niaV á Cbiiqnisaca llevando por trofeos las
eabe^as ensangrentadas de nifíos y muje-
res «n la punta de lae bayonetas (Abril
20).
^ Hubiendo resultado Padilla en la Ln-
g*jna, fueron en su persecución dos bata-
llones con el coronel La Hera. Agotadas
— 86 —
las municiones en los numerosos encuen-
tros que tuvieron con las guerrillas, volvió
en su demanda á Ohuquisaca uno de los
batallones, el «Verdes». En el camino faé
acometido por el guerrillero Ildefongo Ca-
rrillo, y de los ochocientos soldados de quQ
constaba el batallón, sólo salvó uno, para
contar la historia de su desventura (Mar-
zo 12 de 1816).
Poco después Padilla cayó sobre la ciu-
dad (Mayo 28) y la sitió hasta fines de
Junio .
Por ese tiempo, el general Ramírez que
había reemplazado á Pezueia en el mando
del ejército, organizó diversos destaca-
mentos contra todos los guerrilleros, enco-
mendando á las guarniciones de Ohuqui-
saca y Yallegrande el ataque á Padilla.
fiSbas dos fuerzas, comandadas respecti«
vamenbe por Tacón y por don Francisco
Javier Aguilera, se reunieron en la Lagu-
na, donde Aguilera asumió el mando.
El 14 de Septiembre fué inevitable la
batalla en el Villar. De ambas partes lu-
charon con furor. Pasaba ya de mil el
número de víctimas, sin que nadie cediera
et campo, cuando Padilla cayó en tierra de
un sablazo de Aguilera. Este hecho de%
tei minó la derrota de los patriotas. l)o^
ña Juana Azurduy, esposa de Padilla, que
1
8*-
i
Se habia batido heroicamente y sacado dos
heridas, 8c dirigió' con los restos de la gue*
i-rilla al valle de Segul-a» Allí con Jacin-
to Cueto, Agustín Ravelb y Esteban Fer-
nandez, reorganizó su ftierza y sostuvo
otra vez la gloriosa ca inpaña.
Las guerrillas de Lan¿á.— -Lanza, el
caudillo de Ajopaya, fatigó sin tregua á
las expediciones que fueron contra él, man-
dadas por Benavente y Lezama. El ge*
neral Ramírez combinó Un ataque simul-
táneo con las guarniciones de Üocbabám*
bn, La VfíZ, Sicasica y Oruro; pero los
guerrilleros, inferiores en número y en ar-
mas, rehuyeron toda batalla. Comandaba
las tropas realistas el coronel José Abe-
leira, y se retiraba ya á Oruro, convenci-
tlo de que la giieiTilla no le haría frente
jamás, cuando cayó sobre él don José Ma-
nuel Chinchilla, segundo de Lanza, en
Charapaya, y le mató más de trescientos
hombres de setecientos que tenía.
Las GUERRILLAS DE WaRNES. — Agui-
lera el vencedor de Padilla, marchó á San-
ta Cruz á la cabeza de mil seiscientos
hombres, á batir á Warnes. Las dos fuer-
íeas chocaron en el Pari [Noviembre 22
de 1816]. Warnes al entrar en eombate
proclamó á su tropa: «¡soldados, á ven-
cer Ó morir con gloria!» Después de una
luoba eepantoaa que duró aeÍB h
que loB eoldtidoe de uoo y otro pa
apiiñaieaban individualmente com
duelo aÍDgular, Waroes ca/ó trai
por una bajouetH, con lo qiie «ir
derrota de loe patñotaa, I>e tre
que sBcendían tos combutienitS,
ochocientos quedaron en el ca
Aguilera entró en la oínilad aolo c
cientos. Este jefe sanguinario
«jecutar □ovccienttis personiiede I(h
seio y condición, Üon todo. I» I
de la libertad volvió á flamear en
dillera, sostenida por el valeroeodc
Manuel Mercado.
Otras qügrbillab. — Pamnrgo,
dillo de Ciuti, derrotó eu el rio
Juau al corunel Alvares [Gnero
1816]; pero ttaictonado dcspiiÚB, e
manos del comandnnte Centeno, q
uortó personalmente la cabezii [Á
Centeno sacrificó en seguida cerca
vecienlos patriotas, y saqueó 6 ii
muchas bnciciidas.
Rojas, el caudillo de Tari ja, fué
y muerto por el general OlafietA;
succedió con ventaja eu sobrino i
Rojas.
El cura Muñecas, asesor de Pií
había retirado al partido de l,:tiecfi
— 89 —
iíoscientos hombres, después de la derrotrt
de Cbaealtayn. Allí, usooiado de don
Juan Orisóátomo Hlsquível, man tenia en
pié la causa de la independencia. El co-»
ronel Aveleira le sorprendió así como á
varios de sus compañeros; Esquivel y otros
fueron inmediatamente fusilados; el cura
Muñecas, remitido á Lima, fué asesinado
cerca del Desagnadero*
Bu todas partes, en los villorios como
en las ciudades del Alto- Perú, la bandera
de la independencia, flameando un dia^
abatida otro, babía hecno brotar héroes y
mártires.
Diputados alto-peruanos en el con-
greso DE TüCüMÁN. — Las provincias del
Rio de la Plata se reunieton en Congreso
en Tucumán, á efecto de pioclnmar su in-
dependencia, emancipándose de la me-
trópoli; y fueron invitadas á concurrir á
dicha asamblea las provincias del Alto-
Perú. Muchas de estas pud'eron enviar
sus diputados, quienes desempeñaron hon-
rosamente 8u cometido, como don f*edro
Carrasco, representante por Cochahamba,
que llegó á presid r las sesiones del Con-
greso, y 'don José Mariano Serrano, le-
presentantc por Chuquisaca, que en su
<í}ilidad de secretario, redactó el acta de la
iudependencin argentina (Julio 9 do IBIO;.
— 9<) —
Los leListilojí mIlü peiuanoH, iiiaiiri-niíin
pues en líi política 5irp;ent¡iiíi, ios prestí*
fíios é influencias de la célebre un i ver^itiad
lie Chuquisac»; y llevados de un fantásti-
co propósito, la reconstitución del imperio
de los incjís mediante utia vasta coníede-
fación, tenían establecida en los centros
principnles <lel Río de la Pl.itM cotí vastas
ramificaciones en el Alt©-I*eiü, ht logia de
los Hiiankes (hermanos), con una organi*
zación análoo;a á la de Lniilaro creada por
San Martin.
caí ÍTílí.O VI
Política de L'i Serna. — Cuarto ejrr'
cito auxiliar argentino, — Suceso.^
del ¡Jajo-lWú. — Actitud del AUo*
Perü.-^ Expedición del General
Santa Cruz,
Política dh La Skhna.— LI treneí'íil
don José de I^a 8erna reemplazó al gene-
tal Ramírez en el comando del ejército es-
pañol. Hombre de sentimientos, qae en
la península había luchado coutia Napo-
león por las mismas causas que los alto-
peruanos Incliaban contra la península,
quedó consternado al contemplar la de-
vastación que habían causado el fuego y
r
— 91 —
et hierro de la gut'vra vu la?» provinciae
del Alto- Perú. Quiso establecer una po-»
lítica templada y cireuuspecta, restauran-
do ios fueros de la humanidad, para apa-
ci<iuar los ánimos; pero era ya tarde. Tan--
to estrago como habían causado sus pre-
decesores, traía tan exacerbados á los
anaigos de la libertad, que su cólera so-
lo podia templarse con las brisas de la vic-
toria.
Avanzó hasta Salta, desatendiendo el
Alto- Perú, por combatir el orden de co-
sas establecido en Us provincias argenti-
nas, y perdió cuatro mil hombres sin dar
lina batalla.
Bste y otros contratiempos y la aiiima-
dad versión que contra él manifestaban el
virrey y sus íntimos, le inchijeron á renun-
ciar el mando, que lo asumió otra vez el
general Ramírez.
Cuarto ejército auxiliar argünti-
NO. — Mientras que La Senna malograba
su ejército en Salta, el gobierno argentino
preparó una cuarta expedición al Alto-
Perú Sólo avanzaron quinientos drago-?
nes y alguna artillería al mando del te-
niente coronel La Madrid, que inició su
campaña con felices escaramusas. En
Tolomosa batió un destacamento que man-
daba el capitán Andrés Santa Cruz, más
— 'J'¿ ~
tarde presidente de Etolivi
prisioiiKro (Mayo 4 de 18
eibió el refiierío de mil gi
rriltns do Ariléa, Ujiondo
dio H TnriJH, y cogió pris
ih'ón López en Totacoa ( i
delante de (Jhiiquisuca, e
certiulo para tomar la pía
la pi'eciBÍÓQ de levantar
nar á sua provincias poco
rrotailo. Bn Sopaehuy l€
guardia realista que come
dier O'Relli, y le hizo trai
{Julio 14).
Sucesos del Bajo-Pb
se liabían preparado acoi
graves en la costa del Pa
neral Ram{rez despreoc
guerritlíiB, pi-efirió ir en a
l'erü, piÁximo á ser invail
cito patriota ehileno-argei
dó en el á.lto-PerÚ, una
general UleBeta nombradi
El ejército chileno-ai^'
del general San Martín,
libertar á Ohila, desemba
rjseiiiidra capturó en el Ce
barcos de España, y aque
ral entró en la ciudad de
rrej abandonó paia toma:
r
— 93 —
sierra, y proclamó la iadependencia del
Bajo-Perú ('Julio 28 de 182 1;.
Antes de la eyacuaeión de Lima por el
ejército realista, un pronunciamiento de
jefes había reemplazado al virrey Pezuela
cotí el general La Serna.
Actitud del Alto Perú. — Mientras
Be desarrollaban estos sucesos en el Bajo-
Perú, el Alto- Perú se había mantenido en
aparente calma; pero luego volvieron las
guerrillas á renovar las haza>ña8 de su le-
gendaria campaña.
El coronel don Casimiro Hoyos sublevó
la guarnición de Potosí en favor de la in-
dependencia (Enero I.® de 1822). Esta
fiublevaci6n vencida por el jefe de la guar-
nilQión de Chuquisaca don Rafael Maroto,
en el combate de San Roqiie (Enero 12),
cofetó la vida de Hoyos, de Oamargo y on-
ce' í)litriotas más que fueion fusilados.
El general realista don Gerónimo Yal-
déb con las guarniciones de Oruro y La
Páif, etpedicionó contra las guerrillas de
Laéza, con el prepósito de acabar con
etltks; Los encuentros fueron repetidos,
pé^b sin otro resultado que una profunda
decepción para Valdés. c¡B8ta guerra es
elemn!» exclamó desesperado de tanta co-
rrerU á que lo obligaba el atrevido y ex-
peltó guerrillero •
— 94 —
BXPKDICIÚN OKI. ObMURAL SaNT.
C0UBATE8 SB ZbPITA Y Ja.1<8DJ
nuevo ^biemo del BajO'Perd, g<
(le pHralisnr la marcha de! ejercí'
iiol Bobre LÁaist, envió al Alto-1
ejército ije Reía mil hombres itirig
doD Andrés ShuIíi (Jruz, quien des
servir al rey hiLliia übiazudo la ci
la independencia y hecho una carre
tunada hasta llegar al grado de ]
Era segundo de Sauta Cruz, don .
Gamarra.
Esta expedición fué desgraciada
pues de destaour una diviaión sab
ro á órdenes de Gamarra, penetro
Oruz en La Paz, dutide impuso ui
tribución de doscientos mil pesos;
á librar combatu on ZepiUi con ui
sian del general Valdéa, se batíó s
decisivo y retrocedió á Oiuro á i
con «amarra (Agosto 25 de 182Í
(ando con las adhesiones del país
siete mil soldados, inclusos los gu
ros de Lanza, no bien supo que Li
habla concentrado sus fuerzas en I
va, luB que do pasaban de ciuco m
bres, fugó mas bien que contfanii
Lima, donde llegó con mil soldadc
EOS. Ni el tino militar n¡ la suc
bian acoinjiafiado en esta ves al
••-- 9ó «-
Jnoif'ctüi' (le 1k confederación peí ú*l)ol¡via*
h]\ guerrillero Lanza se retiró á Cocha-
bamba con loB suyos que no llegaban á
n.il hombres, y despechado por la suerte
<]ne cupo H la expedición Santa Cruz, sa-
lió al encuentro de Olañeta, que lo ]>er8e-
guía. VA combate se trabó en Ja/fiuri, y
fué tan encarnizado que cesaron los fue-
gos para pelear á bayoneta calada. Los
patriotas fuei*on «lerrotados. «Lanza ha
sostt'iiido la ludia con infernal obstina-
ción)», decía Olañeta en sn parte {Octu-
bre IG de 1828).
CAPÍTULO VTl
Olaneiay Valdée.* — Batalles iJe Ju-
nín y Ayacucho, — Actitud de Ola-
neta; pronunciamiento cV larias
ciudades, — Defección de Tumusla;
fin de la guerra de la independeti-
da.
Olañeta y ValdÉs.— Dos grandes par-
tidos se habían formado on la Pt nínsul.i
con motivo de la Constitución del año 12.
impuesta li Fernando VII: el absolutista
y el liberal; y los generales españoles en
~ 96 —
Añaérica, por circunstancú
veieoB, «e habfaa plegBt
baodo. OlaSeta Be declt
sometió las gnaní ¡clones <1
q ai saca, declaró abrevada
■j K puso al frente del vir
El general. Yaldés, con
virrey, celebró nn acueid
en que éste exigió y obla
de ñdelidad al rey absolnt
para si del Alto-Perú (Ms
El fondo de estas concesit
que el virrey quería darse
concentrar sus fuerzas é
pues sobra el geneial a
Ola&eta se liabia preptuai
do se le llamó á ser juzga
aejo de gneiia, bu raspuee
miento de lae hoBtüidades
Siguióse una serie de p
tros entra ks fuerzas de
des, ataques y sorpresas,
tramarcbas audaces y biei
que los patriotas ee mezcl
más la escisión de los gei
haeta que Vatdés puso té
cha al saber que las fuei
de Colombin habían des
Peni.
Uu joven alto-peruano,
— 91 —
tildo, había atizado, Jesdc ia secretaria dei
íjreneral Olañeta, la ruptura de los dos ge-
nerales: era don Casimiro Olañeta, sobri-
no de aquél, á quien con este motivo se le
atribuía este dicho: ^H' atado las navajas
á los gallos; que ()eleen; en todo caso ga-<
nará la apuesta la nueva patria».
Batallas de Junín y Ayacücho.—
Una unarquia análoga á la de los genera-
les espafioies había surgido enere los pa^
triotas del Bajo- Perú; y el Congreso, con
el fín de conjurarla^ habí» llamado al li-
bertador de Colombia don Simón Bolí-
var.
Este general, invesiiilo de la suprema
autoridad política y militar, puso en or-»
den las divergencias peruanas, organizó
rápidamente un ejército^ sobre la base del
colombiano, que trajo consigo, se dirigió
con él en pos del enemigo, y en los llanos
de Juníriy la caballería rea lista fué arro-
llada por la patriota, después de tres cuar-
tos de hora de combate, á lanza y sab^e
solamente, sin que se hubiese hecho ni un
tiro (Agosto 6 de 1824).
El virrey La Serna trató de vengar es-
te desastre. Reunió con rara actividad
todas sus fuerzas y sus más acreditados
jefes, y con diez mil hombres partió del
7
— 98 —
Ciizdo. Encargado del mando del ejcscU
to patriota ol general Antonio José de Su-
cre, por ausencia uccidentai de Bolívar,
aceptó la batalla en los campos de Aya-^
cuchOj donde se realizó el más famoso y
trascendental hecho de armas que decidió
de la libertad de América. Las tropas es-»
pañolas ^e declararon en deirotji» y el ge-
neral vencedor concedió una generosa ca-
pitulación á sus numerosos prisioneros en-
tre los cufiles se contaba el virrev (Di-
c:embre 9 de 1824).
Actitud de Olañetaj pronuncia -•
MIENTO DE varías CIUDADES. — tól gene-'
ral Olañeta supo en Oochabamba el resul-
tado de Ayacucho, y viendo que en la ca*
pitulación no habían sido comprendidas
las fuerzas del Alto^Perü, por propia ins-
piración y también por las sujestiones de
varios de sus jefes se preparó á la resis-
tencia. Contaba con cuatro mil hombres.
Ocupó La Paz, y avanzó una división Has-
ta Puno, que tuvo de retroceder luego, ea
virtud de la capitulación.
Knt re tanto, Oochabamba se pronunció
por la independencia. Olañeta se dirigÍ3
entonces sobre Potosí, y el guerrillero
Lanza ocupó La Paz. El guerrillero Mer-
cado salió á su vez de Cordillera y se apo-
dero de Santa Cruz. En Vallegiande el
U<l
batallón «Feriiandiuosi) depuso á su jefu
el terrible Aguilera. En Chnquisaca el
coronel Lupez, á la cíibezn de los «Drago-
nes de la Frontera», se pronunció tam-
bién por la causa de la patria. De ma-
nera que Olañeta, antes de dos meses, so
encontró aislado, como una isla, en medio
del revuelto mar (|ue la libertad agita-
ba.
Defección de Tümu«la; fin de TíA
GUERRA DE liA INDKPKNI)ENCIA.-~ha fir-
meza de carácter de Olañeta, vaciló; poro
cuando consultó á sus jefes, éstos optaron
por la prosecución de la guerra. Ya no
era posible. ÍjOS mismos jefes del conse-
jo estaban desmoralizados. En efecto, el
coronel Carlos Medinaceli con el batallón
«Chichas», se defeccionó en l'umxisla^ y
Olañeta cayó mortalmente herido de una
bala (Abril 2 de 1825).
Así terminó la legendaria guerra de la
independencia, que los alto peruanos sos-
tuvieron por el largo espacio de quince
años. Al finalizarse esta heroica lucha^
los campos del Alto-Perú, sobre los que
habían caído lo^ mayores horrores de la
íjuerra americana, eran un hacinamiento
de escombros; y su pueblo, el primero en
ivocar la libertad y el último en alean-
ar, estaba diezmado, desangrado, y des-
— lüU —
orgjiuizailo. Con todo quiso ingresar do
fronte á la vida autónoma^ que sería para
él un batallar incesante, y sin darse tiemx
po para restañar sus heridas y convalecer,
ingresó .
SEXTA ÉPOCi
lia República
PRIMER PERIODO
pesde la roixiacíéo de la Repúbliea bástala yíctoríja de JJigtvi (lt|SrlS41)
CAPITULO I
Misión de don Casimiro Olañeta. — La
Asamblea constituyente,— ^Acta de la
independencia, — Escudo y pabellón
de la República, — La capital, ^^Pre-
sidencia de Bolívar, — Cuestión de
Tarija, — La constitución mtalicia.
Misión de don Casimiro OlaSeta. —
El general Sucre que recibió el título de
Gran Mariscal de Ayacucho, avanzó has-
ta Puno con dirección á La Paz. Allí le
fué á dar alcance el joven Casimiro Ola-
ñeta, como representante de las aspiracio-
nes de su país, para hablarle en favor del
reconocimiento de la nacionalidad alto-
peruana j de la convocatoria de un con-
greso nacional.
A la verdad que no necesitaba el asol-
dado ñ\6&ofoj>, como llama la historia á
— 102 —
Sucre, de la fogosa elocuencia del tribuno
alto-peruano, para comprender que esa
eia, en efecto, su misión; aBÍque, dos días
después de su arribo á La Paz^ expidió el
célebre decreto de 9 de Febrero de 1825,
reconociendo la soberanía de los alto-pe-
ruanos y su derecha de constituirse en Es-
tado independiente, y convocando una
Asamblea de diputados para que delibera*
se de sus futuros destino?.
La Asamblea . cosiítituyente. — El
congreso se reunió en Chuquisaca el 24 de
Junio, ageno á toda influencia de fuc!za
armada, y concurrieron á él todas las emi-
nencias sociales y políticas del país. .
Iniciaba sus trabajos, cuando recibió
dos despachos: el uno del Congreso de
Buenos Aires (Mayo 9 de 1825) que de-
jaba á las provincias alto-peruanas en
completa libertad de constituirse, á pesar
de que habían hecho parte antes del vi-
rreynato de Buenos Aires; y el otro del
Libertador Bolívar, datado en Arequipa
[Mayo 16 de 1825], que las sugetaba á la
autoridad del Congreso del Perú y sus-
pendía, entretanto, sus deliberaciones.
Los diputados estallaron contra este
avance del Libertador, quien no tenía nin-
gún derecho ni como general de Colom-
bia, ni como jefe del Perú, de disponer de
\
-. 103 —
un pHis que había conquistado su inde»
pendencia con su propia sangre. Protes-
taron con valentía Olafieta, el guerri-
Jlero Lanza, el cura Borda y otros; y el
diez de Agosto, la Asamblea declaró, por
unanimidad, que el Alto-Perú se erigía en
Kstíido independiente bajo la forma repu-
blicana, por la soberana voluntad de sus
hijos .
A fin de evitar un conflicto con el Li-
bertador, la Asamblea le envió una dipu-
tación presidida por Olañeta para satisfa-
cerle; y á mérito de las sugestiones del
mismo general Sucre, no creyendo aún su-
ficientes las explicaciones de la diputa-
ción, decretó la Asamblea, que el nuevo
Estado llevara el nombre de Bolívar, á
quien lo declaraba su padre y profecior y
BU primer presidente»
Tan vivamente lisongeada la vanidad
del hombre, las resoluciones de la Asam»-
blea fueron acatadas por éste con mues-
tras de marcado reconocimiento, llegando
en un rapto de gratitud y entusiasmo á
llamar ¡íu hija predilecta á la nueva Repú-
blica .
Acta de la Independencia. — El presi-
dente de la Asamblea, don José Mariano Se-
rano, redactó el «Acta de la Independen-
iaD, que lleva la fecha del % de Agesto
— 104 -^
én hotfienaje á la batalla de Junin, oraña-
da por Bolívar. <cEI mundoD, di<ce el Ac-
ta en su parte expositiva, a:sabe que e{
Alto-Perú ha sido en el continente de Amé-
rica, el ara donde se virtió la primeía san"
gre dé los libres, y la tierra donde existe
la tiímba del último de los tiranosi»— «Loeí
departamentos del Alto- Perú», anadeen
su parte resolutiva, «protestan á la faz de
la tíerfa entera, que su resolución irrevo-
cable es gobernarse por sí mismos».
Escudo y pabellón de la Repúbli-
ca.— -La Asamblea fijo loa colores del pa-
bellón nacional, punzó y verde, el punzó al
xúediO' y el verde á los extremos, llevan«lo
en el campo punzó cinco estrellas color
Oro, cada una dentro de un óvalo verde.
Eá\ escudo de armas, debía estar «lividido
en cuatro cuarteles: dos grandes, el supe-
rior y el inferior, y dos pequeños al me-
dio: en el cuartel superior cinco estrellas,
en el inferior el cerro de Potosí, en los
centrales una allpaca y una níma del ár-
bol del pan, todo coronado por el gorro fri-
gio (decretos de 17 de Agosto de 1825).
Al año sigtiiente se aumentó al pabe-
llón una faja amarilla y se sostituyeron
las estrellas con las armas de la Repúbli*
ca (Ley de 25 de Julio de 1826). El es-
cudo <Ie nrrnfjs «sufrió faninión fu refofmn ;
— Í05 —
iiti óvalo: campo de platn: el sol uacíeiulo
detrás del ceiTO de Potosí, á la derecha
fina al! paca subiendo el ceno, á la ¡zí|uier-»
da un haz de trigo y nn'-i rama del árbol
del pan: debajo sus estrellas en campo
azul (Ley de 26 de Julio de 1826).
Solo bajo la administración de Belzu, el
escudo y el pabellón j tomaron su forma de-»
unitiva: en ia bandera, la faja amarilla al
centro, la punzó arriba y la verde abajo;
en el escudo, en vez del gorro frigio, el
cóndor de Bolivia con las alas abieitas y
los pies sobre dos mmas de olivo y laurel
(Ley de 5 de Noviembre de 1851 y decreto
de 27 de Junio de 1854). léanlo los co-
lores de la bandera como las figuras del
escudo simbolizan los tres reinos de la na-"
tu raleza.
íiA Capital* — La misma Asamblea de-
cretó que la Capital tle la nueva Repúbli-»
ca se denominase «Sucre» (Agosto 11 de
1825) Luego se confirió al Libertador la
facultad de designar el sitio en que ella
había de construirse, consideraudose mien-
tras tanto Obuquisaca como capital pro-
visoria (Julio 1 <> de 1826). Fué la Asam-
blea constituyente de 18:^9 laque resol-
vió que dicha ciudad lo fuese definitiva-
mente, llamándose en adelante Sifcre [Ju*
lio 12].
— loii —
I'kesiDkkcia dh¡ liui.ivi
tA'lor Hvribü e! 4 de Novi
quisucti, y con \¡i cooperiicii
tHCIóii permntiutile, se ociip
tas infttiiiiciouea dd paia ei
li)iuienila, benefícciiclit, jiisl
cióii, con más precipitació
tie nianerH que üe todo lo
jílnmeii tildo entoiiüBS, chhí i
lizjiise y mucho menos co
perro R 11 en cía eii Boliviu S(
<!iiütitH y ciiiuo dias. [']l 1,
1826 ee despidió para Lim:
Cuestión db Tarjjí. —
■¡lie en lo político y ¡idmini
din de la pmvÍnc¡:L ile Poto
todor tkcceilió fácilmente á
n)HB, el pueblo tarijeño pr
iirmnda coiitr» csh determi:
sus diputados al congreso
cotif^reso desaprobó \n coi:
bar [ador.
La b Constitución vi
Asambleii nacional pidió
constitución, y éste In forini
tándola á un mecaníamo i
que biIs defectos i[.áa salíen
talicismoB y la sirresponsn
— 107 —
presidencia. Fué sancionada, sin embar-
co por el Congiíífeo Constituyente del año
26, que nombró presidente al general Su-
cre.
OAPtTUI.O II
A-dininiatración de Sucre, — Relaciones
internacionales, — Escándalos de las
tropas colombianas, — Motín del 18
Abril. — Combate de la Recoleta;
muerta de Lanza. — El general Urdi-
ninea asume el mando. — Primera
invasión de Oamarra; ajuste de Pi-^
quiza, — Renuncia de Sucre; rasgos
biográficos.
Administración dk Sucre.— El con-
greso de 1826 trabajó con ahinco, mos-
trando im saber y una elocuencia poco co-
munes. Todas sus leyes fueron desarro-r
Hadas en las reglamentaciones del Ejecu-
tivo con infatigable laboriosidad y talento
pi'áctico; de suerte que, durante esta cor^
ta pero fecunda administración, quedaron:
organizada la hacienda, reglamentadas las
contribuciones y fundado el crédito públi-
; mejorada la instrucción con el esta-?
..ecimieuto de escuelas y colegios soste-
— lUb —
nidori con parte de los bieDeri del cloro;
disminuido el numero de conventos; eman-
cipados los esclavos, libre la prensa y sos-
tituida la antigua demarcación territorial,
con la división en departamentos, provin-
cias y cantones. Los vencedores de Ju-
nín y Ayacucho fueron premiados con un
millón de pesos.
Relaciones internaCíONAles. — En
las relaciones internacionales, el Gobierno
desplegó patriotismo y coló: intimó al Bra-
zil la desocupación de territorio» del orien-
te que iba invadiendo, y celebró con el Pe-
rú un trat^ido en que obtuvo la cesión pa-
ra Bol i vía de la costa comprendida entre
el cabo de Sama y el Loa, mediante la iue.
demnización de cinco millones de pesos
(^Diciembre Bl de 1826 j; arretrlo que des-
barata el general Santa Oruz, en quien pu-
dieron más sus propósitos ambiciosos que
los vitales intereses del suelo en que se
meció su cuna.
Escándalos de las tropas colombiat
líAS. — Las tropas colombianas que resi-
dían en la República, ensoberbecidas con
sus triunfos y trabajadas por I03 enemi-
gos de Boüvia en el Perú, promovieron
dos grandes escándalos, el uno en Cocha-
bamba por el escuadrón Granaderas que
se defeccionó y se dirigió á Salta come-^
— 109 —
tiendo desafaeros j violencias de todo li-
li age; y el otro en lia f^az, por el batallón
Voltig&ros, que se rebeló vitoreando al Pe-
rú y al oreneral Santa Cruz, Esta rebe-
lión fué reprimida, por las fuerzas bolivia-
nasy á cuya cabeza se pusieron el general
Urdininea y el bravo coronel Braún; y
Sucre lisonjeó á Ioh soldados de Solivia
con estas hermosas palabras: € Habéis
vencido á los vencedores de los vencedo-
res de catorce años».
Motín del 18 de Abril. — Lo consti-
€ución boliviana, que el Libertador hizo
aceptar también con el Perú, había des-
pertado celos y resistencias en esa Repú-
blica, basta el punto de formarse allí un
fuerte partido de oposición, el qne auxi-
liado por los mismos soldados de Colom-
bia, se rebeló echando abajo la constitu-
ción y la autoridad de Bolívar y decla-
rando que no entraría en relaciones diplo-
máticas con Bolivia mientras la goberna-
aen extranjeros. Viéndose envuelto, el
general Sucre, en las resistencias que ha-
bía despertado la política de Bolívar, y no
.queriendo darles pretexto para que toma-
sen mayor cuerpo, dit»puso que la división
jcolombiaua deje el país, y anunció su re-
solución de resignar la presidencia. Míen,
tras tanto, sobre la frontera perua&a, apa.
— lio —
recio un ejército de observación ai mando
del general Agustín Gamarra.
Pero las maquinaciones a nti-boli varis-
tas habían avanzado mucho en su camino,
y una noche el jefe argentino Oainzo,
acompañado del músico mayor del bata-
llón Granaderos de Colombia, se apoderó
de la guainición de Chuquisa ea, que la
entregaron dos sargentos peruanos. Al
día siguiente, cuando Sucre, informado de
lo que ocurría, se precipitó al cuartel pa-
ra restablecer el onlen, fué recibido por
una descarga y una bala le rompió el bra-
zo (Abril 18 de 1828).
Combate de la Recoleta; mukrtedk
Lanza. — Sin pérdida de tiempo, el pre-
fecto de Potosí, coronel Francisco López,
anoticiado del escandaloso motín, acudió
con cien hombres á Ghuquisaea, ocupó los
altos de la Recoleta, batió desde allí á los
amotinados y los dispersó y puso en fuga
(Abril 22). El músico mayor y los dos
sargentos murieron lanceados.
En la refriega fué también mortalmen-
te herido el insigne guerriller® don José
Miguel Lanza, una de las glorias milita-
res más puras de Boliyia, á quien la gra-
titud y la admiración de sus conciudada-
nos ha bautizado con el nombre de el d\
Felayo boliviano. Murió defendiendo Is
— 111 —
ley como había Wvldo luchando por la li*
bertad.
El GtiNERAL ÜRDININEA ASUME EL
MANDO. —Apenas cayó herido el general
Sucre fué rodeado con afectuosa solicittid
y respeto por el vecindario de Chuquisa*
«a. En un comicio populai que tuvo lu-
^ar al siguiente día, exaltó Olañeta sus
preclaras virtudes, puro dejando entrever
ios peligros del bolivarismo» El general
Sucre quiso guardar una actitud pasiva y
prescindente y delegó el poder en el con-
sejo de Ministros; y como presidente, de él,
asumió el man<lo de la República el gene*
íal don José María Pérez de Urdininea
<Mayo 4).
Primera invasión be Gamaura; ajus-
te DB PiQüiZA. r-EI motín de Ohuquisa-
ca dio margen á G amarra, que estaba en
acecho, para penetrar en Bolivia y ocupar
los departamentos de La Paz> CiH-habam-
ba y Potosí, á pretexto do «ponej ae entre
la víctima y los asesinos»; y como había
trascendido y bailado eco entre los mis-
inos bolivianos aquella corriente de opi-
nión opuesta á la política de Bolívar, fué
recibido mas bien como un aliado que co-
mo invasor. El mismo Urdininea no su-
po ó no quiso resistirle. Comprendiendo
-esta situación el general Sucre se empefió
' — 112 —
porque se abriesen negociaciones cotí ex
invasor. En su consecuencia firuióse uif
convenio en Piquiza, pn que Oamarra im-
puso la ley á los plenipotenciarios bolivia-^
nos (Julio 6 de 1^28).
Renuncia de Sucre; carácter de es-'
TK PERSONAJE. — De conformidad con el
ajuste de Piquiza, evacuó el país la divi-
sión colombiana y se reunió el congiesa
constituyente, ante el cual presentó Sucre
su renuncia y el célebre Mensaje que con-
tiene la historia de su administración. r~
Este austero republicano, alma elevada y
severa, estadista sobresaliente, talento or-
ganizador y so'dado gloriosísimo, se des-
pidió de Bolivia el 1.** de Agosto de 1828.
No contaba entonces hiño treinta y tres'
años de edad Nació en Cumnn^ (Vene-
zuela) el 8 de Febrero de 1895.
Desde su adolecen ci a se había consa-
grado á la causa de la emancipación
americana, y descollando por su crenio, es-
caló las cimas de la gloria, hasta consti-
tuir la más eminente personalidad política
y guerrera de la independencia. De vuel-
ta á su patria, le prestó todavía grandes
servicios, y se esperaban aún mayores de
su abnegación y su inteligencia, cuando
una emboscada preparada en la encruci-
jada de Berruecos le dio alevosa muerte.
— 113 —
'^¡Balíizo!» excliim ) al sentir su pecho
ii travesado por el plomo risesino, y espiró
(Junio 4 de 1830).
. CAPÍTULO. III
Primer ínter mato de Ve lasco. — Re-"
vuelta en La Paz. — Ultima m^mi-
f estación realista. — Presidencia de
Blanco; su prisión y su inuerte. — =
Segundo interinato de Ve! asco.
Primer interinato de Velasco. ^R1
congreso organizó un gobierno provisional
lioinbraudo presidente al general don An-
drés .Santa Üriiz y vice-piesidente al ge-»
neral don José Miguel de Vein^co, quien
asumió el mando por hallíirseMquél ausen-
te en OhiJe. Convocó, adcnan, una asam-
blea convencional y se disolvió.
Revuelta en La Paz. — Kl nuevo go-
bierno intimó al ejército peruano la des-^
ocupación del territorio, y el general Ga*
marra, para efectuarla, se hizo pagar los
gastos de la invasión. A su pnso por La
Paz, fomentó una revuelta, acaudillada
por el coronel José Ramón de Loaiza, en
que se invocó la independencia del depar-
tamento bajo el nombre de «Alto Perú»*
Para conjurar ese movimiento, Velasco,
onfirió á Loaiza el grado de general de
8
^ 114 -
olivada, toniáíKlose así en proiuio el caá*-
tigo que merecía el revoltoso.
Ultima manifestación realista. —
Por ese mismo tiempo, 'l< ti .Firticisco
Aguilera, el vencedor de los patriotas Pa-
dilla y Warnes> proclamó en Vallegrande
el reinado de Fernando VIl^ Bl coman-
dante general de Santa Cruz, coronel don
Anselmo Rivas, lo batió en las cercanías
de aquel pueblo (Octubre 30 de 1828)4
Habiendo sido capturado Aguilera mus
tarde, fué pasado por lafi armas.
PRESIDKNCIA DE BlaNCO; SU PRISIÓN
Y SU MUERTE. — Instalada la Asamblea
convencional, que fué llamada «:convul-
sional», dos meses después de disuelta la
constitu}ente, eligió presidente de la Re*
pública al coronel don Pedro Blanco y
vice-presidente al general Loaiza, precisa*
mente á los dos hombres más fuertemente
tachados de haber estado en connivencias
con la invasión peruana f Diciembre 14 de
1828yl. Blanco se posesionó de la magis-
tratura doce días después. Esta elección
exaltó á algunos militares entre los que
figuraban el coronel Armaza y los tenien-
tes Coroneles Ballivián y Vera, quienes
prendieron á Blanco en su palacio y lo re-
dujeron á prisión (Diciembre 31).
El coronel Armaza quiso tomar un asien-
-^ 115 —
to en el congreso para explicar su conduc-
ta. «¡ Ki soldada debe hablar desde la ba-i
rríií» exclamó el diputado Manuel Anice-
to Padilla. Así lo hizo Armaza, y oida la
explicación, el congreso nombró presiden^
te provisorio al general Velasco [Rnero 1.**
de 1829].
Tiansportüdo Blanco del palacio al
convento de la Recoleta en la mañana del
1.® Je Enero, fué asesinado cá las once de
la noche, trágica y misteriosamente. 8ólo
gobernó la Rejmblica por cinco días.
íSegundo interinato de Velasco. -^
Esíos sucesos llevaron la anarquía á su
colmo. La oonv^ención se disolvió de su
propia virtud, y el general Velasco decla-
ró nulos sus actos, retrotrayendo el orden
de cosas al estado en que lo dejó la Asam-»
blea constituyente (Enero 31 de 1829). En
su consecuencia, el general Santa Cruz fué
llamado á hacerse cargo de la presidencia,
CAPÍTULO IV
Administración de Santa Cruz, — /n-
tervención en el Perü, — Victoria de
Yanacocha, — Ataque de üchumayo;
victoiña de Socabaya» — Pacto de la
confederación, — Resolución del con-^
greso.
Administración díí: Santa Cnug.
— 11() —
El genera) Santa Cruz inangui ó su gobier-
no con un decreto de amnistía (Majo 24
de 1820). Sostituyó en seíruida á la
constitución de Bolívar con un (iCstatutQ
provisorio», que regió hasta la promulga-
ción de la segunda constitución (1831),
y se consagró laboriosamente á la admír
nistración del país, atendiendo con inteli-
gencia y celo todos sus ramos y afianzanr
do la paz pública. Aumentó el ejército
y organizó la guardia nacional; condujo
con regularidad la hacienda, llenando to-*
dos los gasto-í, con excepción del servicio
de la deuda pública; organizó las aduanas;
estableció las universidades de Cochabamr
ha y La Paz; fundó un colegio de artes en
esta última ciudad y una corte superior en
aquella; erigió la provincia de Tari ja en
departamento (1831); empadronó la po-
blación que resultó ser de 1.088,890 ha-
bitantes (1831), y promulgó los códigos
civil, penal y de piocedimientos, que s©
llamaron «Códigos Santa Cruz», resultan-
do así, Bolivia, el primer Estado Sud-ame-
ricano con legislación propia. Para com-
batir la desmonetización del país, dismi
nuyó la ley de la moneda, gravísimo eiror
que no ha podido ser enmendado hasta
ahora. Todas estas creaciones y refoi-
mas se verificaron por iniciativa suya y úq
— 1.17 —
las iegif laturas. Fué elegido vice-presi*
áieate de la República don Mariano Enri-
jque Calvo.
Intervención en el Perú.— Hacia
mucho tiempo que Santa Cruz alimentaba
el proyecto de una confederación perú-
boliviana, y una vez que afirmó la paz pú-
blica en BoÜvia se entreo;ó de lleno á la
realización de su idea.
Después de agitar diestramente la anar*
.quía entre los peruanos, donde tenia un
gran partido, y de entrar en acuerdos con
Gamarra, alcanzó que el presidenie Orbe-
goso, combatido á la sazÓA por éste y el
geneml Salaverry, que al mismo tiempo
eran rivales, solicitara la inrervención de
Bolivia (Junio 7 de 1834). Santa Cruz
con cinco mil hombres se situó en Puno,
donde Urbegoso le tiasmitió las faculta-
des extraordinarias de que se hallaba in-
vestido. Gamarra rompiendo sus tratos
pon Santa Cruz, se alió á Salaverry, y am-
bos, con sus respectivos ejércitos, se pu-
sieron al frente del invasor.
Victoria de Ya na cocha. — Sin dar
tiempo Santa Cruz á que los ejércitos ene-
migos llegaran á reunirse, abrió campaña
contra el de G amana que ocupaba el de-
•artamento del Cuzco. En Lampa reci-
tó el refuerzo de una división peruana, y
— 118 —
en Yanacocha^ donde había lomado [}08ieio^
nes Gamarra, tuvo lugar la batalla. Las
fuerzas de Gamarra fueron destrozadas
completamente, dejando en el campo co-
mo quinientos muertos y muchos heridos.
Los bolivianos solo perdieron ciento
(A^ftto 18 de 1885),
Ataque de üchumayo; vjotoria de
SOGABAYA. — Salaverry, hombre de carác-
ter violeutísimOy movido por el despecho ó
quizá por e! solo propósito de aterrorizar á
los bolivianos, les declaró ala e^nerra á
muerte;)^ bajo sus formas más bárbaras.
La campaña fué larg^a y obstinada. Sa»
laverry dominaba el mar con el auxilio de
la marina de guerra, y obligaba á sn ene-
migo á fatigosas marchas y contramar-
chas. Por fin, después de varias expedi-?
cienes y de pequeños encuentros como los
de Ananta [Noviembre 7.1, Ninabamba
[Noviembre 9} y Gr amadaí (^nQvo 26 de
1836,) en que los bolivianos probaion su
valor y su buena fortuna, logró iSanta
Cruz alcanzarlo en Arequipa [Enero
81].
El general peruano ocupó el norte (le la
población que el río Chili separa, y Santa
Cruz desde la otra banda intentó vadear
el rio sosteniendo por el espacio de cuatro
días uu combate constante. Fortiñcado
— 119 —
después Salavenj ©n el puente do Uchú-'
nmyo, el geDeral José Ballivián con el ba*-
tallóii <tGuardiaj& del coronel Vera, acacó
el puente, «ostentando el lujo de un yaloi*
extraordinafioD según la expresión del
mismo Salaverry [Febrero 4j. Santa Cruz
«itrajo entonces al enemigo a los llanos de
JSocabaya, y en el Alto de la Luna se tra^
bó la batalla, que fué otra vez favorable y
gloriosa para las armas bolivianas. Las
pérdidas de los peruanos alcanzaron á
seiscientos muertos, más de trescientos he-
ridos, y cerca de dos mil prisioneros* Los
bolivianos tuvieron doscientos cincuenta
fnuertos y ciento ochenta heridos [Febre-
ro 7].
Cogido prisionero Salaverry fué juzga-
rlo por un consejo de guerra compuesto de
jefes peruaBos solamente, y sentenciado á
muerte, rindió la vida con ocho de sus
principales capitanes.
Pacto de la Confederación. — Así
vencidas las resistencias del Perú, se reu-
nieron los congresos de Sicuaní y Huaura,
que declararon dividido el país en dos Es-
tados: ñor- peruano y sur-peruano, para que
formasen con Bolivia la Confederación
Perú-botiviana, bajo el Protectorado del
general Santa Cruz, á quien como á Boli-
via, dieron las gracias por su intervención.
— 120 —
E¡n 8Ú consecuencia, el Protector declsifd
establecida la confederación, promulgó los
códigos bolivianos eü los Estados del Pe^
tú y nombró presidente del Estado boli-
▼iano al general Velasco, del Ncr-perua-
no al general Orbe^oao y del Sur-peruano
al general don Pío Tristán [Octubre 28
de 1886].
Una asamblea de plenipotenciarioh de'
loa tres estados, reunida en Tacna, ajnstó
después el pacto de la Confederación [Ma-
yo de 18»7].
Desaprobación del pacto por parte
DE BoLTViA. — Mientras tanto, Bolivia ha-
bía quedado al mando del vioe-presidente
Calvo, quien no hizo otra cosa que secun-
dar las miras de Santa Cruz, influyendo
en los Congresos para la aprobación de
sus actos y atendiendo al ejército en cam-
paña, con los auxilios de que había me-
nester. Pero cuando se ajustó el pacto de
Tacna, su conciencia patriótica se alarmó
j faltando aún á las instrucciones de San-
ta Cruz se apresuró á convocar al congre-
so [1837]. Por su opinión y la de la ma-
yoría del país, quehalben dicho pacto la
prepotencia del Perú sobre Bolivia, fué
rechazado declarándose que ano se le con-
sideraría jamás».
— 121 -
CAÍ ÍTIILO V
Intervención ahile no^r<jentina, — Prí^
mera expedición chilena; Capitula-
cien de Paucarpata,--^ Expedición
argentina; victorias de Umahuaea,
Iruya y Montenegro, — Segunda ex"
pedición ohilena; Buin, Yungoy, — ^
Congresos, -^^E I Mariscal Santa CimZi
Intervención chilino-argrntina.*—
lleceloso el gobierno de Chile por el des-
hrrollo que tomaban los sucesos del Perúy
buscó lu alianza cbl Rcaador y la Argén ->
tma, con el fin de deábaratar la confedo-»
ración. El Ecuador se mantuvo líeutral,
no así la Argentina, gobernada entonces
por el tirano Juan Manuel Rosas, que se
prestó á coadyuvar á la política chilena.
Primera expeoición chilena; stJ ca-*
PITÜLACIÓN EN PaüCARP ATA .-—Chile ¡ni*
ció sus hostilidades con un acto de pira-
tería, apresando en el Callao tres buques
desarmados, sin previa declaratoiia de
guerra, y envió en seguida al Perú una
expedición de cinco mil hombres al mando
del general don Manuel Blanco Encalada.
La expedición desünibjjrcó en Tslay y
)enetró imprudentemente hasta Arequipa
— 122 —
\wv iiu (lesiei'io ile treiiitiL h
perilic) ceruii de Ift tnitail li
vicailiMie liiejío e^isi Ue-mula,
ninvllidml y encorruiíKla poi
luniins del ejército iiiiiilo que
teulor (!o;rerla sin esfuerzo
tííniei'iihiii; ]>.iío prefiíió coi
gvatitiiil ciLileiin con un raíígi
pactó U ciipitnljic'ÓTi dc! I'ii
volvieiuici liuiiio'niiicntG á Ift
eorii los restos de t» ejéroito
17 de 1837).
líXPKDlCIÓN AHGiJNTlNA;
Um.ihuací, Irüya t.Mont
Argentina, á su v^z, de^tacf
más d<í ctinti-i> mil hoiulii-cs, :
terii Eiiil de Bolivia, al inand
Alejandro HeredÍH. Bolivia
divisióii do dos mil iiouibres
geiieriil Bmiin. La caropiiS
y gloriosa piira liis onims b(
ejército nríentino fué bfttii
monte en Uniahuaea, huya,
batieron «uno confm tres»
1838) y MonUnei/ro (.Innio
victorias refrenaron las iigre
tinftB, que no volvieron á. reii
SEdirN»* KXPKDrcrÓN CH
QAY.— Oiiile, qiip con sn ei
Pauoarpata salvó su ejército, faltó á ius
oV>ligacioiiGs on ella contrnidas, y pieparó
ana segmida expeclición de seis mil hoin-'
hres al mando del general don Manuel
Biilnes y guiada por Gamnrra y uMichos
peruanos.
í^or segunda vez el ejército chileno so
vio en el ca>o apretado de Pancarpata,
cuando después de ocu[)ar íjima, tocó re-^
tirada á rrujillo al saber la apix)xiinación
de Santa Oruzj pero el Protector, deS"
aprovechó la oportunidad de aniquilarlo.
No parecía sino que su propósito era re-
huir todo lance de armas con Chile; y
mientras^ que el ejército de éste reparaba
sus faltas y se engrosaba con el auxilio de
G a marra y los opositores de la confedera-»
ción, iSanta ')ruz permanecía tranquilo ó
indiferente en Lima., entregado á las aten-
ciones de la administración. Todavía,
cuando, por Hn, entró en campaña, pudo en
el puente del Buiny completar la derrota
de la más importante división chilena que
fué arrollada por la del general Guarda;
pero Santa Cruz lejos de enviar refuerzos
á sus combatientes, mandóles tocar reti-
rada. Con tanto desacierto iba preparan^,
do él mismo su inevitable ruina.
íia batalla decisiva tuvo lugar en Yuv-
MI/, Atacó tan flojamente, dejando cuer?
~ 124 —
pos «nteros sin combath, quesu deitota se
declaró luego (Knero 2o de 1839). Se di -
ce que tenía comprados á sus enemigos y
que hasta ei último momento esperaba su
defección.
Santa Cruz se retiró á Arequipa á mo-
vilizar el ejército del sud; pero éste se le
mostró hostil. Pensó envolver á Bolivia;
pero luego supo que allí había estalladt»
una revolución contra él, invocando la
«restauración». El ex-protector tuvo que
embarcarse para Guayaquil.
Congresos. —Durante la administmción
de Santa Cruz, se reunieron en Bolivia
ocho congresos: el de 1881, en La Paz,
que se declaró constitujente y dictó la ser
ganda Constitución; el de 1882, que apro-
bó un tratado de comercio con el Perú,
desventajoso para Bolivia, pero con el que
Santa Cruz se proponía halagar á aquel
país; el de 1883, que autorizó al ejecuti-
vo para obrar «liscrecionalment'e á fin de
precaver á Bolivia del desorden y de cual-
quiera agresión; el de 1884 que dio la ter*-
cera Constitución y la ley de responsabir
lidades de la corte suprema y que declaró
público e) voto; el de 1885, reunido en La
Paz, que aprobó la intervención boliviana
en los asuntos del Perú; el de 1886, reuní
do en Tapacarí, que autorizó á Sant
^ 125 —
Cruz para el establecimiento de la con-
federacióu perú boliviana; el de 1837,
que rechazó el pacto confederal de Tacna,
declarando que «no se le consideraría ja-
más»^ Y el de 1888, llamado «ccanalla de-
liberant-e» y reunido en Cochabamba, que
se desdijo de su declaración de 1837 y que
aprobó el pacto.
El Mariscal Santa Cruz. — Santa
Cruz fué un estadista de primera talla, dies-
tro en la administración y hábil para la
intriga ; pero su ambición y sus aficiones
monárquicas le hicieron preferir á la glo-
ria de ser el organizador de su patria, el
¿efímero papel de conquistador y domina-
dor de naciones; fundó la funesta escuela
del espionaje, las delaciones y la violacióu
de la correspondencia, en que ha tenido,
para desgracia de la República, discípulos
aventajados. Hizo más bienes al Perú
que á su patria, y cuando Tacna, después
de Yanacocha, firmó una acta pidiendo su
anexión á Bolivia, reprimió indignado es-
ta manifestación.
Sin embargo, nunca como en su admi-
nistración, creció más el prestigio de la Re-
pública, ni nadie la colocó en mayor espec-
tación, con grande influencia en América,
vencedora un día de chilenos, peruanos y
argentinos y á la vanguardia do las de-
Uon más patriotÍBiao y mesura en sqs ;i
Iliciones, bftl>ría empleado ei vigor ilc
República en servicio üe la misma Ke\
Mica; pero lo gastó vanamente, no q
ilHnilo de «11 obr» otra oorh que loa no
brua lie Iiiíí batallas ganadas, en la mer
zóii. No volvió más á Bolivia. íiac
on Huarinaen 1786, murió en Versalles
I8G5.
OAPÍTULO VI
La '^Hestauradón"; presidencm
Velasco. — Sublevación de Bal
vián. — Agresiones peruanas. — .
"Regeneración" ; Agreda y Calvo.
Segunda invasión de Gamarra.
Actitud de Bolivia. — Combate
Jahuircatu. — Victoria de lugavi.
Ocupación de Puno y Moquegí
tratado de paz.
La «Restauración»; prbbidbncia
VelaBco.— La levolución Rvestauí-aili
(le la irnlependenciaii; tuvo lugar aún i
tea de siibcrse el desenlace i|ue cupo
Tungay al Protectorado. La eucabei
ron ol geuoral Yolasco en Tupiza ("Feb,
r
— 127 ~
Yó d de 1839^ y el general Bnllivián en
fiaPaz. Era una reacción absoluta «on-
t.ra el régimen y la política de Santa Orna.
ÍJniformada la opinión ^n favor de Ve-
iasco, la asamblea consdtnyente de ese
mismo añO) que dictó la cuarta constitu-
ción, una de las más liberales que ha te-
nido Bolivia, Jo invistió con la presiden-
cia piovisoria.
Sublevación dk Rallivián. — Como la
asamblea hubiese omitido elegir vice-pre-
sidente, el general Ballivián que preten-
<lía ese cargo se dio por as^raviado y se su-
blevó en La Paz (Julio 7). Después de
una dcsgraciftíla campaña sobre (Jocha-
ba mV)a, encargó su tropa al general Vi 11a-
gra y se escapó al Perú. La asamblea,
-que había abierto un juicio nacional con-
tra Santa Cruz, poniéndolo fueía do la ley
y declarándolo traidor é indigno del nom
bre boliviano, dictó igual resol ición con-
tra Ballivián.
Al año siguiente, convocados los cole-
gios electorales, fué proclamado Velasco,
presidente constitucional, .
Agresiones PERUANAS.— Hallábase go-
beinado el Perú por el general Gamarra,
quien después de pulsar el grado de pos-
tración á que había quedado redncidíi Ro-
4ivia, quería retorcer la intervención de
— 128 —
HaQta Cruz, trayendo bi devastacióii y ét
duelo á la República. El gobierno .pro-'
cnró impedir la agi^óu peruana por lae
yias diplomáticas ; pero el tratado quecoif
este fin se celebró en el Cuzco (Agosto 14
de 1839), resultó ignominioso para BoH-
yia y altamente ofensivo á sn dignidad e^
lenguaje que eontra ella empleó el congre-
so de lluancaya. El tratado fué rechaza^
do de plano^ el país y el gobierno se pre-
pararon entusiastas á bu defensa^ y el Pe^
rú, sorprendido de encontrar tanta vinli-
dad en un pueblo que loereia envilecido, in-
vitó á Bolivia á entrar en nuevas negocia-'
eiones.
Celebrado un segundo tratada en L/ima
(Abril 19 de 1840), no menos humillan be
que el primero, tuvo el gobierno la deíbi-
lidad de aceptarlo provisoriamente; pero
el congreso la descebó otra vez.
Veíasco babía cometido la falta de fe-
licitar á Chile por sn victoria de Ynngay
en que se vertió tanta sangre boliviana; y
esta aberración, y la aprobación del tra-'
tado de Lin\a y la irresolución de su ca-
rácter, socabaron sus prestigios y la esta-
bilidad de su gobierno. En Oruro, se amo-
linó en favor de Ballivián el batallón «Le-
gión», presidido por cuatro sargentos e
tre los que se bailaba Mariano Melgare'
— 129 —
ínás tavtle presidoiite ile ía República. Re^
primida la subievaííión' enérgicamente, el
batallón fué quintado por inspinicicneá del
ministro don José María Linares. Poco
después», hallándose el gobierno en Cocha-
bamba, los amibos del j^eneral Santa <Jrnz^
sedujeron el batallón nQnintoj), prendie-
ron con él al presidente y derrocaron su
autoridad (Junio 10 de 1841)*
liA «Reígeneración»; Agreda y Cal-
vo — 'Hll coronel don Sebastián AjSfreda se
invistió del mando supremo, mientras vi-*
niese Santa Cruz que se hallaba en Quito é
inauguró el gobierno dé la «Regeneración»^
el cual no tuvo hirga ni quieta vida. La
(í Regeneración» había nacido impopular.
í^otosí primero, y luego Sucre, Santa
Cruz y Tanja, proclamaron presidente á
Ballivián* Pudo Agreda dominar estos
levantamientos y hacer que el ex-vícepre-
fiidente Calvo se pusiese á la cabeza del
gobierno; mas, el célebre batallón «Quin-
to», con cuyo auxilio había derrocado á
Velascoj se pronunció en ñivor de Balli-
vián y decidió la contienda (Septiembre
22). Este general proscrito en Puno, pe-
netró en Bolivia, anuló las constituciones
de 1834 y 1839 y asumió la suma de loa
loderes (Septiembre 27).
9
— 130 —
Ai propio tiempo el general Velascoj
ilesteriíido en la Argentina, apareció en
Tapiza, donde orgHuizó una fuerza de ca-
ballería de mil doscientos hombres. Los
pueblos del sud i^e plegalian ya á su ban«
dera, cuando (i amana, el sempiterno ene-
migo de i]ol¡v¡a, atravezó la frontera, cou
un ejército bien organizado (Octubre 2).
Segunda invasión da Gama era. — No
podían hallar mejor ocasión los peruanos
para invadir Holivia, que ésta en que la
anarquía tenía revuelto y desconcertado al
país. Así que, sin périlida de tiempo, to-*
marón la ruta de Huancané y Kscoma, se
apoderaron de las provincias Septentrio-»
nales de La Paz, saquearon vunos tem*
píos y devastaron algunas poblaciones.
Ocuparon despu^^a la ciudad de La Paz y
acamparon, en seguida, en Viacha, donde
se fortificaron.
Actitud de Bolivia.— La invasión
peruana llenó de indignación á Bolivia,
que se apresuró á rechazarla resuelta*
mente. Velasco, impulsado por el patrio*-
tismo, cedió sus fuerzas á la defensa de la
República de que se encargó Ballivián, y
los partidarios de la «Regeneración» acu-
dieron también á la salvación de la pa-
tria*
F]ntretanto, Ballivián procuraba darse
— 131 —
tiempo para recibir los contingentes ele
guerra de la República, mediante evolu-
ciones del caso y hostilidades á retaguar-
dia del enemigo, que entorpecían el paso
acelerado del invasor. 8e situó después
en Sicasica, y tomó decididamente la ofen-
siva. En menos de cuarenta días había
puesteen pió de combate sus milicias.
Combate de Jahuikcatü. r-Al dirigir-
se á Sicasica, destacó cuatro compañías
del batallón flcQuinto» y una mitad de
coraceros al nmudo del coronel Herrera,
para que sorprendieran en Mecapaca á un
batallón peruano que hostilizaba á las au-
toridades y familias de La Paz, asiladas
en ese pueblo. Oportunamente anoticia-
ílos los peruanos de la presencia de tropas
nacionales, tomaron posiciones en Jahuir-
catiL La refriega duró dos horas y cuar-
to. El enemigo perdió más de una
cuart.a parte de su fuerza; su jefe, el ge-
neral San Román, fugó hasta La Paz en
una caballo en pelo; y las tropas bolivia-
nas, que atacaron hasta agotar sus muni-
ciones, se replegaron al Cuartel geneial
("Octubre 22;.
Victoria de iNQAvi—Ballivián movió
su ejército y se precipitó sobre el invasor
en los Campos de Itigavi, Bolivia no te-
nía sino 3,788 soldados y los peruanos.
~ jaa —
oruii 5,457. Así que lita gutrnllas 1
vianiís ae pugiei'on á doscientos pasos <
line^ pei'iiauH, Ballivián Icsilijo: <il*s
inigos {]ue t«iioÍB al frente, (l(RapAree<
pronto üoino Ihíí Diibes cuando las bai
vietiio » Bl empuje del soldado Imliv
fué imitetiioso y rompió las tilas del ii
Bor, üui'onaiido au dijnuodo la tnáa eef
didn victoria (Xovieinbre 18 de 1841)
íreuerulíaiino Gamarraoajó traspasado
dos balas. ;RH.ro deatino el auj'o: cul
rou sus CE:nixas la tierra que tanto b
odiado en vida!
Quedaran en el campo quinientos m
tos y vuiitrocientos heridos del ejército
ruano, con más de tres mil ctiatrocie
prisioneíos. El ejército de Bolivia i
doscientos muertos y cuatrouieutos I
dos.
Ocupación db Puno y Moqdbg
TKA.TADO D¡¡ PAZ.— El ejército de Bo
■e dirigió al Perú, ocupó por medio
los departamentos de Puno y Moque
y renunciando á sus derechos de vence
entró en aegociaciones con el vencido,
mando luego en Puno un tratado de
honroso para ambos Estados (Junio
1842).
Con la victoria de Ingavi dejó de sí
problema la independencia de Bolivia,
^ 133 —
ya conquista oonstituje este primer perío*
ido de la República.
SE6UKD0 PERIODO
i)esde la victoria de Ingavi liasta la. dieladura Linares (1841-1S57)
ÜAPÍTULO 1
Presidencia de Ballivián, — Actos legis-
lativos,--^ Actos administrativos, —
Las huaneras del Litoral, — Nuevas
Dificultades con el Perú. — Motín del
5 de Junio. — Revolución del Sud. —
Revolución del Norte. — £11 general
Ballivián.
Presidencia de Ballivián. — A raiz
del glorioso desenlace que cupo á las ar-
mas de la República en la campana de
Ingavi, se dejaron sentir ios trabajos re-
volucionarios de los partidaQos de Santa
Cruz, á quienes movía su jefe desde el
Ecuador. Apercibido de ello Ballivián,
apresuró su regreso á Bolivia, después de
firmar la paz en Puno, y reasumió el man-
do, que en su ausencia lo había ejercido
i;n consejo de gobierno presidido por el ge-
neral ürdininea. Convocó, en seguida,
lina convención nacional.
— 134 —
Bq cato, la eoDspií'aciÓn c
ya teoia ganado bastuute teiTC
basaba en el asesjnnto del pri
deBciibieria pov la trnieión Jet
jurailoa. Balliviáti, menos gr:
vez que en los campos de bat»
silar á cinco ctudadftnoa en Su
ro 16 de 1843) y dos en Oniro
Otros fueron deateirados.
Actos LEaiaLAiivofl. — Con
cedentes se reunía hi eoQTeuei
[Abril 33}, qiie aprobó los aet
vián, lo qoofirinó en la preside
la quinta constitución, califíc.
íón de aOrdenama militar, qi
podía leer al brillo de la eüpiK
pado de Gochabambn y la co
de Potosí, y dictó varias ieyei
tes en materia de vialidad y c
á las que dio más ensanche el <
atio siguiente.
Actos administrativos. —
te el gobierno se contrajo esn:
á los deberes de la administi
muigó el código militar, fundó
la de eadetea, oreó el departami
ni, mandó explorar el P i leona
ció una oficina de estadística ¡
ja hacienda con toda regiilarid
— 135 —
^t> levantado en 1845 y 46, dio á la Repú»-
blica 2.133,893 habitantes.
Pero (le entre estos y otros trabajos del
gobierno, ninguno más beneficioso para el
país, ni que hubiese contribuido mejor á 3U
relativa prosperidad, que la implantación
lie un nuevo sistema de enseñanza (1845).
Debióse al ministro don Tomás Frías, por
\o que en esa época se le llamaba «el sis-
teuQH Frías» ; y es el qvie actualmente ri*-
ge en la República.
Las huaneras del Litoral.— Por
íaquel tiempo se descubrió la existencia de
depósitos de buano en el Litoral (1842).
Ante semejante acontecimiento y hacien-
xlo contraste con la indiferencia boliviana,
la codicia chilena se manifestó eoncnpis-
ceutc; y en ese mismo año, ayanzó sus pre-
tensiones desde el Paposo, en el grado 26,
hasta el moiro de Megillones en el grado
23, 6^ de latitud austral . Inicióse así la
cuestión de límites con aquel Estado, ba^-
jo las condicit^nes más favorables para Bo^
livia, por el buen derecho que le asistía,
sin que nadie, en ese tiempo, hubiera sos^
pechado que concluyese tan desastrosa-
mente para la vida y el porvenir de la Re-
públitca.
Nuevas dificultades con el Perú.—
Prevenido naturalmente el Perú contra el
— 136 —
Tencedor de Ingnvi, conspiró
por derrocario, constitiijenilo á
dos diplomáticos cu iigenl«8 r
rios. Lng relaciones entre aml
noa se entorpecieron en su co
Kt Perú subió las tarifas adnai
Y¡r'M, decreLó en reCoraión, non j
ftbaoluta [Abril 26 de 1847]
parecía inevitable y se Imc
aprestos bélicos un uno y oti'o ]
do loa distnrbios internus de
nieron á conjurarla. Las dife
el Peni tei'miiiaron pues, por w
reeípioeas ventajas, celol)r!ido
pa rNoTÍei.,bre íj.
MotIk del 5 DE Junio. r-Iii
el eoronel don Manuel Isidoro
tigado \ior un acto de indisciii
Tlr de Último soldado en el bata
to», sublevó. Una noclie, este
Obrajes, soi-prendió Inegoal-bat
to» en la ciudad, j puso en fu)
denle [Junio 5]. La oporLnne
del coronel Mariano Ballivián
del presidente, reaccionó á la tr
do el conflicto, comenzaron las
nes, y dos oficiitles rindieron la
patíbulo. Al pi-opio tiempo sei
ron las resistencias i]ue habin
el país, el carácter riolento y
— 13" -
{íe Balli\¡áii, .--olneviniendo luego sti
eaida.
E.KVOLUCJÓN DEL SUD. — Los pueblos de!
suO dieron el primer grito de insurreccióny
proclamando la constitución de 1839 y la
presidencia de Velasco [Octubre lO}. Ba-»
Ilivián con su característica activida<l y su
índole iuipetuosa, asumió la dictadura, fu-
siló en Potosí á tres individuos sindicados
de espías, y desbarató el ejército revolu-
eionario eu los combates de La Lava
[Noviembre 6] y Viticht ^Noviembre 7),
habiendo hecbo una campaña de más de
ciento treinta leguas en quince días.
RevolüCJÓn dkl NORTB.-^Pero el país
se había declarado abiertamente contra la
subsistencia de Ballivián en el gobierno.
Apenas vencida la revolución del sud, apa-
reció Belzu en el norte, y aunque sufrió
nn contraste en el combate de Huarina
(Noviembre 25), pudo ap^itar la plebe de
La Paz, y el batallón «Diez» proclamó á
Velasco ( Diciembre 17).
Ballivián que se hallaba en Sncre, ex->
clairó; «¡Vamos á revolearlos comeen Vi-
tichií» Pero, comprendiendo luego que
no era patriótico ensangrentar toda vía más
al país por obstinarse en conservar su per-
sona en el poder, dimitió el mando eu ma^
nos del general don EusebioGuilarte, pre^
— V-iH —
%iik'iit(.> <l"l ('fiMKejo de Kfltado <
Ki, (ií;heiul Bai,i.ivián.—
ll.Llliviáii fué UR iiiililnr Imivo
faiiy tlcctilklo por <jl progi'eso de
j ODtusiiisttt priimovedor de re.
toilu oi'deii. Amigo de luE luce
hoinbi'es de valer, no hiil>rla de»
de'Ounlento del país, &\ ¡a viole
taiiei'iu d<t SIL cai'„cier, envaneoid
poi- 8US litiiloü de vencudor de 1
le liubtesebeciiooIviilHrqut!, ál<
se les cojidiiue poi' el camino d
tad, sin uteutar jaraáe á auB fne
Después de au abdicación y t
camino del extninp:ero, peimtint
tieii)[jo en Oliíle y \aego en Ri(
donde miii'íó á la ediid de nuaroi
años (1652).
CAPÍTULO 11
Gobierno de los diez días. — Ct
sidencia de Velaeco; Olañt
zu.- — Sublevación de Bel:
persión del congreso. — Yo
'-^El general Velaeco.
GoBlBRtlO l>li 1.08 DIEZ DÍiB.-
neral (iiiilnrte invenlido de una antoridRiI
'■ ^
I
r
u
I
ni
i ¡i
m
ir.l
ú
— 139 —
&ii:ieiiazadH por todas pHiteB de conatos re-
volucionarios y en wi propósito de conju-
rarlos, se apresuró á amnistiar á los per-
seguidos y emigrados políticos, cambió el
personal de los prefectos, convocó á elec-
ciones y se dirigió al norte. Vano empe-
ro >. Tia revolución se venía como un to-
rrente.
fin Villcapugio se le defeccionó un re-
gimiento de coraceros proclamando presi-
dente á Belzu; y en Cochabamba se pro-
dujo un prouunciamient® análogo. En So-
rasora descubrió el plan de una gran se-
dición en el ejército. Para amedrentar á
los conjurados fusiló un oficial, y pasó á
Oruro; pero la rebelión estalló al siguiente
día ( Enero 2 de 1848). Guilarte huvó al
Perú.
Cuarta Presidencia dk Velasco;
OlaSeta y Belzu. — Rehusó Belzu la
presidencia y proclamó á Velasco, quien
por cuarta vez se puso á la cabeza de los
destinos de la República (Febrero 4). Con
el fin de dar fuerza á su autoridad y no
hallándola en la constitución de 18B9 que
le había servido de bandera, el nuevo jefe
del Estado se declaró dictador, hasta la
reunión del próximo congreso. Organizó,
además, su gabiuete, en que figuraban dos
entidades opuestas y rivales, igualmente
- uo --
rmlikinsii^ Ó iguiiltnetile peligrosas para
]t<3|iÜ1>1icu: el doctor OtañetA y el genei
BeJzu. Más perspicaz el soliludo que
letra<lo y con loe preatífrioa de una ivp
tacióii militar bien aijentada, ae ganó pro
lamente ius BÍmpatías popiiinree, que pa
BU émulo fueron hiiriififla; pero, uno j oti
perBigiiiemlo el poder, deaplegando ea
cual lina política distinta j haciendo va
eeneilile bu antagonismo, hicieron pertj
al guliierno Bu unidad deftcción y anarqi
zaron el piiía.
SüBI.BTiCiÓS DE BbLZI!. — Reunido
coní£ii-po extvíiordinario (Agosto 6) q
n^füinió )a constitución de 1839, fuer
aprobado» los actos de la dictadura y co
firmado Velasco en la presidencia. Pi
eeguia el congreeo bus labores legisla
vaa, cuando laa fuerzas de Oruro se pi
nuncinron en favor de iíelau. Intima
éete ¿ ]termanecer al lado del gobierno, <
claió rotos sus compromisos y ae dirij
clandestinametite al seno de los sublevadi
DiíPERSiÓN DEL Congreso. — La ret
lión abarcó La Paz y Cocliabamba. \
lasco delegó su autoridad en el doctor •!
a\ Maria Linares, presidente deJ congrc
para atender á ' las operaciones mili
res (Octubre IS). Al diíi siguiente el I
tallón «Carabineros»), subleva<lo oq Toi
_J
— 141 —
la, ata<;ó la capital j dispersó al congres©,
Velasco y Linares fugaron á Potosí. Coh
las fuerzas del orden de esa ciudad, acó-
metió YeUvsGO, algunos dias después, en
Quirpinchaca á los dispersadores de la ire*
presentación nacional y los escarmentó de-
bidamente (Oetubre 18).
Yamparaez. — Con todo, la revolución
<ie Belzu crecía y se extendía «en la Repü-
blicn. iSe succedieron muchos pequeños
encuentros entre las fuerzas del gobierno
j las partidas belcistas, hasta que en 7«m-
paraez libraron reñido combate, Velasco y
Belzu con el grueso de sus tremas. La vic-
toria estuvo indecisa por algún tiempo, pe-
ro luego se inclinó en favor de Belzu ^Di-
<5Íembre 6 ]
El general Velasoo.— Don José Mi-
guel de Velasco, uno de los caudillos más
populares de la República, por cuatro ve-
ces presidente de ella y <5uyo nombre apa-
rece tan frecuentemente repetido en la
historia, no era con toilo ni tra gren sol-
dado ni un gran estadista; no tenia ni la
energía del mandatario ni las dotes del je-
fe de partido; pero con nadie, como con él,
mostró tanta constancia el aura popular,
ni nadie como él se preocupó menos por
tenerla de su parte. Velasco era senciíla-
tiiente una medianía con reputación de
— 142 —
houra<lo y de valiente, y acaso á la aso*
ciacióu, en su persona, de estas virtades,
•a una época escasa de hombres probos,
debió la persistente confianza de* los pue-
blos. Murió en Santa Cruz [1859].
CAPÍTULO líl
Belzu pre8Íd€nte.-y^Resistei7eias arma-^
das, — Política de Belzu, — Atentado
del 6 de Septiembre, — Trabajos le-
gialativoa. — Nuevas resistencias; di-
misión de Belzu. — Actos administra^
tivos. — Relacionen exteriores, — El
general Belzu,
Belzu presidente. — Belzu adoptó la
constitución liberal de 1839; pero coioo se
sintiese abandonado por los hombres de
distinción, se echó en brazos de la plebe
que fué en adelante su sostén. Algo más
que el despecho, como se ha creído, había
en el fondo de esoa política iniciada por el
caudillo de Yamparaez. Su revolución
era una reacción contra el régimen im-
plantado por Ballivián. Al ballivianismo
que había manifestado tendencias aristó-
cratas, se le oponía el bélcismo desplegan-
do la bandera de la democracia.
Resistencias armadas* r-Poco tarda-
t'^-
-^ 143 —
Vt>h los aiDigós de Ballivián en levantarse
casi sironltáneHiuente á favor de su eandi-
lio, con las guíirniciones de Oruro [Marzo
9 de 1849] Coehabamba [Marzo ll] La
Paz y Potosí (Marzo 12). Pero el popu*
lacho en todas partes salió en defensa del
gobierno y ahogó con furor la insurrec*
ción, desbordándose luego y saqueando las
Casas de ios ballívianistas en La Paz
[Marzo 12 y 13] y Ooch.ihamba (Marzo
17).
El general Velasco, de su parte, con
una columna de Sucre que se puso á sus
órdenes tomó Tarija después de un comba-
te en Sania Bárbara, FJl general Agre-
da, que continuó con la campaña, atacó
vanamente la casa de moneda' de Potosí;
no pudiendo rendirla «vanzó sobre Ooclia-
bamba y dospués de varias escaramusas y
de haber recibido un refuerzo de oocha-^
bambinos, fué batido en MontPcUlos por
las tropas del gobierno [Mayo 8o],
Por ültiir/o, el general Guilarte sublevó
ia guarnición de Cobija, la que d( spués de
cuatro días volvió contra CiuilaTte y lo
acribilló á balazos [Junio 1 1].
Política db Belzü . r-Tantos movi-
mientos, aunque debelados sin grande ni
mucho esfuerzo, exasperaron profundamen-
te á Belzu, quien abrió una época de te-
— 144 —
rror entre sos opositores, á la par qtre Stf
granjeaba la ardiente adhesión de la pleber
j la firme lealtad de sus soldados. Re^
posando la seguridad de su poder en esto»
dos elementos, convocó al Congreso que se
reunió en Sucre el 6 de Agosto de 1850 y
en el qu« na faltaron algunos diputados
independientes.
ÁTlfiNTADO DEL 6 D£ SePTIEMBRB.-^ En
esto el coronel Agustín Morales acompa-
fiado do dos individuos, ncoiuetió á Belzu
en el prado de Suere, dejándolo por rouer-
io [Septiembre Gj . Estii acción lepugnó-
á todos j sus autoi*es tuvieron que em-
prender la fuga.
El consejo de ministros presidido por el
sanguinario general Teüez^ se extremó en
6tt saña contra los que creía cómplices ó
instigadores do este crimen: proscripcio-
nes en masa, persecuciones, visitas domi^
eiliarian, nada omitió el terrible conssjo:
hizo rodar en el patíbulo las cabezas del
eorouel Laguna, presidente del cenado y
de don Benito López, cuñado de Morales,
y sembró el espanta en muchos diputados
y el pueblo de Sucre.
Allí lució su valor civil el di[riitado Eva-
risto Valle. Cargado de barras y trans-
portado en hombros por un coracero parí"
qne prestara su indagatoria ante el consc
r
— 145 —
JO (le *¡;uonu, el coracero se sintió rendido
eí>íi la carga y exclamó: «¡Pesa usted mu-
elu>, señor!» — '«Bien, soldado» repuso Va-
Me; «acn u'datedeesto para decir á la pos-
teridad, cuánto pesa un diputado liberaU.
Vil cougieso fué disuelto por una com-
pañía de soldados.
Trabajos legislativos. ^Restableci-
do Belzu de sus heridas, prosiguió con en-
cono la persecución de sus enemigos y
convocó en La Paz una convención nacio-
nal (Julio 16 de 1851) la que sancionó la
sexta coiistitucióri, muy semejante en sus
defectos á la de 1843 y que dictó la bue-
na ley que regla el recurso de nulidad.
Nuevamente reunida la convención en Oru-
ro, desaprobó un Concordato celebrado
por el general Santa Oruz, encargado de
negocios de Bolivia, por lesivo de los de-
rechos del patronato.
Nuevas resistencias; dimisióK de
Bklzü. — Nuevos aunque infructuosos le-
vantamientos vinieron á turbar la presi-
dencia de Belzu. Habíase hecho jefe de
los descontentos el doctor Linares, el más
formidable enemigo del belcismo, que le
había de disputar el poder á sangre y fue-
go. Penetró en el territorio con los emi-
grados en la Argentina: las fuerzas del go-
10
~ I4fi —
. Iiiurtiii, ni iDHniIo ilcl cnruiiel ilun J
Cjrilovii, lo batieron on Mojo (Julio !
18.').1). En Saiim Cruz se robelaion
l>U*i) 1(19 itiitoriilRilea por Uos ovnsioiie
rn fiiüroii piiestna en ilispei'sión ( Kiiei
lie 1854). Afreboiidiilo en C'ochalu
<f senleiici:iilD á luiieite con ente mati
coronel Muiinno Melgiirtiju, Belzii al
gikriQ k vÍiIr por iafliijoa ile nquel v
<liirJo, exclamó: sYa Be arrepentirá
chabamlia üe huber Íntcrce<liilo po:
hombre peÜgroco» ütrii vez aparecí'
nares por la frontera peruana. I'iiilt
iietrar iiaata Achacauhi, pero fneron
tile-! sns esfnerzoB (tinero 1854). I<c
gimientos 1.° y 2." proclamaron en P
y Paria presidente al general José J
<lc Achñ fNovienitn'o 14). Una descaí
>la cntnpnña qne terminó en el encn
lie Sutimarca con la Jiiisión ile Cói
(Diciembre 1.") obligó á Acliá á reti
hasta el Perú donde liGenciósus tropas.
montonera linariata Je más de cien hoo
organi^da en Cetagaitapor el coronel
María Cortés, fracasó después de uaan
ga en ^occ/noco (Diciembre 9). Bel;
sintió causado da un poder que lo ten
perpétna campaña y dimitió la presidí
ante el congreso extraordinario reí
en Oniro Febrero de (1855).
— 14T —
Actos administrativos. — Pooos fue»
ron y de escaso valer los trabajos del ^o-
bienio de Belzu, en los ramos de la admi»
pistración: mandó revisar los códigos ci-
vil, penal y de procedimientos; acometió
la reforma del código militi^T; dictó un nue«
vo código d© minería y una nueva ley de im-
prenta. La hacienda dirigida por un hombre
eminente, don Rafael Bustillo,fucmanejada
con bastante regularidad. El censo de 1854
dio por resultado 2.326,126 habitantes.
Relaciones internacionales. — Las
^relaciones con el Perú, no fueron cordia-
les. Belzu que protegía al general Cas-».^
tillo en sus conspiraciones contra el go-
bierno de Echenique, expulsó con este mo-
tivo al ministro Paredes, encarorado de ne-
gocios del Perú; y al ultimátum que este
acto provocó de parte del gobierno perua-
no, respondió con un decreto de interdic-
pión absoluta y con un paseo militar á Oo-
pacabana, «paseo de Valientes» como di-
jo, cruzando territorio del Perú. El triun-
fo de Castilla restableció la armonía en-
tre ambas repúblicas (1855),
El general Belzu. — Don Manuel Isi-
doi'o Belzu, á quien sus contemporáneos
han juzgado acerbamente, era un carácter
dominador^ suspicaz é impetuoso, fuerte
pn sus resoluciones y desprovisto de cul-
^ 148 —
tura intelectual; pero sabía atraursu i a \(^
lunbad de las masas coa su mano franca y
derrochadora; ensoUerlíeció á hi plebe cons*-
tilnyéndoia desdo entonces en un factor
políbico decisivo; y oponiendo, sin educar-
lo, ese poder torpe y rudo al poder sensa-
to y reflexivo de la gente ilustrada, ha de-
jado la simiente funesta de la oligarquía de
las muchedumbres, que muchas veces se luí
enseñoreado del pais como adora incouSí-
ciente de aberraciones, « La aparición de cf-
te poder formidable!), decía al despedirse
del gobierno, «es un hecho social de erainea-
te traseeadencia». De trascendencia per-
niciosa para el país, desgraciadamente.
Algún tiempo permaneció Bel'/.u en Ku-
ropa^ como representante de Bolivia; vuel-
to de allí en 1865, levantó el pueblo de
La Paz contra Melgarejo, y murió al fi-
nalizarse el combate y cuando ya Ja yic*-
toria le sonreía. Había nacido en 1808,
OAPlTÜLO IV
La ^Hrasmisión legaV^ ; presidencia de
Córdova, -— Diversas insurreccio-
nes. — La campana de Septiembre, —
Movimiento administrativo. — El ge-
neral Córdova.
La «trasmisión legal»; priosidencia
s*-— —
— 149 —
a)B OÓRDOVA. — No las influencias perso-
'Siales de Belzu, sino las de su partido, fra-
tguaron los escrutinios electorales en favor
<lel general don Jorge Córdova, hijo poK^
tico de aquel, en quien se hizo la ctrasmi-
•:sión legal de la presidencias, así llamado
'ese acto por sus partidarios.
El nuevo gobernante abandonó á sus mi-
•^nistros la dirección de la República, y to-
da su intervención se redujo á moderar las
?medidas rigumsas y templar con su ingé-
tnita benevolencia la exacerbación proéu-
•cida por el anterior despotismo. Pero el
tpartido que lo rodeaba era el mismo que
tiabía sei-vido á Belzu, y subsistían las
♦causas de la resistencia y el empeño de
ilos hombres -que la agitaban.
DíVE'RSAS íNSüRRECCiONE8.-~Así, an-
otes de un mes de ia oiganización del nue-
vo gobierno, recomenzaron las insun^ec-
^iones en favor del doctor Lmares, el im-
g>racaWe enemigo del belcismo y que per-
regiría la presidencia con tezón inaudito.
Iniciáronlas dos generales, Lanza en las
«proPincias de La Paz, y Avila en Tari ja,
-envidiosos ambos de la prematura exalta-
ción del joven Cordová. Pero la reVolu-
<íión fué vencida, y «us jefes indultados de
la pena de «muerte á que fue^ran condena-
^ 150 —
Otras conspiraciones más sofocó el go^
bierno, coronando siempre su buena estre-*
Ha con decretos de perdón, hasta la reu^
nión del congreso ordinario de 1857 ( Agos*
to 6) en que algunos diputados de la opo-
•ición, hicieron fanfarrón alarde de inde-
pendencia j altanería.
La. campaña de Septiembre.— Sesio-
naba el congreso en la capital, cuando apa-t
recio en Oruro el doctor Linares, apoyado
«por el escuadrón de artillería (Septiembre
8). Con rara actividad organizó un ejér-
cito; y mientras que el gobierno, fiado en
la supeiiohdad del suyo, descuidaba proi
veer á su seguridad, Linares pasó á Co-
chabamba, donde se atrincheró. Por fin
se presentó Córdova con sus fuerzas de-i
lante de la ciudad, que hizo una heroica
resistencia de tres días, y viendo difícil la
empresa de tomarla, sin embargo de tener
las muchedumbres de su parte, tocó retir
rada á Oruro [Septiembre 29].
Entretanto, la revolución había cundido
en el norte y sud. Una división organi-
zada en lia Paz batió en Legue á otra del
gobierno [Oetubre 14], y las fuerzas revo-s
lucionadas del sud, dispersaron en CuchU
huasi & las columnas de gendarmes de Po-
tosí y Suci-o [Octubre 20]. Üórdova abandüT
nó el gobierno y fugó al Perú (Octubre 21),
151 --
Movimiento administrativo — El mo*
vimiento adinÍDistrativo de este gobierno
filó insigniíicante: algunas disposiciones
de hacienda, la crehción de juntas inspec-
toras de obras públicas á falca de munici^
palidades, la de sociedades protectoras de
instrucción, etc., etc.. Ni el tiempo ni la
competencia acompañaron al gobierno eu
su misión.
El general CórdoVA.— Don Jorge
Córdova no tenía ni por su educación, ni
por su índole, aptitudes para gobernante.
í)andoroso y sencillo, perezoso é indolen-
te, menos ávido de gloría que de placeres,
ni comprendía la ardua misión del hom-^
bre de Estado ni los altos deberes de la
magistratura. Subió al poder sin aspi*
tarlo, y descendió de él sin lamentarlo. En
su proscripción, al consolar á sus compa-
ñeros de infortunio y de pobreza, solía de-
cirles: «Hay que pasar por todo en este
mundo, ¿Nó me han visto acaso pasarla
hasta de presidente de la República ?d
En 1861, á su vuelta del ostracismo,
murió trágicamente en la célebre matanza
del Loreto [Octubre 23].
— 152 —
nacEt mi«iio
Desde la dietadira Liotres ha&ta el sevenio (I.^i7-1864^^
CAPÍTULO I
¡dictadura de Linares; Ichores admf^
nistrativas, — -Política de la dictadn"
ra. — Revolución del 10 de Agosto;
otras revoluciones. — -Diferencias con
el Perú, — Impopularidad de la dic^
tadura, — El golpe de Estado.-^-El
doctor Linares,
- Dictadura db Linares; laboues ad-
lllNIS'rRATlVAS. — Rojeado del aura popii--
^av jf ayudado por toilos los hombres de
vnler j distinción, se presenta ijinare» en
el sj©bierrK>, rcauolto á destruirlo todo y
ImceiJo todo de nuevo. fín efecto, con
una actividad nerviosa y uyu<lado eíicaz-
mente por sus ministros, puso en planta
todas las reformas que habia lucubi*adosu
mentó durante el largo período que persi-
guió el poder: formó un nuevo ejército,
limpio de vicios; creó el ministerio de fo-
mento lí obras públicas; instituyó el con-
sejo de Estado como cuerpo coneultivo;
distribuyó el tyrntorío on treinta y dos
— lo3 —
eircunseripcioiHís Ó ¡efa: uras políticas eíf
intelijujencia direeiíi con el í;ob(Mno, cen-
tralizando así la atlministración, al miísmo
tiempo qne restauro Ims miiiiicipMlitlades
bajo su forma más descentralizada; pnso
en vigencia nna nueva ley de organización
judicial, un nuevo código de procedimien-
to criminal, una ley su]) ementariade pro-
cedimiento civil y otra de juicios conten-
cioso administrativos y de juicios coacti-
Vos; intíodujo la economía en el presu-
puesto; redujo la dotación de los altos em-
pleados del l^jecurivo; estableció una co-
misión liquidadora de deudas . públicas;
creó dos distritos minerales, uno en Pote-
sí y oiro en Oiuro, con sus respectivas cá-
maras; suprimió el banco de <|UÍ!ins; le-
o^lamentó las sociedades anónimas: mandó
la fundac;<)ii de grandes seminarios en ca-
da diócesis para la instrucción y reforma
del clero ya foimado, etc ,etc., medidas to*
das bien Ó mal aconsejadas, que produje-
ron naturalmente resultados diversos, pe-
ro que también abonaban la eontratícirny
lal>orio^;idad del gobi- rno.
Política de la dictadura . —Mas, el
país no se dejó seducir con ellas. íjina-
res había traicionado sus principios cons-
titucionales y las aspiraciones leiialistas do
la nación, ajíumiendo la <lietadura;y cuan-
IiIiiikIíú i'l litigo "leí il(!S|)nl
oapiiiiliis, muC<> lu lilici'tiiil
ttiblociii tribiiLiiiloii lie lüpi'i
aliogt) en terror y en aiingi-
ciónos ilfsoaptrailikj Jeideí
pimcioiifs eiii))«i^itr»ii ti ur-
KkVOHJCIÓ» DBL 10 D!'
I.a Pmz, resiileiini:i ile ladií
p(> lia conjui-mliJH loinó el
iJillón iipj'iuii.TO). Rvsíii
con lu itreHoiiciii dol corone
muerto iil cnbecillrt ;<iirireMt
to Quilos, los (iumiiií uonjn
iIe>I pahicio, donili! rcgiitia
^uneriil t'niili-ni^ui y 'i<> O'
pereíui'oii ilüspués a lus ik'i
IiÍko lu giiiLrdi» (leí dtobido
riero.1 nlgmioa (Agosío 10
Fuera de ai el dictiulor
corüriej Ortiz cómplice lhi
envió al patíbulo; pci-o li
ciül, oniiiirgudo de Ib ejeci
orden por escrito, dio tic
empuño^ «.le liombres íntliit
— 1 • >i) —
OigüniZ'iionsu en scí;'iiÍ(1:i los p' ociosos,
y nieion conilena<ios á muerte (íieziocho
reos, entre los que se contaban dos muje-
res y un religioso, el padre franciscano
fray Manuel Pórcel. ÍOn el seno del ga-
binete hubo empate para confirmar la sen-
tencia; mas, el dictado- lo dirumió en sen-
tido afirmativo. En esta virtud y después
ele obligársele al obispo á ejecutar la pe-
nosa ceremonia de la degradación del re-
ligioso, fueron pasados por las armas, és(e
y cuatro reos más, conmutándose la pena
de los otros en diez años de presidio (Sep-
tiembre 1 .**)
La dictadura creyó haber hecho un es-
carmiento, y sólo consiguió irritar y en-
sanchar á la oposición y hacerla más com-
pacta y resuelta.
Belzu y Oórdova, que se hallaban en
acecho, destacaron ent(uices desde la fron-
tera poruana dos expediciones, de las que
la primera fué dispersada en Fucarani
(Agosto 24) y la segunda comandada por
el general Agreda, que pudo avanzar has-
ta el Calvario de La Paz, fuá batida por
las tropas de la dictadura, á pesar de su vi-
gorosa resistencia (Febrero 28 de 1859 .
DiFKKENClAS CON EL Perú.— La dicta-
viura creyó ver la mano del Perú impul-
sando y protegiendo estas expediciones, y
— 15(3 —
<1 iridio por Unto su reclamación, qno oí
gobierno peruano fn¿ omiso en at<^nderla,
alepiiido que de su parte tenía pendientes
fj^raves cargos contra Bolivia. La tiran-
té-* de las í elaciones de ambos países fué
hastii obliíí/r á la dictadura á decretar la
¡ntenlicción absoluta con elPeiú y á pre-
pararse para la guerra imponiendo al país
fuertes contri biicione-í (Mayo 14). Mas,
como el país no acoí^iera con entusiasmo
la guerra, tuvo que derogar su decreto y
mantener tan sólo la suspensión de la amis-
tad entro los respectivos gobiernos (Octu-
bre 1?;.
Impopularidad de la dictadura.—
Impopular v resistida la dictad ura^ pron-
to se vio an)agndH más fuertemente por las
rebeliones. En r*otosí, se sublevó la guar-
nición contra el jefe político coronel don
Narciso Campeio, quien arrastrado al pa-
tí bulo, afrontó con rara entereza las des-^
cargas de fusilería con que quisieron ame-
drentarlo para arranearle la orden de ren-
dición de la casa de moneda (Noviembre
22j. En Santa Cruz, una revolución de
major gravedad, encabezada por el coro-
nel Martínez y don Diego Povil, proclamó
á Belzu y se extendió por las provincias
del Acero, (Jordillera y Vallegrande (Ma-
yo 10 do 1860). El general Achn, uiinis-
- 157 -
tro íle la guerra, tuvo que marchar á de*
l>el;iria con una división: Jibró combateen
«1 Parí, j puso en fuga á los revoluciona»
4os (Julio 4)
El espíritu de insurrección invadió tam-
bién ai ejército: descubierto un plan en que
se hallaban comprometidos los escuadro-
líos de caballería «Bolívar» y «Sucre», es-
te Último logró defeccionarse (Septiembre
i 2). El brazo de la dictadura cayó terri-
ble sobre los insurrectos: trece sargentos,
sacados á la suerte de entre un numeró
considerable de reos condenados á la Últi-
ma pena, fueron pasados por las armas.
Este castigo no impidió, «in embargo, á
<}vie una nueva incursión belcista invadie-
se la frontera, Íiac ¡endose preceder por una
sublevación de indios. El coronel Nica-
nor Flores, al mando de Jas fuerzas dicta-
toriales, les dio una batida sangrienta. To-
mados prisioneros el comandante de la ex-
pedición coronel Quintín Que vedo y sus
compañeros, fuei'on condenados á muerte
siete. El dictador supo reprimir en esta
vez su zana, y les conmutó Ja pena en pri-
sión y confinamiento.
Fin de la dictadura. —Con todos esr
tos antecedentes, la dictadura parecía to-
<car á sn fin. En efecto, en la madrugada
<lel 14 de Enero de 1861, los ministros
— 158 —
Rupoito Fernandez y José Maiia de Acbá
y el comandante de armas de La Pa%, Ma*
Duel Antonio Sánchez, puestos á la cabe-
za del ejército, desconocieron la autoridad
de Linares y se constituyeron en junta
gubernativa, fil dictador había caido
traicionado por sus favoutos. La con
ciencia nacional repudió la tiaición, pero
aceptó la revolución.
El doctor Linares — ¡ Pocos non.bres,
como Linares, colocados bajo las mas fa-
vorables condiciones para hacer el bien de
la República! Dueño de la opinión y del
concurso intelectual del pais, amtido y re-
verenciado, pudo realizar, en la medida de
las posibilidades humanas, las aspiraciot
nes de la nación que eran las suyas pro-
pias, con sólo el ejercicio racional de la
magistratura dentro de la esfera de la li-^
bertad. Mas, el hombre, impaciente, en*
simismado, irascible y sanj^uinario, quiso
refrenar los vicios de la República, deseo-»
nociendo de su parte todo freno. La his-
toria ha aplaudido su administración y
condenado su política.
El ex-dictador tomó el camino del des-
tierro y murió en Valparaíso nueve meses
después (Octubre 6 de 1861). Había na-»
cidoen 1810.
CAPÍTULO lí
Oobierrto del triunvirato. — La Asani-
Idea Constituyente; presidencia de
AcJui. — Las matanzas del Loreto, —
Jornada del ^3 de Noviembre.-^Re*
voludones contra Achá^
Gobierno del triunvirato.— Ijlamó*
se «Golpe de Rstudo» al suceso que echó
abajo la dictadura; y sus autores, consti-
tuidos en gobierno, persiguiendo cada cual
la presidencia y desplegando una política
templada y conciliadora, convocaron urt
congreso constituyente, después de haber
tísplic.ido las causas y motivos que losim-
pu'saron para derrocar al dictador. El
«triunvinitoí) duró apenas cien días.
La asambi.ea constituyente; presl*
DENCiA DE ACHÁ. — Reunida en La Paz la
asamblea constituyente (Mayo l,^ de
1861) eligió presidente provisorio al gene-
ral Achá y dictó la séptima constitución
de la República. Dictó, además, una ley
de imprenta y otra sustituyendo el impues-
to catastral á los diezmos y primicias; de-
rogó varios decretos de la dictadura sobre
arreglos eclesiásticos y dio un decreto de
amnistía, declarando, asimismo, que el
— 16U —
íriiÍDVirato había mei'ecíili) bien ilu ta [>»'
trift.
Las matanzas n£\, IjOrkto. -Hniiióii-
dosp üirigido el golnemo á lit ™pit«l, qim-
dó en U Paz como jefe de urmas el coro-
uel Plácido Yañez, ardiente eucuiigo del
belcismo. Receloso de este pnitido cuco^
hombree priueipiiles, incluso Córdovu, íiii-
bfnn TLielto á la putris, mandó t)rre8l4ii'loB
yjnzgarlos.
Kn la noche de'l 23 de (íctuliro, sintióse
DQ lijero desorden en Iti pliiz:i, freiile iil
Loreto que servia de prisión á ('órdovn y
algunos de sus compañeros; y sea f|iie fue-
se el principio de un tnmnlto popii|j>r, co-
mo (fuiso hacer entender la autoridiul Ó
ana farsa fraguada por ésta niÍRinn, iiüino
denunció la voz pública, es lo cierto qne
Yañeü se precipitó en loa prieiones y or-
dena el exterminio de los nrreetados.
Veintitrés individuos, muchos de éstos ]iey-
sonajea de vitlía y con olloa Córdovn, fue-
ron pasados por las armas, reproduciéndo-
se las espantosas escenas de nna abomi-
nable barbarie.
Jornada del 23 dk Noviembre. — La
ciudad despertó horrorizada é indl¡rnndn,
clamando venganza para tanta SHngre ino-
cente. Medio batallón del «segundo»,
acantonado en Acho-;alla, acudió en rea-
— Í6I —
gtianlo ilel ovdcn; á poco llegó de Orara
el batallón «tercero», peio con miras dis-
tintas: veuía de acuerdo con el miiiistro
Fernandez para pronunciarse contra la
autoridad de Aehá; y éste» bajo una situa-
etóutan escalnosa, abandonóla capital pa-
ra dirigirse también al teatro de los suce-
sos.
Al mes cabal de las «ya tanzas de Ya*
ñez, el batallón atercero» con su jefe el
coronel Baka, atacó el cuartel del «se-
gundo» que hizo una. denodada resisten-
cia, y después de un combate sangriento
en que el pueblo ayudó al agresor supo-
niendo que así combatía contra Yañez, el
batallón asegundo» fué deshecho y su pun-
donoroso jefe el coronel Cortés fué muer-
to. Convencido el pueblo de su error, se
arremolinó en torno del palacio donde es-
taba Yáüez. Este militar, valiente á to-
lla prueba, se aterrorizó, buscó la fuga, tre-
pó á los tejados, y allí le alcanzó una ba-
la, desplomándolo en seguida al patio de
una casa vecina^ El furor popular.se apo-
deró del cadáver y lo escarneció con in-
fernal algazara, arrastiándolo por las ca-
lles (Noviembre 28).
Achá llegó de Oruro cuando todo había
terminado.
11
_ 162 —
Revoluciones CONTRA AcHÁ,— Eñtr
tnnto, los trabajos revoluctonarioa de Fe
niiDilez, que en La Paz tuvieron ud de
eiiFuco tnn inesperado, estallaron en Siic
(iS^oviemhre 30); mas, eus fuerzas, al pr
tender ocupar Poto.ií, fueron batidas (D
ciambre 3).
Poco (leepiics, la guarnición del iui«u
Suero 80 pronunció por Belzu (Marzo
de 1862); atacó Potosí y tomó la plaj
después de un comba(« eu la Tejería (Ma
zo 14). Una divisiÓD que marchó de 1
Paz, comandada por el general Pérez, re
tauró el orden en la jomada de JUesi
verde [Abril 3].
Elegido presidente constitucional el g'
neral Achá por los colegios eleetoi-ale
fué proelmnado tul por el congreso (Ago
to 15), A consecuencia de esto, el gem
ral Pérez, que babía terciado en la ele<
eión y de quien la oposición había hect
su corifeo, se revolncionó en La Paz ce
parte del ejército, que como jefe supi
rior del norte, tenía ¿ sus ordene
[Afíosto 18]. La revolución era popnli
y ce extendió nipidamente hatita Orí
1^1 congreso suspendió sus sesiones,;'
gobierno emprendió campaña con Iílb e
casas fucrzns que se habían mantenió
— 163 —
leales y una división que se organizó en
Cochabamba.
Avistados los dos ejércitos en los llanos
de San Jiian, el jefe de la revolución re-
chazó con arrogancia, seguro de su triun-
fo^ las proposiciones de paz que le dirigió
el gobierno. El general Achá, y su con-
sejo de guerra, que no juzgaban bastante
fuerte á su ejército, parecían optar por la
retirada, cuando, según se refitíre, el coro-
nel Melgarejo, jefe de la división de Co-
chabamba, se le dirigió al presidente y le
dijo: «General, es preciso atacar; yo ata-
co». No hubo más vacilaciones: se des-
plegaron las fuerzas, y después do algu-
nos movimientos hábilmente combinados,
la victoiia sonrió al ejército del gobierno
(Septiembre 15).
Los derrotados y los prisioneros que
fueron puestos en libertad al día siguien-
te, se reconcentraron en La Paz, y con fe-
bril entusiasmo se prepararon á la resis-
tencia; mas, el ejército victoiioso, no sin
tentar otra vez infructuosamente los me-
dios de la conciliación, atacó la plaza que
estaba atrincherada y la rindió después
de seis horas de combate [Octubre IG].
— 164 —
CAPÍTULO III
La ^'apelación al pueblo'\ — Cuestión
huanos de MegilloneB. — Legislatu-
ras, — Labores administrativas, —
Revolución de Melgarejo. — El gene-
ral Achá.
La (tapelación al pueblo». — Creyó el
^bierno que la constitución de 1861 conte-
nia los géimenes de la anarquía de que tan
difícilmente acababa de saiir,7 pidió al país
una nueva constitución por medio de un de-
creto conocido por la capelaeión al pueblo»
[Noviembre 18j. Este decreto inspirado por
el ministro don Lucas Mendoza de La Tapia,
ezitó las más acaloradas discusiones j las
más vehementes protestas de la oposición;
de manera que el gobierno se vio preci-
sado á revocarlo [Diciembre 22],
Cuestión huanos de Megillones. —
A principios de 1863, las huanerasdel Li-
toral empezaron á dar un gran rendimien-
to. (Miile se arrogó la explotación de ellas,
apoderándose de hecho de la bahía de Me-
gillones. Este atentado exaltó el patrio-
tismo de los bolivianos, y convocado el con-
greso á sesiones extraordinarias en Ornr"
fué autorizado el gobierno para dcclnri
— 165 —
la guerra á la nación usurpadora [Junio 5
nle 1863] . Los gobiernos del Perú, Nue-
va Granada j Estados Unidos de Norte
América ofrecieron «u mediación. En es-
to sobrevino la ocupación de las islas Chin»
•chas por España; luego la guerra entre esa
nación y el Perú y Chile; á seguida la
reunión de «n congreso americano en Li-
ma, y como consecuencia el olvido de las
cuestiones con Cbile,
Legislaturas. — Poco contribuyeron el
«ongreso extraordinario de 1863 y el ordi-
laario de 1864, al bien de la nación. Con-
vocado el primero para resolver muchas
cuestiones de grande interés fuera do la
cuestión con Chile, fué estéril é inepto, lo
que contrarió profundamente al país y aí
gobierno. Reunido el segundo en (Jocha-
bamba, ostentó más pasión política que la-
boriosidad, sin embargo de que á él con-
currieron las entidades más distinguidas
de la República y que la libertad de dis*
cusión fué completa.
Labores administrativas, — La ac-
ción y la iniciativa del gobierno fueron
más eficaces. Creó el «batallón ingenie»
ros» destinado á ocuparse en la apertura
de caminos y otras obras de u ciudad co-
mún [Febrero 24 de] 1863; introdujo por
primera vez el uso del franqueo de la co-
— im —
rrespondencia por medio de estampillas
[Febrero 2 1] ; contribuyó al establecimien-
to de la primera línea cirretera entre Co-
chabamba y sus valles [Enero 1864] ; man-
dó explorar el Pilcoma^'o; estableció la
descentralización de los impuestos muni-
cipales y fijó á los municipios su esfera de
acción [Marzo 16]; regularizó la recauda-
ción de los impuestos aduaneros; trabnjó
tenazmente por introducir la economía en
la hacienda pública y reglamentó la ley de
imprenta por el sistema de jurados.
Revolución de Mblgarkjo.— Por una
extraña aberración, al expirar el período
presidencial, Achá apoyó desembosada-
raente la candidatura del general don Se-
bastián Agreda. Esto produjo una gene-
ral repulsa en la opinión, que resolvió des-
baratar con la fuerza las imposiciones del
poder.
Así las cosas, el general Mariano Mel-
garejo se apoderó del escuadrón rifleros en
Oocliabamba proclamándose presidente,
rindió con él á la artillería, sitió al presi-
dente en su palacio, y al final de la jorna-
da en que la suerte se hizo esclava de su
osadía, quedó dueño de la situación [Di-
ciembre 28 de 1864].
El GENKRAli AcHÁ, — Don José María
do Achá dotado de un carácter concilia-
— 167 —
dor y beuévolo, de recto criterio, de pa*
triotismo y honradez, es conáiJerado co-
mo uno de los pocos buenos mandatario?
de Bolí\ia. Amagado su gobierno por bi*
facciones, se vio constantemente interrnm-
pido en su labor administrativa, y bien sea
porque la oposición contrariaba todos sos
planes 6 porqae éi prestaba demasiada
atención á sus intrigas é impertinencia?,
tnvo que distraer en la política la mejor
parte del tiempo que pudo halicrlo consa-
grado á la administración.
Había nacido en 1810. Perseguido des-
pués de su caidn y desterrado á las regio-
nes del Beni, murió en Cochabamba en
1868, de vuelta de sn confinamiento.
Sallan, 1893.
<
Pe de erraf aff
No habiendo podido dirigir persona f-
ttiente esta edición, se han deslizado algu-^
nos errores de los qne nos apresn ramos á
enmendar los siguientes:
Pagr- lÍD. diei debe decir
18 26 preciosa j) la preciosa) hoy Co-
pacabana, y la
23 len la Capital deten el
60 7 Diego Oristóbíil Andrés
74 21 (Agosto 15 (Agostóla
75 25 (Noviembre (Octubre 29 de
83 1 la noticia la falsa noticia
88 19 después, después en Ar^
paja
99 13 optaron pot' optaron todavía
por
106 11 cincuenta y cinco ciento cuarenta y
cinco
100 24 En la refriega Pero en la refrie-
ga
111 27 mas bien casi
116 5 regió rigió
132 11 cubrieron &U& cubrió sus
1 &5 7 dirumió dirimió
-V
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